Coescrita con Sebastián Sánchez, historiador, doctor (c) en Estudios Americanos Usach
No son pocos los diagnósticos provenientes de centros académicos y políticos-internacionales que refuerzan la idea de cómo las desigualdades económicas, vulneración de derechos humanos, pobreza estructural, corrupción, intervencionismos estatales funcionales a los intereses de quienes "intervienen", explican a un Nayib Bukele y su proyecto político de desarrollo nacional, que, centrado en la "idea-acción" de la seguridad pública, destaca en tan poco tiempo sobre una territorialidad (un Espacio Geográfico), que ha tenido persistentemente en la violencia un eje articulador de la organización sociopolítica del país; siendo sinónimo de AGOTE de una ciudadanía que está dispuesta a ceder derechos civiles, en orden a mayores grados de seguridad pública (estado de excepción permanente desde marzo de 2022).
El Salvador, integrante del Triángulo Norte (más Guatemala y Honduras), se transformó con el paso del tiempo en uno de los principales territorios de acogida de las Maras, organizaciones delincuenciales de compleja articulación, dado su también complejo nacimiento, explicado en el tránsito migratorio de salvadoreños, desde EE UU a Centroamérica, cuando los mismos fueron deportados a sus orígenes nacionales por su comportamiento en territorio estadounidense. Esto, anclado al complejo conflictual que ofreció la Guerra Civil salvadoreña (1979-1992), en cuanto consecuencia, entre otras, de la Guerra Fría (década de los 1970 con más énfasis) y los intervencionismos coloniales y postcoloniales anteriores (vigentes se indicará desde una perspectiva de análisis actual).
Es decir, el triunfo de Nayib Bukele se explicaría por una trayectoria de desaciertos políticos, sociales, económicos y políticos de elites nacionales e internacionales, sumándose las condiciones innatas que le provee su telón de fondo publicitario y, desde ahí, habilidad en el uso de las técnicas de marketing (político), permitiéndole que los tres ejes de gestión de su proyecto político centrado en a.- la seguridad pública (ataque a las pandilla-maras con encarcelamientos masivos), b.- cooperación internacional con la destacada participación china, a propósito de infraestructuras iconográficas de un imaginario nacional que se proyectaría en paz social y modernidad (biblioteca, estadio nacional, puerto y otras) y una c.- "reforma-reestructuración" del sistema político asociado al judicial, lo sitúe en el sitial político actual y expectante (nacional y latinoamericano, por lo menos).
En su discurso de victoria, Bukele profundizó su pretensión modélica de democracia, en cuanto la existencia de un partido dominante, una pulverizada oposición y una Asamblea Legislativa que bajó de 84 representantes a 60, donde 58 y más, responderían al partido dominante, Nuevas Ideas. Antes, logró la modificación del Poder Judicial a su favor (año 2021), el cual lo habilitó para ser candidato si es que presentaba una licencia de seis meses previa a la inauguración de un nuevo mandato en junio de este año, siendo avalado por el Tribunal Supremo Electoral.
Pero, además, hubo una reducción significativa del régimen político administrativo interior, reduciéndose las "comunas-municipios", hecho que, probablemente coincide con su reforma electoral-distrital de la Asamblea Legislativa, permitiéndole hasta el momento una concentración de poder, que por lo menos desde la ciencia política se indica todo lo contrario... a más concentración de poder, menos democracia y, por lo tanto, menos modélica. Pero, como lo afirmara Bukele en su discurso de victoria, el pueblo así lo ha dispuesto desde que llegó al poder nacional el año 2019.
¿Es luz para Latinoamérica? Sí lo es, no en el sentido positivo de la metáfora, sino más bien para constatar una vez más cómo la vulnerabilidad institucional, social y económica generan cobertura de instalación de liderazgos, que a partir de una pertinencia inicial de una política de seguridad pública que, aunque cuestionada en legitimidad interna y externa por vulneración de los derechos humanos, se impone ante el AGOTE de una comunidad nacional que precisa de mínimos civilizatorios de convivencia cotidiana.
Bukele, con estos resultados, tiene cobertura política de aprobación para colocar en valor su modelo político-democrático que, además, internacionalmente será objeto de profundización de intervención por parte de este sistema internacional de larga transición hegemónica, colocándose cual "espacio geográfico pivote" entre un bloque occidental liderado por EE.UU. (parte del patio trasero de este hegemón del norte) vs. el otro liderado por China, que a saber, puede arrogarse parte del éxito electoral del mandatario en su cuestionada re-elección (el órgano electoral salvadoreño, casi después de una semana celebrada la elección informó los cómputos oficiales, entregándole 82,6% de los votos, quedando pendientes las ratificación de votos y electos representantes de la Asamblea Legislativa), quedándose con una atractiva proyección de cooperación internacional para avanzar en su marco referencia global de la Franja y la Ruta.
Conviene indicar, a partir de los postulados del magistrado italiano antimafia Giovanni Tartaglia, que la política de "mano dura" pudiendo conseguir resultados muy buenos a mediano plazo, no puede sostenerse a largo plazo. Se puede lograr una "luz", pero puede provenir mucho de la pirotecnia. Sin embargo, los ejemplos mundiales como Italia muestran que la respuesta más importante contra la criminalidad y el crimen organizado es el fortalecimiento del estado de derecho, lo que implica capacitar a jueces, fiscales y policías; fortalecer las instituciones de combate de la criminalidad; generar marcos normativos modernizados para esos fines; modernización en el ámbito penitenciario; y por último, combate patrimonial al crimen, de donde emana el poder criminal organizado. Agregándose, desde el punto de vista internacional, la cooperación.
La fórmula de Nayib Bukele, esto es, seguridad pública más modificación sustantiva del sistema político salvadoreño más inserción internacional transicional, se constituye finalmente en una a observar críticamente, para fortalecer la institucionalidad democrática, profundizar la seguridad pública en el respeto irrestricto a los derechos humanos y tener temple en el cómo se consolidan las relaciones internacionales vía política exterior de los estados en este escenario transicional hegemónico de la política mundial.
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