La reciente aprobación en el pleno de la Convención Constitucional, referida a un artículo sobre relaciones internacionales y declarar a América Latina y el Caribe como zona prioritaria para Chile(1), no sólo es una buena noticia para la región, sino que marca un antes y un después en lo que respecta al rol que podría jugar el país en distintos ámbitos.
No obstante, han aparecido ciertas reacciones negativas a esta aprobación, de parte de no solo de la derecha chilena, como era de esperar, sino también de sectores de la ex Concertación, los cuales han señalado que un artículo así no debería estar presente en la nueva Constitución de Chile.
Es el caso de una carta escrita por parte de tres ex ministros de Relaciones Exteriores de la ex Concertación (Soledad Alvear, Alejandro Foxley e Ignacio Walker), señalando que no es necesario priorizar a la región en la nueva Constitución, por ser algo "evidente", y que el artículo aprobado incluso permitiría "hacerle el juego" a violaciones a los derechos humanos en países como Rusia, Cuba o Hungría(2).
Si uno revisa el artículo aprobado con seriedad, plantea explícitamente que Chile se compromete con el reconocimiento y protección de los derechos humanos internacionalmente, lo que no significa intervenir directamente en otros países, violando su soberanía, como pareciera quisieran proponer los ex cancilleres.
No hay que olvidarse, que uno de esos ex ministros, Soledad Alvear, como parte del gobierno del Presidente Ricardo Lagos, apoyó el golpe de Estado ocurrido en Venezuela el año 2002, impulsado por Estados Unidos y sectores reaccionarios locales. Lo que no quita por supuesto, la necesaria crítica a la concentración del poder y violaciones a los derechos humanos que han ocurrido en aquel país posteriormente por parte del régimen de Nicolás Maduro.
En otras palabras, esos ex ministros usan los derechos humanos a su conveniencia ideológica, para criticar las violaciones a éstos en solo algunos países, pero no dicen nada de las múltiples intervenciones de Estados Unidos en el mundo, junto a la OTAN, las cuales han dejado también miles de muertos y destrucción de muchos países, como pasó en Chile en 1973.
Con respecto al argumento de que es evidente que se prioriza la región, es bastante curioso, por decirlo menos, considerando que Chile es de los pocos países de la región, que nunca ha tenido una cláusula constitucional de integración regional, priorizando en los últimos 40 años, una política internacional completamente neoliberal, centrada en tratados de libre comercio con grandes potencias y en los grandes mercados globales.
Asimismo, solo hay que revisar un poco la historia de Chile, desde Diego Portales en adelante, para ver cómo el Estado desde la Constitución de 1833 se posicionó por fuera del resto de la región y como el "mejor del barrio", como si fuéramos un país superior, más civilizado institucionalmente, cercano al llamado "primer mundo".
De ahí el carácter fuertemente centralista, monocultural y racista del Estado chileno, históricamente, que lo ha llevado a despreciar al resto de los países de la región, desde discursos que se han intentado instalar, como que somos los jaguares de la región o los ingleses de América Latina, lo que nos ha terminado aislando y dejando fuera de lo que ocurre en nuestro entorno.
Por lo mismo, celebro que se haya aprobado un artículo así, ya que nos abre enormes desafíos internacionales y de cooperación transfronteriza, en lo que respecta a promover Derechos Humanos y Derechos de la Naturaleza, e impulsar así políticas globales sobre igualdad de género, igualdad social, derechos de los pueblos indígenas, educación intercultural, educación socioambiental y educación no sexista.
En lo que refiere a priorizar a América Latina y el Caribe, nos abre la posibilidad de empujar a la construcción de un bloque regional plurinacional, feminista y ecológico, que haga frente a un mundo amenazado tanto por la crisis climática como por las grandes potencias imperiales actuales (China, Rusia y Estados Unidos), que ante la debilidad de Naciones Unidas, harán todo lo posible por controlar a países más pequeños, tanto militar como económicamente.
Es por eso, que construir una Unión Latinoamericana y Caribeña, que aprenda de los errores y aciertos de la Unión Europea, yendo más allá de ella por supuesto, puede ser el inicio de un camino, en donde temas como la crisis migratoria, crisis sanitaria, crisis alimentaria, crisis hídrica, crisis energética, crimen organizado y falta de participación y democracia, se puedan trabajar desde la colaboración y no desde la competencia entre países.
Por último, en relación a la subordinación y dependencia entre países de centro y periferia, como de alternativas existentes, sería bueno comenzar a retomar el pensamiento latinoamericano y caribeño también, tan negado en un país como Chile, tanto a nivel político como académico, y dejar atrás las miradas eurocéntricas que han predominado en el país.
América Latina y el Caribe tiene una larga historia de pensamiento crítico, que va desde las teorías de la dependencia, los feminismos territoriales, la filosofía andina, la filosofía afrocaribeña, los estudios culturales latinoamericanos, el giro decolonial, la ecología política latinoamericana, y otras corrientes que nos pueden aportar a la construcción regional de buenos vivires.
Uno de ellos fue de Chile, Enzo Faletto, teórico de la dependencia y quizás el sociólogo más importante que ha tenido el país, el cual ha sido sin duda uno de los intelectuales que más aportaron a pensar la región de manera situada, por lo que quizás sea el momento de volver a reencontrarnos con ese tipo de pensamiento y una historia común, la cual ha querido ser negada y borrada.
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