Israel elige a Netanyahu nuevamente ¿por qué?

Ingrid Hecker Perry
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El tema es un misterio para muchos. La campaña política de Benjamín Netanyahu ganó fuerza en el momento en que eliminó la posibilidad de la creación de un Estado palestino durante su mandato y continuar con los asentamientos judíos en las tierras ocupadas.

¿Por qué los israelíes apoyan nuevamente políticas que prometen fricciones de todo tipo, y que diluirán el carácter judío de un Estado que les ha costado tanto sudor y lágrimas  al convertirlo eventualmente en una cuestión inseparable de los millones de palestinos que viven en la ribera occidental y Gaza?

La respuesta se encuentra en los detalles de una adivinanza tan compleja que la dinámica de la democracia está casi inhabilitada para contenerla. De manera significativa, quizás, la campaña de Netanyahu ni siquiera se basó en la gran cuestión estratégica que se presenta ahora como habiendo decidido las elecciones; a su vez, la oposición se comprometió a enfrentar cuestiones económicas básicas, como el costo de la vida, y problemas como el serio problema habitacional que castiga a la sociedad y que tuvo en pie de guerra y protestas a miles de ciudadanos acampando en la ciudad de Tel Aviv y otras.

El resultado podría haber sido diferente bajo circunstancias que forzaran la cuestión palestina sobre la mesa. O si acaso las iniciativas de boicot internacional empiezan a pesar económicamente sobre un país que aprecia su alto nivel de vida, o si los europeos que constituyen el socio comercial más importante de Israel, se pusieran en las ‘coloradas’, o los EEUU intervinieran con proposiciones de paz que tuvieran un peso y significado real.

Otro elemento real de cambio sería si la oposición moderada se uniera en torno a un candidato realmente carismático después que una línea sucesiva de líderes no fueron percibidos por un sector importante del pueblo votante como alguien efectivo y decisivo para el desafío actual.Quizás el último de los líderes laboristas que logró un efecto importante y decisivo fue el entonces ex jefe militar Ehud Barak, quien triunfara en las elecciones de 1999.

Algunos elementos que a mi juicio podrían ayudar a explicar los resultados de la elección del martes 17 de marzo de 2015, en las cuales el partido Likud de Netanyahu (extrema derecha) ganara 30 de los 120 representantes del parlamento israelí, (Knesset) y partidos que están aparentemente dispuestos a apoyarlo en un futuro gobierno, ganaron 37 representantes más para una posible mayoría parlamentaria. ¡En total, 67 puestos!

La ribera occidental es valiosa, la región amenazante.

Son muy pocos los israelíes que consideran la ocupación de la zona como algo puramente nacionalista, egoísta o anti-palestina, aunque esa es la narrativa que tiene popularidad en la región y en el mundo. Desde una perspectiva palestina, ambas, la Ribera Occidental y la Franja de Gaza constituyen un quinto de la Palestina histórica, el mínimo común aceptable para aceptar formalmente la existencia de Israel.

Pero, lo que los israelíes ven es un límite pre-1967 que es básicamente una línea de cese de fuego de la guerra de 1948-49 que dio origen al país. Sin la Ribera Occidental, Israel es solamente cerca de 10 millas (15 kilómetros) de ancho en su punto más estrecho.  Dichas posiciones (tierras) tienen una altura estratégica y se extienden sobre ciudades israelíes; por ejemplo, en un día despejado son visibles desde las afueras de Tel Aviv y rodean a Jerusalén por tres costados. Los israelíes temen que si el ejército se retira, éste va a ser reemplazado no por palestinos moderados y pacíficos, sino que por las fuerzas amenazantes de Hamas, quien se apoderó de la Franja de Gaza poco después de que Israel se la entregara pacíficamente y a gran costo social y cultural, al gobierno de la Autoridad Palestina de Mahmoud Abbas in 2005.

El hecho de que los militantes del Estado Islámico amenazan ahora de manera sangrienta y criminal a toda la región y otras, no constituye precisamente una ayuda y fue explotado por Netanyahu durante una campaña propagandística en la que se mostró en un aviso televisivo, a dichos islamistas/terroristas,  avanzando sobre Jerusalén y a los “ingenuos izquierdistas israelíes”, mostrándoles el camino jugando el papel de poco menos que traidores.

La paz es incierta de cualquier manera.

Han sido muchas las oportunidades en que distintos gobiernos israelíes han ofrecido la creación de un Estado palestino a los residentes de Gaza y la Ribera Occidental. Un cuarto de siglo de negociaciones inútiles parecen emanar de la negación continua de Israel a aceptar el retorno de los refugiados palestinos y sus descendientes, quienes potencialmente son millones, y de la tremenda dificultad de compartir la ciudad de Jerusalén. La idea de que una zona limítrofe cruce por ella (con policías palestinos controlando las entradas a la Ciudad Vieja que está cercana a los bares, hoteles y restaurantes del centro de la ciudad) es sencillamente inaceptable para muchos israelíes.

Es porque muy pocos piensan que un acuerdo de paz sea posible, que la oposición simplemente evita el tema.  En caso de ser elegidos, es posible que ofrezcan algún tipo de concesiones.Por ejemplo, retiro unilateral de tropas de ciertas áreas; quizá presionar por un acuerdo interino que hoy en día los palestinos rehúsan considerar  y sin duda, una moratoria total a la construcción de asentamientos. Muchos israelíes se consuelan con las ‘islas’ de autonomía palestina que se establecieron en 1990 en la Ribera Occidental. Pero el tema es tan complicado, que han encontrado miles de dificultades para ‘marketear’ dichas posiciones.

