La derrota moral de Evo

Uno de los defectos más peligrosos que puede tener un líder político, es no saber perder. El ahora ex presidente de Bolivia Evo Morales, demostró tenerlo en más de una ocasión.

En febrero de 2016 mediante un referendo, intentó anular la limitación de la constitución boliviana, que no le permitía por aquel entonces gobernar más de dos períodos. El 51% marcó NO en las urnas. Pero tras perder el referendo, el partido de Evo Morales presentó un recurso acogido por el Tribunal Constitucional, que acabó mañosamente con la limitación sobre los mandatos consecutivos.

El 27 de noviembre de 2017, a través de twitter Evo Morales escribió: "Una de las vías constitucionales planteadas por movimientos sociales en diciembre pasado ha sido reconocida: estamos habilitados para que el voto del pueblo defina darnos su apoyo para una nueva gestión. La Revolución Democrática y Cultural sigue. ¡Hasta la victoria siempre!”

Casi un año más tarde, la derrota vendría en el plano internacional. Tras la demanda marítima presentada en 2013, la Corte Penal Internacional de Justicia de la Haya, resolvió que Chile no está obligado jurídicamente a negociar un acceso soberano al océano Pacífico para el Estado boliviano. Según informó el presidente de la instancia "la decisión fue tomada por una votación de 12 votos a favor de Chile y 3 en contra".

El fallo significó un revés judicial para Bolivia, pero además una fuerte derrota política para Evo Morales, quien había hecho de la causa marítima, uno de los ejes centrales de su gestión.

El día del fallo desde la propia ciudad de la Haya, Evo Morales twitteó: "Quiero decirle al país que, pese al informe de la #CIJ, que ha sido injusto, la lucha del pueblo boliviano sigue. Lo importante en este momento es que, aun siendo un resultado que no hace justicia, hay una Corte Internacional que reconoce que existe un tema pendiente con #Chile".

Los conocidos sucesos que rodearon las recientes elecciones en Bolivia, también tienen este componente. Según sus leyes electorales, para vencer en primera vuelta un candidato debe obtener el 50% más uno de los votos, o al menos 10 puntos de ventaja sobre el segundo más votado.

A diferencia de las tres elecciones presidenciales anteriores (en 2005, 2009 y 2014), el pasado 20 de octubre Evo Morales no superó el 50%. Según los resultados del Tribunal Supremo Electoral, Morales alcanzó el 47,08% superando por poco más de 10 puntos (10,57%) al opositor Carlos Mesa, quien obtuvo el 36,51%. De acuerdo a este cómputo final, que llegó cinco días de después de las elecciones, y en medio de acusaciones de fraude, no habría segunda vuelta.

En las elecciones parlamentarias los resultados no fueron estrechos. El Movimiento al Socialismo (MAS), partido de Evo Morales, logró 67 de los 130 escaños de la Cámara de Diputados. En el Senado de un total 36, conquistó 21. Con 50 diputados y 14 senadores se quedó la coalición que respaldó a Carlos Mesa, Comunidad Ciudadana. Con 9 diputados, debió conformarse el Partido Demócrata Cristiano, y con 4 el Movimiento Demócrata Social.

Pese al triunfo legislativo de su partido, en lo individual Morales fue incapaz de reconocer el evidente retroceso del respaldo ciudadano a su figura. Evitó la segunda vuelta, porque para él ya significaba una derrota personal. La derrota moral vino días después, cuando la OEA detectó irregularidades en el proceso. El borrón y cuenta nueva, ofrecido por Morales el pasado domingo, cuando convocó a nuevas elecciones, duró sólo unas horas.

En el juego político, resulta indispensable seguir las reglas juego. Sobre todo, considerando que los derrotados siempre son la mayoría, y los ganadores pocos. El tres veces Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, se acostumbró a ganar, pero nunca supo aceptar sus derrotas. Un defecto que al final pagó caro.

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