"Mientras lo tuve conmigo iba derechito, pero las malas juntas me lo llevaron a esto". Rodrigo tenía 8 años cuando su padrastro se hizo cargo. Al principio la relación no era mala, pero con el correr de los días, fue pasando más tiempo con sus amigos que en la casa. Allí conoció otra "mano", una que le daba plata y trago, luego lo llevaba al "trabajo", que no era otro que el cartereo en el metro Tobalaba. Pasaron unos meses y recibió un "fierro" con el que tenía que estrenarse y así lo hizo en un portonazo en Recoleta. Así fueron 7 u 8 hasta que terminó tendido, desangrándose en su última aventura, sólo, porque todos arrancaron.
Con una mezcla entre pudor y dolor, el padrastro de Rodrigo siente impotencia y pide perdón, lo hace porque cree que es su responsabilidad, aunque nunca tuvo apoyo para hacer algo distinto. La evidencia ha demostrado que el fortalecimiento de las habilidades parentales tiene un impacto positivo en el bienestar de los niños y en la prevención de situaciones de riesgo.
El estudio "Parenting Promotes Social Mobility Within and Across Generations", de Jorge Luis García y el Nobel James J. Heckman en 2023, ahondó en que el entrenamiento parental en programas con evidencia impacta en la generación de ingresos familiares autónomos. Investigaciones han encontrado que los niños cuyos padres poseen habilidades adecuadas tienen un menor riesgo de involucrarse en conductas delictivas o de ser víctimas de violencia. Existen diversas habilidades parentales que pueden fortalecerse, como la comunicación efectiva, la resolución de conflictos, la disciplina positiva y el establecimiento de límites claros.
Estas habilidades no solo benefician a los niños, sino también a los propios padres, ya que les permiten establecer relaciones más satisfactorias y disminuir el estrés y la ansiedad. Además, se ha comprobado que los programas dirigidos a fortalecer las habilidades parentales son efectivos en la reducción de comportamientos problemáticos en los niños y en la mejora de la relación familiar. Las metodologías probadas con éxito operan en padres y cuidadores que desarrollan un vínculo que sirve de factor protector que permite detener el desarrollo de conductas problemáticas, suelen incluir sesiones de entrenamiento para los padres, en las que se abordan estas temáticas y se ejercitan destrezas que les ayudan en el manejo familiar.
En Chile ya se implementan programas de alto estándar en la materia, como Familias Unidas, PMTO, Triple P y otros, pero a pequeña escala, considerando el aumento explosivo de factores de riesgo y la baja disponibilidad al interior del Estado.
Es fundamental fortalecer la convivencia familiar y escolar como factor protector de la niñez. La presencia de factores de riesgo en dichos ámbitos abre espacios que ocupan las organizaciones antisociales poniendo en peligro el desarrollo y bienestar de los niños. Los padres y cuidadores que poseen habilidades adecuadas tienen la capacidad de brindar un entorno seguro y afectuoso para sus hijos. Por tanto, es necesario potenciar estas habilidades a través de una oferta preventiva basada en la evidencia con calidad y cobertura adecuadas, impulsando una Agenda Temprana de Prevención Social. Sólo a través de la combinación de esfuerzos desde la familia, la escuela y la comunidad, podremos garantizar un entorno seguro y protector para la niñez.
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