La muerte de John Mc Cain saca a la luz aspectos destacables de una persona pública, cuyo fallecimiento incluso es lamentado por su ex carcelero del Vietcong. Si debo quedarme con una de las múltiples anécdotas que lo retratan elijo aquella en que una de sus seguidoras comentó que Barak Obama era “árabe y desleal” a lo que Mc Cain respondió “no señora, es un decente hombre de familia, un ciudadano con el que tengo desacuerdos en asuntos fundamentales y en eso consiste la campaña”.
Esa frase retrata a una persona criteriosa y sin fanatismos, que es capaz de encontrar cualidades en sus adversarios políticos y utilizo la palabra adversarios en vez de enemigos, porque eso eran para John Mc Cain.
En ese mismo sentido, si ustedes ven y escuchan las elegías o discursos de despedida en su honor realizados en la Catedral Nacional de Washington por parte del ex Presidente Obama, del Vicepresidente Joe Biden - ambos demócratas -, del ex Presidente George Bush y del ex Secretario de Estado Henry Kissinger, ambos republicanos, apreciarán el respeto que provocó entre sus pares, adversarios y amigos este padre de familia, religioso, héroe de guerra y Senador Republicano por Arizona. Tal como dijo el ex Vicepresidente Joe Biden, “I am a democrat and i love John Mc Cain”.
Por contrate, somos testigos hoy en nuestro Chile, todos los días, de un enfoque lamentable y maniqueo, de blanco y negro, de soluciones de izquierda o de derecha, siendo que la inteligencia dicta que las soluciones no tienen partido y en el mundo moderno, pasan muchas veces por la tecnología y no por la política.
Los políticos de antaño cambiaban de opinión, lo que demostraba su calidad de personas pensantes y racionales. Cuando le preguntan a John Maynard Keynes porque se contradecía con algo que había afirmado previamente, simplemente explicaba “cambio de opinión cuando tengo nueva evidencia, ¿Usted no?”
Volviendo a McCain, el mundo debe lamentar la partida de un hombre valiente, testarudo y reconocido patriota, un verdadero ejemplo a imitar, pues puso el servicio público por sobre sus intereses personales.
Cuando se le ofreció salir de prisión en Vietnam, dada su calidad de ser hijo del entonces Almirante de cuatro estrellas y Comandante de la Flota del Pacífico con sede en Hawaii, - con competencia sobre Vietnam- , rechazó tal ofrecimiento si no se le aseguraba que sus compañeros de celda también serían beneficiados. Por ello, pasó cinco años en prisión, siendo además torturado durante ese período.
Se sobrepuso a los problemas físicos heredados de la prisión. Quedó cojo y sin poder peinarse, porque los brazos no podía levantarlos mucho. Y eso que debió pasar por años de tratamientos para recuperarse. Ya al final de su vida, tendría que luchar contra el cáncer y lo hizo con entereza, con esa fuerza que lo caracterizó, manteniendo su confianza en Dios y en su país.
En su emotivo mensaje de despedida, Mc Cain exhorta a su país no construir murallas (alusión al muro en límite con México que pretende Trump) sino echarlas abajo.
Es también otra alusión a la frase de Ronald Reagan a Gorbachev cuando en visita a Berlín le pide echar abajo ese muro. A sus compatriotas les invita a no desesperarse en las dificultades presentes, y a creer siempre en la promesa y la grandeza de América, porque nada es inevitable aquí. Los americanos nunca renuncian, nosotros nunca nos rendimos. Nosotros nunca nos escondemos de la historia. Nosotros hacemos historia.
Finalmente, John Mc Cain pidió ser enterrado en una sencilla ceremonia privada en la hermosa ciudad de Annapolis, porque allí está su Alma Mater, La Academia Naval de los Estados Unidos de América.
Quienes hemos tenido la fortuna de conocer esa Academia, podemos dar fe de la excelente elección que hizo el Senador Mc Cain para descansar en paz.
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