Recientemente fueron publicados los resultados de la Encuesta Bicentenario UC 2024. Respecto a los hijos, son alarmantes los datos de que dos de cada cinco chilenos, entre 18 y 34 años, no desea descendencia, siendo una tendencia transversal en los diversos sectores económicos, aunque paradojalmente es más pronunciado en el alto. Las razones que se esgrimen son: "Tener niños hace más difícil que la mujer trabaje" (66%); "ya tengo o tuve los que quiero" (64%); "los niños son difíciles de mantener" (56%) y "criar niños conlleva preocupaciones y problemas" (55%).
En oposición a estos motivos relacionados por una parte con temas económicos y de búsqueda de cierto bienestar personal, aparece entre los motivos para tener más hijos en primer lugar que "ver a los niños crecer produce felicidad" (93%) y que "tener hijos da sentido a la vida" (78%).
El análisis de estos resultados, unido a la discusión económica surgida sobre la posible extensión de los postnatales de madres y padres, propuesta ya bastante discutida y que al no ser promovida por el Ejecutivo no tiene ninguna posibilidad de llevarse a cabo por ahora, lleva a reflexionar sobre cuáles son los principales propósitos de las familias chilenas en la actualidad.
Por cierto, estos pueden ser muy variados, pero se supone que el hecho de aportar a su descendencia familiar y con ello a las nuevas generaciones de chilenos y chilenas, no sólo por razones económicas de sostenibilidad del país como generalmente se atribuye, contribuye a formar nuevas y mejores personas. Ello porque se espera que se pueda avanzar en aspectos relevantes del desarrollo humano y del variado patrimonio natural, social y cultural de lo que configura Chile.
Pareciera que la visión de tener hijos biológicos o adoptados es tan individual para ciertos grupos, que no se piensa que es el mejor legado que una pareja puede hacer respecto a ellos mismos como a la sociedad de la cual son partícipes. Con el conocimiento e instituciones que se tiene actualmente, no existe el nivel de dificultad de tiempos anteriores como lo refrenda el alto número de familias que señalan dos ganancias esenciales: ver crecer y formar -por tanto- a los niños y niños no sólo genera felicidad, sino también uno de los importantes sentidos de vida que se puede tener. Sí, cabe aceptar, que para ello se requiere de presencia, tiempo, amor y de cierto apoyo sobre formas de crianza y educación.
Si vemos los graves problemas sociales que tenemos actualmente, donde niños de 10 años son ya parte de bandas criminales, detectamos que parte importante de lo necesario para esta formación de mejor calidad humana ha fallado. La familia y las instituciones de apoyo no han hecho lo que correspondía en el momento oportuno y en las formas adecuadas.
Por ello, todo lo que pueda mejorar esta mayor presencia familiar para la crianza y formación de los primeros años de vida es deseable, junto con programas que acompañen profesionalmente la atención integral de los niños.
Ser un mejor ser humano, cuidadoso, respetuoso y promotor de relaciones y entornos sanos de tipo social, cultural y natural, es la mayor labor que la humanidad puede hacer, y lo grave es que sabemos cómo hacerlo en lo esencial. Pero nuevamente la mirada pequeña se impone, y se limita a individualismos que no aportan a sumar a las grandezas que podemos hacer los homo sapiens sapiens que se supone que somos no sólo en lo biológico, sino en lo que nos hace realmente humanos: Seres holísticos sentipensantes activos que cuidan de si mismos y de los demás.
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