El 8 de diciembre de 2024, con la caída de Bashar al Assad en Siria, se produce el término de una época en la que primero Hafez al Assad y luego su hijo gobernaron durante 53 años; ambos de una minoría religiosa chiita, denominad alauita, y militantes del Partido Baaz. Este es un movimiento formado en 1947, tras la independencia siria de Francia, que se ha caracterizado por ser nacionalista árabe, laico, defendiendo un "socialismo árabe". También el expresidente de Irak Saddam Hussein, sentenciado a muerte y ahorcado en 2006 por crímenes contra la humanidad, pertenecía a él.
Hafez, quien ocupó la presidencia siria desde 1971 a 2000, defendió un carácter estrictamente laico del Estado, así como un panarabismo, que buscaba la asociación con otros Estados árabes, que incluyera a Egipto, Libia y Sudán. Una de las principales acciones que llevó a cabo Siria durante su mandato fue la Guerra de Yom Kipur, en octubre de 1973, que lo enfrentó a Israel con el objetivo de recuperar las Alturas del Golán, que habían sido conquistadas por el Estado judío en 1967, durante la Guerra de los Seis Días.
A pesar de contar con el apoyo egipcio en la guerra, las fuerzas sirias fueron nuevamente derrotadas en 1973, tras lo cual se firmó al año siguiente un acuerdo de alto el fuego con la mediación de Estados Unidos. Con la desintegración de la Unión Soviética, en 1991, el gobierno de Al Assad acelera su debilitamiento, debido a la importante alianza política y militar existente entre Damasco y Moscú.
En 2000, tras el fallecimiento de Hafez, asume su hijo Bashar. El principal acontecimiento que debió enfrentar éste fue la guerra civil que se originó en 2011, a la luz de la denominada "primavera árabe", y que tuvo varios estadios y consecuencias, como la entrada del Estado Islámico en partes importantes del territorio sirio e iraquí, conformando un califato; la utilización de armas químicas por parte del régimen de Damasco en contra de las fuerzas rebeldes, el ingreso de Rusia en apoyo a Siria y la disolución del califato.
Cuando parecía que el régimen sirio se había recuperado de la larga guerra civil y había reanudado sus lazos con los Estados árabes y la Liga Árabe, una ofensiva apoyada por diferentes grupos rebeldes y con el firme sostén de Turquía, iniciada a fines de noviembre de 2024, logró finalmente conquistar ciudad tras ciudad hasta entrar a la capital y producir la caída de Bashar al Assad, en el lapso de 11 días.
Hay varios factores que explican la caída del régimen sirio, siendo uno de los más importantes el que dice relación con el debilitamiento de las fuerzas, estatales y no estatales, que lo apoyaban. Por una parte, Rusia e Irán se han visto fuertemente debilitados por la guerra en Ucrania y por el enfrentamiento con Israel, respectivamente. Por otra parte, Hezbolá, movimiento islamista proiraní con presencia en el Líbano, ha sido afectado duramente en su capacidad militar por Israel, quien ha hecho desaparecer su cúpula militar, encabezada por Hassan Nasrallah.
Tras la caída del régimen sirio, el movimiento dominante es Hayat Tahrir al Sham (HTS), en español Organización de Liberación del Levante, conocido anteriormente como Frente Al Nusra, que fue una rama de Al Qaeda, ahora dirigido por Abu Mohamed al Julani. Esta agrupación se distancia del Estado Islámico, que también ha tenido protagonismo en la guerra civil siria. Mientras el HTS ha tenido como objetivo construir un emirato en territorio sirio, el Estado Islámico ha buscado constituir un califato mundial.
Estas no son las únicas fuerzas rebeldes. Existen también milicias kurdas agrupadas en las Fuerzas Democráticas Sirias, que han recibido el apoyo de Estados Unidos, y que son fuertemente combatidas por Turquía. Además, hay varios otros grupos menos centralizados, algunos enfrentados entre sí, que conforman lo que se conoce como Ejército Nacional Sirio. Algunas de estas milicias han recibido el apoyo de Turquía.
En este contexto de múltiples actores que empiezan a dominar el nuevo panorama político y militar sirio, resulta difícil prever cuál será el futuro inmediato de este país. El escenario más optimista sería el de la moderación en el discurso del HTS y de su líder, conducente a negociaciones entre los diferentes grupos para una transición política con un gobierno compartido, lo que, además, podría contar con el respaldo de las organizaciones internacionales.
Otros escenarios posibles podrían ser el de un enfrentamiento armado entre las diferentes milicias, lo que conduciría a una guerra civil entre facciones religiosas y étnicas, como ha sucedido con Libia una vez derrotado Gadafi; o bien la instalación de un régimen de corte islamista radical, como el que existe actualmente en Afganistán. Un escenario todavía más catastrófico sería el de una partición de Siria, sea a partir del enfrentamiento armado entre grupos rivales y/o la intervención directa de potencias globales, como Estados Unidos y Rusia, y regionales como Turquía e Israel.
Con todo, con la caída del régimen de Assad se constata la crisis quizás definitiva de las distintas versiones del panarabismo y del nacionalismo árabe las que, en base a un modelo laico y arreligioso, buscaban la integración de los distintos Estados árabes en una patria común. El proceso de debilitamiento del nacionalismo árabe es una tendencia que viene desde la Guerra de los Seis Días (1967), que incluye varias etapas (Guerra de 1973, Primavera Árabe 2011), siendo la más reciente la caída de la dinastía Assad.
Sobre las ruinas del nacionalismo árabe, surge, con creciente fuerza, una tendencia islamista, que es muy heterogénea y que encuentra espacios y territorios en diferentes partes, ahora no del mundo árabe, sino del conjunto del mundo musulmán, como lo muestran, entre muchos otros casos, la Revolución Islámica en Irán (1979), la constitución de Hezbolá (1982) y de Hamás (1987), la victoria del movimiento talibán en Afganistán (1996), la aparición de Al Qaeda y del Estado Islámico. Así, no es posible dilucidar todavía cuál será el camino que seguirá Siria en este complejo tramado de actores, tendencias y procesos del Medio Oriente.
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