Pretender hacer un balance del año 2024 es demasiado pretencioso de mi parte. Más aun cuando este mundo atraviesa por tantos laberintos, que deja mucho que desear. La humanidad toda se debiera sentir culpable de lo mal que está, marcada por conflictos bélicos, como el entre Ucrania y Rusia, donde el poderío militar del invasor se confronta con un país menor, pero que ha recibido la ayuda de la OTAN. Es una guerra que lleva tres años, con miles de muertos por ambos bandos.
También está la eterna guerra que enfrentan la dividida Palestina e Israel, en respuesta a la operación realizada por los rebeldes de Hamas, asesinando y tomando rehenes. El ejército israelita ha respondido con un genocidio igual o peor que los sufridos por los judíos en la Alemania nazi. Consecuencia inmediata ha sido la invasión de territorios en la Franja de Gaza, expulsando a miles de familias palestinas o masacradas por las bombas que EE.UU. les provee, en calidad de aliados incondicionales.
Ahora el conflicto se extiende al Líbano, con las tropas de Hezbolá; a Siria, que recién depone al dictador Bashar al Asad y que perdió el apoyo de Rusia. Irán es otra nación que ataca con misiles a Israel. Yemen contribuye en este conflicto en Medio Oriente, el que cada día se agrava más. Los muertos por miles siembran los áridos desiertos, impregnado desangre inocente, de naciones milenarias.
Putin hace lo posible por superar a Stalin, amenaza con utilizar armamento nuclear si las condiciones le fueran adversas, ahora pide ayuda a inexpertos soldados de Corea de Norte, a los que trae como carne de cañón. Patético el triste e indecoroso papel del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. ¿Será el 2025 el inicio de la Tercera Guerra Mundial? Esperemos que no.
¿Dónde están los otros? Los que se ven afectados con esta "pelea de perros grandes", que sufren las consecuencias de sus afiebrados conflictos, sin solución alguna. Están en los más de 50.000 palestinos fallecidos, donde el 50% son niños, niñas y adolescentes, que no tenían arte ni parte en esta cruel realidad. Están en los mismos que mueren de hambre, que no tienen un mendrugo con que alimentarse. Están en los heridos o mutilados que no encuentran la cirugía apropiada, cuando una bomba no les cae en el centro hospitalario. Están en las y los ancianos que ven destruido todo lo que construyeron, su casa y su fuente laboral, las que tienen que abandonar, porque de lo contrario una ráfaga los asesina.
El panorama se ve bastante sombrío, la noche de Navidad cristiana no trajo ni paz ni esperanza para ellos. Luego, muchos países recibían el Año Nuevo con fuegos artificiales, como si nada sucediera en el mundo real. No basta un rezo en una mezquita, sinagoga o iglesia, es necesario despertar, ahora y no mañana, la conciencia de los líderes, dado que mañana será demasiado tarde. Tan tardíamente que nadie se enterara.
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