Una de las grandes preocupaciones contemporáneas de la comunidad internacional han sido los problemas relacionados con las distintas formas de racismo, así como discriminación e intolerancia en sus diversos ámbitos (sexual, cultural, religioso, económico).
Por lo general, han sido las mujeres, los judíos, los negros, los indígenas, los pobres, el colectivo LGBT+, los grupos que han sido fuente de mayor hostilidad, tanto histórica como estructuralmente. Esta preocupación vuelve a adquirir renovada importancia por el considerable auge que han tenido partidos, movimientos y gobiernos de extrema derecha en diferentes partes del mundo, especialmente durante la última década.
El holocausto, producto del régimen del Tercer Reich alemán dirigido por Adolfo Hitler, marcó un hito indiscutible en lo que hace referencia a los temas de discriminación, intolerancia y genocidio.
Además de la eliminación sistemática de seis millones de judíos en los campos de exterminio creados por el régimen nazi, se estima que una cantidad similar de seis millones fue asesinada, correspondiente a gitanos, homosexuales, creyentes de distintas religiones, prisioneros de guerra, entre otros. La política sistemática de violaciones a los derechos humanos, resultante en su grado máximo en el genocidio, esto es aniquilación de un grupo determinado de la población, tuvo como consecuencia que el antisemitismo u hostilidad reiterativa hacia los judíos, se convirtiera en una situación paradigmática de intolerancia hacia un grupo o pueblo determinado.
Como resultado, aparecieron muchos estudios para explicar las causas del antisemitismo. En particular, son destacados los trabajos de la Escuela de Frankfurt, que adoptan una teoría crítica para entender la sociedad moderna.
Algunas de sus ideas centrales apuntan a que el pensamiento iluminista y racionalista implica el germen de la regresión, porque se imponen el materialismo y el consumismo, lo que significa que los hombres quedan reducidos frente a los poderes materiales y económicos. En 1950, Theodor Adorno y colaboradores, pertenecientes a la Escuela de Frankfurt, publicaron “La Personalidad Autoritaria”, donde postulan que en el mundo contemporáneo existen personalidades que están inclinadas al poder y al autoritarismo, las que se caracterizan por tener actitudes intolerantes que los llevan al racismo y al antisemitismo.
Esta obra muestra que el antisemitismo y el racismo, así como otras formas de intolerancia, están interrelacionados, lo que significa que un tipo de hostilidad conduce de manera incuestionable hacia otra forma de hostilidad.
El mundo pos guerra fría asiste a un auge y consolidación de los extremismos de derecha, que nos revela la importancia de las personalidades autoritarias, así como los discursos y programas que están especialmente dirigidos en contra de ciertos grupos de la población, representados por los inmigrantes, los musulmanes y el universo LGBT+, entre otros.
El Interés Flamenco de Bélgica, Alternativa para Alemania, Partido por la Libertad de Holanda, Demócratas de Suecia, Amanecer Dorado de Grecia, son solo algunos ejemplos de partidos que comparten un discurso en contra de la inmigración, son críticos de la Unión Europea, y se caracterizan por planteamientos xenófobos e islamofóbicos.
En muchos casos estos partidos se han convertido en la primera o segunda fuerza política, formando parte de gobiernos de coalición, como fue el caso de Austria e Italia hasta 2019, o constituyendo ellos mismos gobiernos, como en Hungría y Polonia, donde se imponen políticas que son contrarias a los avances realizados en materia de equidad de género y diversidad sexual en sus respectivas sociedades.
En su forma más extrema, algunos extremismos de derecha, como los skinheads neonazis, abogan por rescatar el legado del nazismo, con un discurso del odio que se manifiesta en contra de los judíos, los negros, los inmigrantes, apelando a acciones violentas en contra de ellos.
Dos grandes victorias presidenciales convierten a la extrema derecha en un fenómeno de alcance global: la de Trump en Estados Unidos (2016) y la de Bolsonaro en Brasil (2018), ambos con agendas que defienden distintas formas de intolerancia y que, de este modo, enaltecen el racismo, la xenofobia y la misoginia.
En el caso de Trump, estamos en presencia de un discurso que rechaza de forma decidida a la inmigración y respalda al movimiento de los supremacistas blancos.
En el contexto de las fuertes manifestaciones en contra del racismo, llevadas a cabo en junio de 2020, tras la muerte por parte de la policía de Georg Floyd, Trump generó una respuesta represiva a las manifestaciones, evadiendo el debate sobre racismo intentando confundirlo con actos de violencia.
En el caso de Bolsonaro, éste ha defendido las dictaduras militares del cono sur de las décadas del 60 al 80 (en especial la brasileira y la chilena), al tiempo que, en distintas oportunidades, ha atacado persistentemente a las mujeres, a los homosexuales, a los pueblos indígenas y a los afrodescendientes.
La extrema derecha, tanto europea como americana, cuenta con otro referente fundamental, Putin.
Los líderes ultra nacionalistas tienen una simpatía por el presidente estadounidense y, del mismo modo, ellos expresan su admiración a Rusia y al presidente Putin, al extremo que quieren terminar con todo tipo de sanciones económicas a ésta, y fortalecer las relaciones tanto políticas como económicas.
Desde octubre de 2018, los ultra nacionalismos europeos pueden sumar a un nuevo socio, el Brasil de Bolsonaro. Y, con ello, la extrema derecha genera redes y alianzas a ambos lados del Atlántico.
Bolsonaro, Trump, Putin, son solo algunos ejemplos de estas personalidades autoritarias, que forman parte de una nueva marea que amenaza con transformar el mundo y que nos recuerda que las dictaduras militares y los fascismos de cualquier signo no son cosa del pasado. Ellos representan una fuente importante de involución en el combate a las distintas formas de racismo, discriminación e intolerancia en el mundo contemporáneo.
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