Hacia enero de 2024, el entonces Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, evocaba en su discurso "Europa entre dos guerras" el peculiar "momento demóstenes" que experimentaba el Viejo Continente. Algo así como 2.375 años antes, un eximio orador ateniense, Demóstenes, redactaba sus Filípicas urgiendo a los atenienses a no ser meros espectadores pasivos ante el expansionismo del rey Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno, hacia el sur.
Para ello apelaba a la unidad interna y búsqueda de alianzas que permitiera entablar una resistencia anti-macedónica. Para el celebérrimo político, lo que se jugaba era ni más ni menos que la supervivencia de la forma democrática de su polis así como la libertad helénica. Para ello no escatimaba fabricar armas ni una movilización amplia de los griegos contra el agente exógeno.
Desde esta perspectiva la UE -al igual que Rusia la que considera inadmisible el avance de una alianza militar en el área de su "extranjero próximo"- entiende que tiene adversarios, internos y externos, con intenciones de hacer fracasar el proyecto unitario en tanto baluarte de valores de vocación universal, en virtud de particularismos nacionalistas. Se trata de un programa cultural que incorpora un modo de vida que pretende globalizarse con igual fuerza que el capitalismo y que hoy se auto-percibe amenazado en sus fronteras orientales: Ucrania y Medio Oriente. Por lo tanto, se interpreta al ataque ruso como no sólo contra Ucrania, sino que contra la democracia y la Unión Europea misma.
El estado de alerta contra la Rusia de Putin tuvo un precedente en la crisis de Crimea de 2014, y un ensayo de respuesta conjunta en la coordinación mancomunada de recursos tuvo una prueba crucial con la urgencia sanitaria del Covid-19D en febrero y marzo de 2020. Dos años después de la invasión de Ucrania mostró una cuasi unanimidad -con la excepción húngara- respecto a la apreciación de riesgo y su réplica. Se disminuyó drásticamente la dependencia de energía rusa, hasta entonces con 40% de participación en el mercado comunitario del gas. Simultáneamente se impusieron una batería de sanciones económicas sin precedentes contra Moscú. Y a pesar que no detuvieron la agresión a Ucrania, si mermó la economía rusa al precipitar la caída del valor del rublo y presionar la inflación. Este último un efecto que también se dejó sentir en Europa, sin contar que como observa Emmanuel Todd ("La derrota de Occidente", 2024), Rusia terminó por adaptarse al diversificar sus destinos de exportación de energía hacia otros espacios no europeos.
Tampoco puede omitirse la crucial asistencia militar europea a Kiev que sin duda ayudó a resistir la primera embestida, y que sostuvo las contraofensivas ucranianas posteriores. Hasta el año 2024, Europa en su conjunto suministró equipo bélico por cerca de 30.000 millones de euros. Lo anterior hace que los teóricos hablen de Guerra Proxi o por delegación. Para esta visión dejar a Ucrania sola no es opción ya que sumiría a Europa en la fragilidad, no sólo por la pérdida de un atalaya, sino por los efectos en la propia auto-confianza de la comunidad.
Sin embargo, y pesar que estos análisis identificaron precozmente el tipo de peligro que análogamente advirtió en el siglo IV AC, ahora encarnado en la política imperial de Putin, como de costumbre otro desafío no menor provino de más cerca, concretamente del otro vértice de Occidente: Estados Unidos de Trump. Aunque la narrativa habla comúnmente de los orígenes de Occidente enraizados en la antigüedad clásica mediterránea, el cristianismo, y el aporte germano desde el Norte (según Christopher Dawson, "Los orígenes de Europa", 1932), como concepto político adquirió operatividad en la Segunda Posguerra cuando se verifica una dinámica de interacciones e intercambios entre América Nor-atlántica y Europa vertidos en dos pilares: La cooperación militar en el marco de la OTAN (1949) y enseguida con el proceso de integración económica y política iniciado con la Comunidad Europea para el Carbón el Acero (CECA) en 1960 y la creación de la Comunidad Económica en el Tratado de Roma de 1957. El occidentalismo se vivió de distintas maneras como observa Robert Kagan en "Del paraíso al poder" (2003), mientras Estados Unidos optó por Leviathan Liberal, el estado de bienestar y la economía social de mercado fueron las enseñas europeas. Ambas orillas compartían una organización demo-liberal, que con el colapso de la Unión Soviética (1991) se pretendió exportar. Dicho consenso fue horadado.
En sus "aranceles recíprocos", Trump afirma que el 20% con que se grabaría el comercio europeo desde 1 de agosto es una respuesta al bloque comunitario que tendría 39% de media. Enseguida agregó: "Uno piensa de la Unión Europea es muy amigable: nos estafan". El presidente ejemplifica con la industria automotriz europea; que según él no tiene contrapartida en la recepción -por ejemplo- de las aves de corral.
Adicionalmente, hace una semana el presidente Trump pasó de nuevo a la ofensiva al anunciar que enviaría un primer conjunto de misivas generales "10 o 12 países" con la decisión de su Administración sobre qué aranceles arrancarán la fecha prevista. Aunque no detalló los países destinatarios las primeras cartas, ni qué gravámenes observarán, solo se refirió a los amplios tramos entre el "10 y el 20%" y "hasta el 60 y 70%". También Trump dejó caer la amenaza de 50% de aranceles sobre Brasil por el juicio a Bolsonaro, el 50% al cobre por considerarlo un recurso de seguridad nacional, y de 35% a Canadá por no cooperar -a su juicio- con su política combate al fentanilo. Varios economistas han manifestado dudas con unos aranceles que pueden incrementar la inflación, detener los recortes de los tipos de interés y, finalmente, ralentizar su el crecimiento.
Mientras tanto, Europa sigue esperando, en un desafío Demóstenes que podría acelerar su proceso de federalización en ciernes, cuestión a la que se opondrán los radicalismos populistas europeos que ya alcanzan cerca del 25% del Europarlamento. Sin embargo, el proceso de desenganche podría haber empezado: la brújula estratégica de la anterior comisión europea (2019-2024), la relación con la India a través de un plan de ruta de las especias que compita con la ruta de la seda, y sobre todo la próxima cumbre UE-Celac en noviembre próximo dan testimonio de aquello. ¿Qué diremos desde aquí?
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