Hacia el declive de la Europa neutral

Al cumplirse tres meses de la invasión rusa a Ucrania se produce una de las derrotas estratégicas más importantes para la seguridad de la potencia euroasiática: el abandono de la histórica neutralidad por dos países escandinavos, como son Suecia y Finlandia.

A lo anterior hay que agregar el acercamiento de Suiza a la OTAN y la posibilidad de que otros países neutrales se acerquen a la alianza atlántica, especialmente Irlanda y, aunque menos probable, también Austria. Una de las causas de la invasión rusa estuvo en la ferviente oposición de Moscú a la expansión de la OTAN y, muy particularmente, a su ampliación hacia Ucrania. Con el pedido formal de adhesión de Estocolmo y Helsinki a la alianza noratlántica, hacia mayo de 2022, Moscú ha conseguido exactamente lo contrario a lo que deseaba, lo que sin duda representa un sustantivo fracaso estratégico.

Finlandia comparte alrededor de 1.300 kilómetros de frontera con Rusia y había mantenido una neutralidad desde la Segunda Guerra Mundial. En virtud de un Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua, suscrito por ambos Estados en 1948, Helsinki se comprometía a permanecer al margen del conflicto entre Este y Oeste, característico de la Guerra Fría. Posteriormente, con la disolución de la Unión Soviética, ese tratado dio paso a uno nuevo, que establecía la resolución pacífica de las controversias bilaterales.

En el caso de Suecia, su neutralidad es más antigua, remontándose hacia el siglo XIX, con lo cual permaneció neutral en las dos guerras mundiales. Es conocido el papel de no alineamiento ejercido por Estocolmo durante la Guerra Fría. En particular, el mandato del primer ministro Olof Palme, entre 1982 y 1986, se caracterizó por su crítica tanto a la política exterior de Washington como de Moscú, así como al armamentismo y un acercamiento al movimiento de países no alineados. Además, Palme encabezó la comisión que llevó su nombre y que presentó un esquema de seguridad común a la ONU, que contemplaba la desnuclearización de Europa.

Por su parte, Suiza, un Estado europeo -que a diferencia de Finlandia y Suecia- no forma parte de la Unión Europea, tiene un histórico status de neutralidad que se remonta a 1815, cuando el Congreso de Viena consagró esta norma, reafirmada en la Convención de La Haya en 1917. Sin embargo, desde la invasión rusa a Ucrania, Berna se ha acercado a la alianza atlántica, al punto de que el Ministerio de Defensa anunció, a mediados de mayo, que estaba elaborando un informe de seguridad, que contemplaría ejercicios militares conjuntos con la OTAN, lo que significaría que habría cambios en la forma en que se entiende la neutralidad.

En lo que se refiere a Irlanda, su neutralidad está enraizada desde su independencia del Reino Unido en 1916 y consagrada en el Tratado Anglo-Irlandés de 1922. Posteriormente, Irlanda, inmersa en una guerra civil, reafirmó este status durante la Segunda Guerra Mundial y durante todo el periodo de la Guerra Fría. A partir de la invasión rusa a Ucrania, en febrero de 2022, Dublín ha reafirmado que no abandonará su neutralidad militar, pero que sí prestará ayuda a Ucrania. El primer ministro, Micheal Martin, ha reiterado que la neutralidad militar no significa neutralidad política, por lo cual Dublín está comprometido con un decisivo apoyo a los valores democráticos y a Ucrania. Por su parte, la neutralidad de Austria está consagrada en el Tratado de Estado, firmado en 1955, por Francia, Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Soviética, por el cual el país recuperó su independencia.

En particular, la potencia euroasiática decidió retirarse militarmente de Austria a cambio de una declaración de neutralidad de Viena, que le ha impedido integrarse en la OTAN. En mayo de 2022, el gobierno austriaco ha confirmado su status neutral y su oposición al ingreso a la OTAN.

En consecuencia, el abandono de una neutralidad de 80 años en el caso de Finlandia y de 200 años en lo que se refiere a Suecia, así como el replanteamiento de Suiza, muestran que estamos en una nueva época, ante un hecho histórico, marcado por la invasión rusa, que contempla nuevos e importantes desafíos para la seguridad europea y global. Ciertamente otros países, como Irlanda y Austria, están más lejos de la alianza atlántica. Sin embargo, el devenir de los acontecimientos en la guerra de Ucrania podría eventualmente acercar a estos países a la OTAN. Difícilmente se pensaba hace seis meses atrás que Finlandia y Suecia se integrarían a la alianza, pero los acontecimientos se han desarrollado tan rápidamente que ambos decidieron cambiar su política de neutralidad.

Terminada la neutralidad de Suecia y Finlandia, una vez producido su eventual ingreso pleno a la alianza atlántica, la Europa neutral pierde a dos de sus socios más importantes, y se encamina rápidamente hacia un alineamiento central con sus pares europeos y norteamericanos representados estos por EE.UU. y Canadá. Existe un fuerte convencimiento europeo y noratlántico de que la OTAN es la principal defensa frente a la creciente amenaza que representa el régimen de Putin.

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