A pocos días de que 2017 pase a la historia, los balances resultan inevitables. Y en medio de la siempre crítica situación venezolana, la impredecible política exterior de Trump y la casi olvidada guerra civil en Siria, entre otros, este año hubo un tema que pasó casi inadvertido: que varias potencias estrenaron nuevos portaaviones.
Considerados obsoletos por algunos, frente a las armas nucleares o los proyectiles de mediano y largo alcance, lo cierto es que los portaaviones representan una de las piezas más importantes de la guerra convencional contemporánea. ¿Cómo? En la medida que son bases aéreas móviles, permiten una proyección geográfica efectiva del poder de cualquier país y sirven como un eficiente elemento de disuasión.
En abril fue presentado oficialmente el nuevo portaaviones de la Armada del Ejército Popular de Liberación de China: el “Shandong”. Esta es la segunda embarcación de este tipo con que cuenta la potencia asiática y el primero construido íntegramente en el país.
Con un desplazamiento de 50.000 toneladas y una velocidad de crucero de 31 nudos (cerca de 60 k/h), el “Shandong” deberá entrar en funciones en 2020, fecha en la que podrá albergar una tripulación de mil personas y numerosos cazas J-15, además de varios helicópteros. De momento aún falta completar su equipamiento interno y su sistema de propulsión, el cual no será nuclear, sino convencional.
De esta manera, China va cumpliendo su objetivo de convertirse en una potencia naval a través de la expansión y modernización de su flota. En 2012 ya había entrado en funciones el “Liaoning”, un antiguo portaaviones ucraniano reconstruido por los chinos y que es el gemelo del “Almirante Kuznetsov”, único navío de este tipo con el que hoy cuenta Rusia.
Que un país decida comprar o construir un portaaviones no es una decisión fácil. En primer lugar está el costo, que puede ascender a varios miles de millones de dólares. A eso hay que sumar el llamado “grupo de batalla”, que es el conjunto de embarcaciones que acompañan al portaaviones en cada una de sus misiones (su número puede variar de cinco a siete) y que suelen incluir un buque de reabastecimiento, fragatas, destructores y un submarino, entre otros.
En ese contexto, Estados Unidos hoy cuenta con una decena de estos enormes navíos, todos de la clase Nimitz y dotados de propulsión nuclear. El último de ellos fue el USS “George H. W. Bush”, que entró en servicio en 2009 y que es la transición entre la clase Nimitz (que desplaza 100.000 toneladas en promedio) y la nueva clase Ford.
De hecho, en julio pasado Trump inauguró el primer portaaviones de esta nueva clase, el USS “Gerald R. Ford”, con capacidad para 4.500 tripulantes y 70 aviones, que está previsto que entre en funciones en 2020.
Por su parte, este año el Reino Unido estrenó el HMS “Queen Elizabeth”, el primer portaaviones de esta nueva clase. Con una eslora de 280 metros, capacidad para transportar 40 aviones de combate y un desplazamiento de 79.600 toneladas, ya realizó sus primeras pruebas en alta mar y permanece fondeado en la base de Portsmouth. Se estima que entrará en funciones en 2021 y su gemelo, el HMS “Prince of Wales”, dieciocho meses más tarde.
De esta manera, ambos portaaviones se convertirán en los navíos más grandes construidos hasta ahora en el Reino Unido. Los que además albergarán modernos aviones de combate F-35B, de despegue vertical.
A este grupo de países se suma India, que tiene en funciones al INS “Vikramaditya”, un antiguo portaaviones soviético comprado en 2004. Sin embargo, el gobierno del Premier Narendra Modi también apuesta por un portaaviones propio: el INS “Vikrant”, de 40.000 toneladas de desplazamiento, que fue botado en 2013 y entraría en funciones de manera parcial en 2018.
Considerando que las versiones extraoficiales en el ámbito naval aseguran que China busca tener dos portaaviones en el Pacífico y otros dos en el Índico, contar con más de estas unidades se ha vuelto una prioridad para India.
Por su parte, Japón cuenta con los nuevos destructores portahelicópteros “Izumo”, en funciones desde 2015 y el “Kaga”, que entró en operaciones en marzo pasado. Con un desplazamiento de 27.000 toneladas a plena carga, 250 metros de eslora y un costo unitario de US$ 1.200 millones, cada uno de ellos podría transportar hasta 14 helicópteros o aviones de despegue vertical.
Una nueva generación de “leviatanes” ya recorre los océanos del mundo, mientras otros más están siendo construidos. Una clara demostración de que estos gigantes de los mares aún están lejos de quedar obsoletos.
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