El sueño de un triunfo que acabó convertido en pesadilla. De esta manera se podría sintetizar lo ocurrido con el Partido Conservador británico, tras conocerse los resultados de las elecciones generales de este jueves.
Lejos de la aplastante victoria que esperaban obtener, los tories no lograron la mayoría absoluta para formar gobierno en solitario y por eso ahora deberán articular una alianza con el Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte. Un vuelco absoluto en los planes de la Primera Ministra, Theresa May, responsable de adelantar los comicios previstos originalmente para 2020.
May había llegado al cargo de Jefa de Gobierno luego de la renuncia de David Cameron, producto del inesperado triunfo del Brexit en la votación de hace casi un año. Ella quería el respaldo y la legitimidad de una victoria contundente en las urnas que avalara su gestión y al mismo tiempo le diera una base sólida para enfrentar las rudas negociaciones que conducirán a la salida del Reino Unido de la Unión Europea en 2019, y que deberían comenzar el próximo 19 de junio.
En abril pasado, todas las señales apuntaban a un triunfo holgado ante el Partido Laborista — una ventaja de prácticamente 20 puntos en varias encuestas —, con un aparentemente débil liderazgo de Jeremy Corbin.
¿Qué llevó a este escenario? En parte, el hecho de que el Partido Conservador lleva ya diez años en el poder y enfrenta un desgaste político esperable. Pero también que tres atentados en tres meses tuvieron un impacto real en el electorado.
El Reino Unido es un país acostumbrado a la adversidad, desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y los implacables bombardeos de la Alemania nazi, hasta el terrorismo separatista del Ejército Republicano Irlandés. Y si bien el trabajo de los servicios de seguridad británicos con toda seguridad ha logrado desbaratar numerosos intentos de ataques terroristas, una seguidilla de atentados a solo semanas de las elecciones generales acabó poniendo en entredicho la eficiencia de la gestión conservadora. Sobre todo tras conocerse que May, cuando fue ministra del Interior de Cameron, impulsó el recorte de cerca de 19.000 policías.
Mención aparte merece la campaña misma que desarrolló Theresa May, quien a pesar de su extensa trayectoria política, fue incapaz de generar una conexión efectiva con el electorado que le permitiera un respaldo seguro a los tories.
A diferencia de Corbin, quien con un discurso más cargado al sector izquierdista de su partido, lejos de la llamada Tercera Vía, impulsada en su momento por Tony Blair, cautivó sobre todo a los votantes más jóvenes.
Tal como quedó demostrado el año pasado con la derrota de Hillary Clinton en Estados Unidos, la eficiencia y el profesionalismo no bastan para lograr el apoyo ciudadano. Aún se requiere empatía, calidez, coherencia en los discursos y esa imprescindible sintonía con el electorado. Todo lo que May no tuvo.
¿Y ahora? El panorama no se presenta auspicioso para la Primera Ministra. No solo Corbin ha pedido públicamente su renuncia; también hay un profundo malestar dentro de las propias filas conservadoras, lo que ha debilitado su liderazgo y pone en duda su continuidad a la cabeza del partido.
Asimismo, al no haber obtenido la mayoría absoluta, el sólido respaldo que May esperaba obtener para iniciar una “negociación dura” del Brexit se ve totalmente comprometido. Y el hecho de tener que formar una coalición no ayudará a sus objetivos.
El irlandés Partido Unionista Democrático seguramente apoyará la posición que adopte el gobierno británico ante Bruselas, pero no puede perder de vista que precisamente en Irlanda del Norte la opción de permanecer dentro de la UE obtuvo un 55% de respaldo.
Eventualmente, esto podría acabar en una “negociación suave” en la que Londres adopte una posición menos intransigente y más abierta a hacer concesiones.
La seguridad y la economía, sin duda, serán otros dos grandes temas que el nuevo gobierno deberá enfrentar. Y en los cuales tendrá que demostrar éxitos concretos en el corto plazo. Sobre todo porque ahora enfrenta a un Partido Laborista revigorizado, con un Jeremy Corbin en su mejor momento y que ha insistido en que está “preparado para servir” al Reino Unido y dispuesto a intentar formar un Gobierno en minoría. Una sombra que a partir de hoy amenazará cada decisión de los conservadores.
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