La tribu como factor.

La fracturada política israelí deja poco espacio para la maniobra. Una mirada al mapa electoral muestra una proporción enorme del parlamento que prácticamente garantiza la tendencia hacia intereses sectarios y étnicos. Más de una tercera parte del nuevo parlamento, estará conformado por partidos que benefician a ciertos grupos y tienen una casi total garantía de votos que tiene muy poco que ver con la cuestión palestina: árabes israelíes, inmigrantes rusos, judíos sefaradíes de inclinación tradicionalista y diferentes colores de judíos religiosos de tendencias generalmente derechistas.

Incluso los partidos mayoritarios, que teóricamente representan una ideología, motivan también a grupos específicos. Esto es especialmente cierto del LIKUD, que tiene una base tremendamente leal entre la clase obrera israelí que desconfía de todo lo árabe y que tiende a ser fundamentalmente de línea dura. Resienten aún hoy en día, el ‘status quo’ izquierdista fundador del Estado moderno de Israel, por la recepción que les brindara como inmigrantes hace medio siglo atrás. Muchos de ellos, hablan del partido de derecha como su ‘hogar’, y que ‘está en nuestra sangre’ y por lo tanto, es inconcebible ‘traicionarlo’. Como si esto fuera poco, el sector religioso ortodoxo y ultra-ortodoxo, alineado con la derecha tiene el índice de natalidad más alto del país y por lo tanto, cuenta con una ‘cosecha’ de votos automática y creciente.

Rex Bibi.

Netanyahu, conocido popularmente como BIBI, es un político de campaña brillante que no solamente hace y dice lo necesario para ser elegido (como dos semanas antes de las elecciones decir que bajo su mandato jamás habría un Estado Palestino…) sino que además parece muy cómodo con tal predicamento. En la última semana, se percató de que la percepción de la victoria, en el fragmentado espacio político israelí, dependería más de su partido (LIKUD) que del bloque que lo apoyaba. Y sin dudarlo, se inclinó hacia la derecha, captando votos de su aliado nacionalista, el ‘Jewish Home’ (Hogar Judío).

Por lo tanto, el martes de las elecciones emitió advertencias pesimistas y atemorizantes acerca de que los ciudadanos árabes colmaban los lugares de votación, lo que escandalizó a muchos israelíes y fue tildado de racista. Unos cuantos días antes, había alarmado a la población en torno a una conspiración internacional dispuesta a “derribarlo”. (¡!)

Y como dije anteriormente, energizó a su base declarando que si era re-elegido, nunca permitiría la existencia de un Estado palestino, que ya no creía (de nuevo) en la solución de dos Estados independientes co-existentes en la región.  Con ello, ignoraba una declaración del 2009 en la que ya había revertido su posición anterior. Pero es tal el grado de cinismo existente en la política israelí, que muchos vieron estas ‘vueltas y revueltas de chaqueta’ como parte del quehacer del sport político del país.

También resultó efectiva la presencia bastante controversial de Netanyahu en el Capitolio de los EEUU (Congreso) dos semanas antes de las elecciones invitado por el partido republicano, en donde presentó su argumento (bastante cuestionado internacionalmente, incluso por personal del servicio de inteligencia israelí, la Mossad en sus aseveraciones) en contra del Presidente Barack Obama en torno a un acuerdo nuclear con Irán.

Mortificados y angustiados, la oposición israelí no pudo argumentar en contra de lo sustantivo del discurso – pero advirtieron que se venía una crisis considerable con los EEUU. La respuesta relativamente cortés y gélida de la administración Obama fue, al menos para los que apoyan a Netanyahu, otro signo de que tenía todo bajo control.

Pruebas al canto. A dos días después de ser elegido, sostuvo que lo habían mal interpretado, que todavía creía en la creación de un Estado palestino… ‘pero que aún no era el momento preciso’.El juego del cinismo político en su máxima expresión se ha hecho realidad una vez más.

Así las cosas, el presidente Obama lo llamó para felicitarlo por su triunfo electoral, pero la advirtió cautelosamente (por primera vez en la historia de la relación estrecha entre ambos países) que la administración revisaría su política en torno a Israel. Una situación nunca vivida desde la creación del Estado moderno de Israel. La tensión es evidente.

La situación es compleja y difícil. Se puede entender que Netanyahu haya jugado todas las cartas, limpias y sucias, para ser re elegido, pero lo que preocupa sin límite es el comportamiento de la mayoría del público votante israelí,  que se deja persuadir por un discurso racista, belicista y xenofóbico. Y la incapacidad de la izquierda opositora por convertirse en un camino viable, creíble y sostenible para toda la sociedad israelí. Triste e inaceptable.

Como decían por ahí hace unas cuantas décadas en otros lados del mundo, la lucha continúa.No queda otra. A revisar, a replantear, a enmendar rumbos, a aprender de los errores, es un desafío enorme para la izquierda y para los partidos políticos que comienzan a levantarse como opciones reales, como Meretz. Las perspectivas actuales son las peores.

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