El diario The New York Times publicó el 18 de julio un ensayo de Omer Bartov, titulado "Never Again". Bartov es profesor de estudios sobre el genocidio y el Holocausto en la Universidad de Broown, una de las más antiguas y prestigiosas de Estados Unidos. Dado lo extenso de este texto, trataré de resumirlo y destacar lo que estimo como más importante.
Bartov comienza relatando que en los primeros meses posteriores al ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023, él estimaba que Israel estaba cometiendo crímenes de guerra y de lesa humanidad en Gaza, pero que los hechos no ameritaban una calificación de genocidio. Sin embargo, ya en mayo de 2024 su percepción cambió, puesto que "...ya no parecía posible negar que el método de las operaciones de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) era coherente con las declaraciones que denotaban una intención genocida, realizadas por los dirigentes israelíes en los días posteriores al ataque de Hamas". Y se sumaba a esto la mención hecha por Netanyahu a Amalec "...como una referencia a la exigencia de un pasaje bíblico que pedía a los israelitas matar 'hombres, mujeres y niños, aun los de pecho', de su enemigo ancestral". Y más tarde, las declaraciones de funcionarios gubernamentales y militares que pidieron "la aniquilación total" y "borrar Gaza de la faz de la tierra".
Ante estos hechos, Bartov afirma: "Mi conclusión ineludible ha llegado a ser que Israel está cometiendo un genocidio contra el pueblo palestino. Como alguien que creció en un hogar sionista, vivió la primera mitad de su vida en Israel, que sirvió en las FDI como soldado y oficial y ha pasado la mayor parte de su carrera investigando y escribiendo sobre crímenes de guerra y el Holocausto, esta fue una conclusión dolorosa a la que llegué y a la que me resistí todo lo que pude. Pero llevo un cuarto de siglo dando clases sobre el genocidio. Sé reconocer uno cuando lo veo".
Agrega que paulatinamente un número mayor de expertos en genocidio han llegado a la misma conclusión. Para llegar a ella, Bartov dice que "...hay que establecer la intención y demostrar que se está llevando a cabo" y que para mayo de 2024 la regularidad de las operaciones de las FDI en el terreno ya estaba clara.
Otro elemento que agrega para reforzar su calificación de genocidio es "...la destrucción sistemática en Gaza no solo de viviendas, sino también de otras infraestructuras -edificios gubernamentales, hospitales, universidades, escuelas, mezquitas, lugares de patrimonio cultural, plantas de tratamiento de agua, zonas agrícolas y parques- refleja una política destinada a hacer muy improbable la reactivación de la vida palestina en el territorio".
Menciona además cifras de una investigación del diario israelí Haaretz: más de 58 mil muertos, de los cuales 17 mil son niños; 174 mil edificios destruidos o dañados, que representan el 70% de las estructuras en Gaza. Hay más de 138 mil heridos y mutilados y Gaza tiene hoy el mayor número de niños amputados per cápita en el mundo. Destaca también que "toda una generación de niños sometidos a continuos ataques militares, a la pérdida de sus padres y a una desnutrición prolongada sufrirá graves repercusiones físicas y mentales durante el resto de su vida".
Después de la ruptura unilateral del alto el fuego por parte de Israel, las FDI están intentando demoler todas las infraestructuras restantes y han establecido un precario sistema de distribución de comida, por el cual los palestinos deben arriesgar su vida al acceder a los centros de distribución.
Por otra parte, preocupa a Bartov que hasta ahora son pocos los estudiosos del Holocausto, y ninguna institución dedicada a investigarlo, los que parecen percatarse de que Israel puede ser acusado de genocidio. Y al respecto afirma: "Este silencio ha puesto en ridículo el eslogan 'Nunca más', transformando su significado de una afirmación de resistencia a la inhumanidad dondequiera que se perpetre en una excusa, una disculpa, de hecho, incluso una carta blanca para destruir a otros invocando el propio victimismo pasado". Y como consecuencia de lo anterior, agrega: "el crédito moral e histórico del que el Estado judío ha hecho uso hasta ahora se está agotando".
Respecto de la opinión pública israelí afirma: "Las escenas diarias de horror en Gaza, de las que el público israelí está protegido por la autocensura de sus propios medios de comunicación, ponen al descubierto las mentiras de la propaganda israelí de que se trata de una guerra de defensa contra un enemigo de tipo nazi (..) uno se estremece cuando los portavoces israelíes pronuncian descaradamente el eslogan hueco de que las FDI son el 'ejército más moral del mundo'".
A continuación, Bartov se plantea dos preguntas que parecen trascendentales: "¿Cómo afectará al futuro de Israel la demolición inevitable de su moralidad incontestable, derivada de su nacimiento de las cenizas del Holocausto?". Y la segunda: "¿Qué consecuencias tendrá el retroceso moral de Israel para la cultura de la conmemoración del Holocausto y la política de la memoria, la educación y la academia, cuando tantos de sus líderes intelectuales y administrativos se han negado hasta ahora a asumir su responsabilidad de denunciar la inhumanidad y el genocidio dondequiera que se produzcan?".
Agrega: "Quienes participan en la cultura mundial de conmemoración y recuerdo construida en torno al Holocausto tendrán que enfrentarse a un ajuste de cuentas moral. La comunidad más extensa de estudiosos del genocidio -los que se dedican al estudio del genocidio comparado o de cualquiera de los muchos otros genocidios que han empañado la historia de la humanidad- se acerca cada vez más a un consenso sobre la calificación de los acontecimientos de Gaza como genocidio".
En referencia a la mayoría de los estudiosos del Holocausto, afirma que ellos han guardado un silencio sorprendente sobre este genocidio, mientras otros lo han negado abiertamente. Me parece que esto dará pie para que ya se comience a hablar de los "negacionistas del genocidio palestino". Y describe así la conducta de estos expertos: "En otras palabras, mostrar imágenes de niños palestinos despedazados por bombas de fabricación estadounidense lanzadas por pilotos israelíes es, desde este punto de vista, un acto antisemita".
Y además afirma: "Desacreditar a los estudiosos del genocidio que señalan el genocidio de Israel en Gaza al presentarlos como antisemitas amenaza con erosionar el fundamento de los estudios sobre el genocidio: la necesidad permanente de definir, prevenir, castigar y reconstruir la historia del genocidio. Sugerir que este esfuerzo está motivado por intereses y sentimientos malignos -que está impulsado por el odio y los prejuicios que estuvieron en la raíz del Holocausto- no solo es moralmente escandaloso, sino que también da pie a una política de negacionismo y a la impunidad".
Cerca de concluir, el autor afirma que Israel deberá acostumbrarse a afrontar su futuro sin refugiarse en la sombra del Holocausto y soportando la mancha del genocidio en Gaza. Y en el párrafo final, expone que un Israel liberado de la pesada carga del Holocausto, tendrá finalmente que aceptar compartir la tierra con los palestinos, "...en paz, igualdad y dignidad. Ese será el único ajuste de cuentas".
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