A principios del siglo pasado, cuando el Imperio Turco Otomano comenzaba a desmoronarse, grandes intereses coloniales se proyectaban hacia aquel Oriente Medio todavía en manos de dicho Imperio, pues Gran Bretaña y Francia en 1916 se repartían el área en zonas de influencia, mientras aun ni siquiera terminaba la I Guerra Mundial (Plan de Sykes-Picot).
En el seno del Movimiento Sionista tomaba cada vez más fuerza la idea de concretar un Estado judío en algún lugar del mundo. Había diversas opciones, entre ellas la Patagonia argentina, Uganda y Palestina. Termina por convencer la idea de establecerse en Palestina, pero para concretar dicho objetivo necesitan de alguna potencia de la época que avalara dicho proyecto nacionalista.
Para asegurar la repartija de Sykes-Picot, en 1917, Gran Bretaña promete por un lado a los líderes árabes la independencia de sus territorios a cambio de la cooperación contra los turcos (cartas Hussein-Mc Mahon), pero al mismo tiempo, promete al Movimiento Sionista la creación de un “Hogar Nacional Judío” en Palestina (Declaración Balfour), con el fin de tener un futuro aliado para reprimir los deseos de independencia de los árabes.
La Declaración Balfour es considerada como el primer reconocimiento de una potencia mundial a los intereses del sionismo, pues permitió la entrada de cientos de miles de inmigrantes judíos a Palestina; fue la revelación del futuro que le esperaba al pueblo palestino, que iba a pasar de la ocupación Turca Otomana, luego a la británica y finalmente a la ocupación israelí, la que se mantiene hasta el día de hoy, 99 años después. Mediante la Declaración de Balfour, Gran Bretaña dio a un pueblo a quien no le correspondía, algo que no le pertenecía, contradiciendo además el principio de autodeterminación de los pueblos que decía defender.
En 1948 se crea el Estado de Israel, fundado por sionistas extranjeros, quienes veían consumado su proyecto colonial bajo el paraguas de una supuesta promesa divina de que ella era la “Tierra Prometida”. Hoy Israel exige ser reconocido por la Comunidad Internacional como un Estado Judío, permitiendo ello el desarrollo de una peligrosa judeocracia que legaliza la discriminación y el Apartheid en caso de sus habitantes no judíos.
Esto es corroborado también por el Arzobispo ortodoxo de Jerusalén, Atallah Hanna, quien nos visitó hace pocas semanas y denunció las violaciones a los Derechos Humanos contra la población palestina y cómo Israel limita la libertad de movimiento y religiosa de los palestinos cristianos y musulmanes.
Asimismo, también nos visitaron Dovid Weiss Yisroel y Yosef Rosemberg Yeshaye, rabinos del movimiento judío ortodoxo llamado Neturei Karta, cuyo propósito es denunciar al sionismo y aclaran que el Estado de Israel no representa al mundo Judío, ya que consideran que la transformación de su religión en un concepto nacional es ajeno y contrario a sus mandatos religiosos y aseguran que el sionismo adultera su religión en un concepto nacional sectario.
Dichas políticas sectarias y racistas de Israel encuentran su fundamento desde que dicho Estado se autodefine como judío, desde que se funda bajo la idea de que es una voluntad divina la colonización de Palestina, la destrucción de hogares e incluso la detención administrativa al niño de 14 años Ahmad Manasrah quien ha sido juzgado recientemente por una Corte Militar Israelí a 12 años de prisión.
En 2017 se cumplen 100 años de la Declaración Balfour, un hito más en un negro calendario de conmemoraciones que trae el año 2017, tras 70 años desde la partición del territorio de Palestina por Naciones Unidas y 50 años desde la ocupación ilegal que hace Israel desde 1967 a la fecha. Los palestinos ya no quieren más conmemoraciones, desean vivir en paz y libertad como cualquier otro pueblo en el mundo, desean el fin de la ocupación israelí y poder salir de sus casas sin tener que cruzar un muro para llegar a la escuela o al hospital.
Hoy los palestinos exigen a gritos que se repare el daño histórico que se le ha causado e incluso el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, exige una disculpa de Gran Bretaña y piensan también en la idea de tomar acciones legales por aquella declaración considerada el primer respaldo extrajurídico a las pretensiones del movimiento sionista, la que además de haber sido una aberración, preparó el terreno para la limpieza étnica a gran escala que llegaría sin cesar hasta la fecha.
La historia permanece en una repetición sin variaciones: los sionistas tomaron Palestina y la renombraron “Israel” y el pueblo palestino sigue siendo una nación fragmentada geográficamente entre los campos de refugiados, la Diáspora, ocupado militarmente, o tratados como ciudadanos de segunda clase en una tierra en la que sus antepasados han vivido desde tiempos inmemoriales.
En el marco del Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino que se conmemora hoy, urge que la solidaridad de la Comunidad Internacional se transforme en hechos concretos que presionen a Israel a que mute hacia un Estado genuinamente democrático, en el cual exista cabida para todos sus ciudadanos, sin importar el color ni religión de sus habitantes.
El fundamentalismo del autodenominado Estado judío debe terminar, y con ello tengo la certeza que se pondrá fin también a la ocupación y a todos los males que ésta trae consigo.
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