Mientras el mundo dirige su mirada hacia la Conferencia Internacional de Alto Nivel para la Solución Pacífica de la Cuestión de Palestina y la Implementación de la Solución de Dos Estados, que se celebra del 28 al 29 de julio en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, resulta cada vez más evidente que no se trata de una cumbre más. Coorganizada por Francia y Arabia Saudita, esta conferencia llega en un momento decisivo.
La Solución de los Dos Estados está en peligro real: la expansión de asentamientos, la violencia continua y el desplazamiento forzado han llevado el conflicto al borde del colapso. Ya no se trata solo de un estancamiento político, sino de una crisis moral y legal que exige una acción internacional urgente.
Mientras más de 143 países se reunieron para avanzar hacia una solución pacífica y justa -la creación de un Estado palestino junto al Estado de Israel-, el régimen de Netanyahu parece haber optado por imponer una solución opuesta y criminal. Su "solución final" para Gaza no es política, sino de aniquilación: matar de hambre, destruir sistemáticamente, desplazar a millones y reducir Gaza a ruinas. Bloqueando la ayuda humanitaria, bombardeando infraestructuras civiles y empujando a toda una población al colapso, Netanyahu busca, en realidad, enterrar de forma definitiva la Solución de dos Estados y clavar el último clavo en el ataúd del Estado palestino. Su objetivo no es la paz, sino la eliminación total de la posibilidad de una Palestina libre y soberana.
Lo que distingue a esta conferencia de fracasos anteriores es su objetivo explícito: no discutir posibilidades, sino implementar los compromisos jurídicos ya asumidos. Este es un cambio fundamental: pasar de negociaciones interminables a acciones concretas y medibles. Su base jurídica es clara. En la resolución ES-10/22, la Asamblea General reafirmó su mandato de convocar esta conferencia, fundamentándose en la Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justicia de julio de 2024, que declaró ilegal la ocupación israelí. La resolución 79/81, a su vez, definió la estructura y el propósito de este encuentro: materializar el arreglo pacífico de la cuestión de Palestina y garantizar la aplicación efectiva de la Solución de los Dos Estados como vía hacia una paz justa, duradera y completa.
A la Conferencia Internacional de Alto Nivel para la Solución Pacífica de la Cuestión de Palestina y la Implementación de la Solución de Dos Estados asisten delegaciones de todos los continentes, demostrando que la causa palestina es una responsabilidad moral y jurídica de la comunidad internacional en su conjunto, no un mero conflicto regional. A pesar que Israel y Estados Unidos decidieron no participar, el mundo mayoritariamente levantó la voz para decir que no es posible seguir ignorando la ocupación, el sufrimiento y la violación sistemática de los derechos humanos del pueblo palestino.
Es cierto que la responsabilidad principal para alcanzar la paz recae sobre las partes. Pero esa verdad ya no basta. Décadas de fracasos han demostrado que, sin una intervención internacional firme y coordinada, las asimetrías de poder y las acciones unilaterales solo se profundizan. Lo que se necesita hoy es una intervención decidida -no como imposición-, sino como cumplimiento de obligaciones legales y éticas largamente postergadas. No se trata de tomar partido, sino de defender los principios que la comunidad internacional dice representar.
Durante dos días, se discutirán temas concretos que permitan la implementación de la Solución de Dos Estados, principalmente la creación de un Estado palestino soberano y unificado, seguridad, narrativas para la paz, acción humanitaria y reconstrucción de Gaza. Esta conferencia no tiene un objetivo simbólico, su propósito es terminar con una propuesta real de trabajo con plazos y objetivos concretos.
Para que esta conferencia tenga éxito, debe ir más allá de las reafirmaciones. Debe adoptar un marco con cronogramas, mecanismos de verificación y estrategias para movilizar recursos políticos, económicos y de seguridad hacia la concreción del Estado palestino y la garantía de seguridad para Israel. Debe enviar también un mensaje contundente: que la impunidad ha llegado a su fin y que la justicia, aunque tardía, ya no será negada.
El 28 julio de 2025 puede ser recordado como el momento en que el sistema internacional recuperó su credibilidad o, trágicamente, como otra oportunidad enterrada bajo la comodidad diplomática. Es hora de la valentía. El mundo debe elegir entre la conveniencia y la justicia, entre la inercia y la acción, entre un futuro de paz o una perpetuación de la crisis.
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