Gobernantes extremistas

La democracia, en cuanto régimen político, cruza una etapa crítica, deficitaria o incluso de ausencia de proyectos económicos, sociales y políticos que alejó un sector importante de la ciudadanía de la toma de decisiones al decidir no votar y generó un aumento agresivo de la ultraderecha, cuyo discurso intolerante, ultranacionalista y xenófobo logró instalar gobernantes extremistas en diversos países.

El fenómeno es preocupante porque esos liderazgos se instalaron en la conducción de importantes países como los Estados Unidos, el Reino Unido, Brasil, por algún tiempo en Italia y fanáticos que se creen de ultraderecha desfilan iracundos por diversas ciudades de Europa, reivindicando la atroz experiencia del nazi fascismo en Alemania y otras naciones.

Pero, este giro a la derecha, con paradojales figuras ultra conservadoras que adoptan una  política extremista, permite ver en la práctica la inconsistencia esencial de estos seudo nacionalistas que han llegado al poder. Son agresivos, intolerantes, fanáticos, un día crean el desgobierno con sus dichos o acciones y al siguiente piden “orden”, en un típico doble discurso de ultraderecha.

Así, por ejemplo, el recién asumido líder británico, Boris Johnson, se empeña en imponer en Londres su posición extrema, de un Brexit sin acuerdo con Europa, un desenlace que provocaría un  grave desorden en el continente, incluso bloquea las sesiones del Parlamento, estando ya al borde que expire el plazo del 31 de octubre, para concordar las complejas condiciones de salida del Reino Unido de la Unión Europea, hasta ahora el más avanzado y trascendente acuerdo de integración económica y social de Estados soberanos que se haya dado en esta época.

La obstrucción del líder conservador al Parlamento, que agudiza el conflicto entre la oposición y el gobernante, dice que se hace en pos de la tradición y el nacionalismo. Con esa anacrónica bandera choca con Europa y se escinde de ella; al aislar su país no hace más que colocar, en la práctica, el futuro de la tan preciada tradición británica en manos de Trump qué pasa a ser su único aliado.

Ahora bien, es imposible que Johnson ignore que la ruptura traumática en la que está empeñado, puede ser catastrófica para la estabilidad de su nación y de Europa, dañando la vida de millones de personas, pero al impulso extremista que le guía, las graves tensiones que su conducta provoca, no le importan y parece pensar que gana fomentando el caos.

Con la misma lógica actúa Donald Trump, canceló en una de sus más publicitadas decisiones el Tratado de no producción y control de armas nucleares de alcance medio, existente desde los años 80, entre los Estados Unidos y la ex Unión Soviética, asumido por Rusia como continuadora de la anterior. El ultra nacionalismo reabre la confrontación entre los Estados Unidos y Rusia en una nueva carrera armamentista en el peligroso ámbito nuclear.

Ese Tratado que fue un aporte potente a la paz mundial, constituía uno de los logros más trascendentes de la política exterior del también republicano, Ronald Reagan y de su homólogo sovietico Mijail Gorbachov, ahora es abandonado irresponsablemente.

Asimismo, Trump mantiene una intensa y por momentos imprevisible confrontación estratégica con China y ejerce un constante hostigamiento a sus propios aliados de la Unión Europea, además, canceló los acuerdos del Presidente Obama con Irán y ahora decide proteger con fuerzas militares a la monarquia ultra conservadora de Arabia Saudita, una decisión que en lugar de estabilizar la situación agudiza la tensión en el Oriente Medio, acentuando los focos de conflicto que la estremecen.

El enfoque de patrón de la globalización que tiene Trump lo hace desconocer el impacto del cambio climático y oponerse a los compromisos internacionales de carácter multilateral sin atender las argumentaciones científicas ni el clamor ciudadano que sin precedentes y en forma transversal se ha formado globalmente.

Ese enfoque autoritario se conecta con su ruda política interna, que practica la xenofobia contra la inmigración y un crudo racismo que discrimina a un amplío sector de la población del propio Estados Unidos.

En Latinoamérica, desde Brasil, la conducta ultra nacionalista de Jaír Bolsonaro omite cualquier dato de la realidad para justificar y reivindicar su irresponsable comportamiento en la tragedia ecológica del Amazonas, en la persecución de las comunidades indígenas y el asesinato de sus voceros, en la violenta intervención policial de Río de Janeiro y otras ciudades, así como, para ignorar las consecuencias de su violenta misoginia y rabiosa homofobia que agravan la cruda intolerancia por la condición sexual y la aberrante discriminacion de género, que han constituido durante siglos valores preponderantes de la oligarquía en Brasil.

Un momento de debilidad de las fuerzas políticas de izquierda y de centro, en las ideas y liderazgos, divisiones estériles, irrefrenables personalismos y el impacto de hechos tan nocivos como la corrupción, han aumentado estas expresiones regresivas que ofreciendo una “grandeza” nacional imposible de alcanzar consiguen el apoyo de sectores sociales desencantados por las carencias institucionales y programáticas de los Partidos y movimientos que en forma tradicional han respaldado.

Hay un retroceso democrático que se alimenta del recrudecimiento de una retórica  ultra nacionalista y con el desencanto hacia la política, que posibilita que gobernantes extremistas puedan provocar una confrontación, tanto en sus entornos regionales como globalmente, de nefastas consecuencias.

Ante ello, hay que recomponer propuestas nacionales de reformas y transformaciones sociales que estén debidamente fundadas en sustantivas perspectivas programáticas, así como, en mayorías de amplia base de sustentación, capaces de abrir paso a su puesta en práctica en las diferentes naciones.

Los gobernantes extremistas no deben proliferar. En Chile ya se conoce lo que hizo la ultraderecha desde la dictadura.

Por eso, no se puede desatender el riesgo del extremismo ultra conservador, hay que fortalecer la gobernabilidad democrática y prepararse para presentar una alternativa de gobierno con inequívoco sentido social y responsabilidad política.

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