El anuncio efectuado por el gobierno de Donald Trump de presentar a un nacional estadounidense para presidir la Banco Interamericano de Desarrollo incumple un acuerdo no escrito, pero plenamente válido, que su presidencia corresponde a un latinoamericano.
Este acuerdo de conducción de la entidad financiera no es un hecho de mero simbolismo, sino que obedece a sus objetivos, esto es, colaborar en la reducción de la pobreza en América Latina y el Caribe junto con fomentar un crecimiento sostenible.
El BID, cuyo capital ordinario de 105.000 millones de dólares, es la principal fuente de financiamiento multilateral para proyectos de desarrollo económico, social e institucional y promueve la integración comercial en la región.
Desde su creación en 1959 se entendió que un presidente de la institución proveniente de un país latinoamericano contribuiría a un mejor equilibrio y una mejor forma de abordar sus propósitos, a su vez la vicepresidencia la ocuparía un estadounidense.
A esto adhirió el presidente de Estados Unidos de la época Dwight D. Eisenhower y, simultáneamente, comprometió a su país como principal contribuyente.
La situación expuesta adquiere especiales ribetes si se tiene presente la impronta con la cual el presidente Trump aborda los temas internacionales, en particular los multilaterales.
En efecto, durante su periodo bajo el concepto “Estados Unidos primero”, ha mostrado su posición adversa a los compromisos en dicha esfera y la decisión de postular a un nacional de su país a presidir el Banco Interamericano parece inscribirse en tal conducta.
Ello se ve reafirmado por las características que posee la persona postulada por el gobierno norteamericano, Mauricio Claver-Carone, actualmente jefe para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad, que en su momento destacó por sus críticas al presidente Obama por su política hacia Cuba.
El poder de voto que tiene Estados Unidos en el Banco le permite, sumando a algunos obsecuentes, imponer su criterio y pasar a llevar el acuerdo existente. La diáspora observable en América Latina y el Caribe o la falta de respuesta oportuna tienden a favorecer los objetivos del presidente estadounidense.
En Chile lo que ocurra en el BID debiera llamar especialmente la atención, toda vez que nuestro país estuvo en la génesis de su creación y en el espíritu que lo funda.
Por ello se debiera buscar, con otros países latinoamericanos, la forma de coordinar una reacción. Es preciso tener presente que el reconocimiento al papel protagónico jugado en su momento indujo a que un chileno, el destacado abogado y economista Felipe Herrera, fuera elegido el primer presidente de la entidad (1960-1970).
Luego de Felipe Herrera han ocupado la presidencia de la institución financiera solo otras tres personas: el mexicano Antonio Ortiz Mena (1970-1988), el uruguayo Enrique Iglesias (1988-2005) y el actual presidente, el colombiano Luis Alberto Moreno (desde 2005). El presidente es elegido por periodos de cinco años, pudiendo ser reelectos.
Además de lo señalado en el sentido de haber procurado un equilibrio entre Estados Unidos y América Latina, el Banco Interamericano de Desarrollo se ha ganado un justo prestigio por su solidez institucional y por el cumplimiento de sus objetivos. Por tal razón ha servido de modelo para otras instituciones similares a nivel regional y subregional.
En la actualidad los temas prioritarios del BID son inclusión social e igualdad, productividad, inversión e integración económica. A ellos se agregan temas transversales como igualdad de género, cambio climático, capacidad institucional y estado de derecho.
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