La noticia del 2014: normalización de las relaciones Cuba-EEUU y el comienzo del fin del embargo

Pocos saben que los estadounidenses de la llamada “Sección de Intereses” de La Habana enfrentan un doble aro de restricciones provocadas por su propio país. Primero, les estaría vedado poder viajar a Cuba de no ser por su calidad de diplomáticos estadounidenses. Con ese tema ya resuelto, caen en otro perímetro de prohibición: no pueden abandonar el casco urbano de la capital cubana sin autorización del gobierno de la isla.

Es decir, el paraíso bellísimo de Varadero está a varias horas de peticiones justificadas de esos funcionarios y el criterio del gobierno de Cuba. ¿Qué otra justificación puede haber sino simplemente rogar por un fin de semana de regocijo de la vida en las olas de Varadero?

Dejar a esos funcionarios con el castigo de la ausencia de arenas blancas y el disfrute de la compañía siempre bienvenida de la cubanía y sus cubanos refleja, sin embargo, la añosa ley de reciprocidad que gobierna los gestos políticos diplomáticos.

Todo comenzó con la orden un tanto no placentera ni elegante del presidente Bush (el hijo, aunque adjudicárselo al padre es un poco lo mismo) de no permitir a los diplomáticos cubanos de la Sección de Intereses de Washington DC traspasar el límite geográfico que marca la carretera 495, un aro concreto, cual muro berlinés en plena capital de Estados Unidos, que circunvala más o menos el Distrito de Columbia. Claro que no es lo mismo perderse las aguas tibias del Caribe cubano que las aguas frías de la Bahía de Chesapeake.

Este hecho, de juego de restricciones mutuas, que quedarán pronto quizás para la historia como parte de un anecdotario curioso o ridículo de pueblos a solo 90 millas de vuelo, representa el estado de relaciones sui generis entre la potencia del norte y la isla revolucionaria.

Lo fundamental: el anuncio histórico del presidente Obama este reciente 17 de diciembre marca en rigor no un cambio de política de Estados Unidos hacia Cuba, sino más bien el reconocimiento obligado de parte de Washington de las circunstancias reales de la situación de esas relaciones.

Lo más importante, viene a reconocer la normalidad de Cuba frente al planeta, solo negada a ser vista por Washington debido a las anteojeras ideológicas del anticastrismo acérrimo de los pasillos políticos de DC y Florida, cada vez más aislados en su posición contra la integración.

Reconocer lo ya existente

Por ejemplo, está el tema del anuncio del presidente Obama sobre la reanudación de relaciones diplomáticas. Pero hay que aclarar que siempre han existido representaciones diplomáticas en La Habana y Washington, con sus respectivas edificaciones, enormes.

Aunque, claro, el sinsabor y sinsentido de la guerra fría las hizo llamarse “secciones de intereses” y no “embajadas”, simulando estar bajo el protectorado de Suiza. Pero ambas representaciones, sus inmuebles y personal, están ubicados en el respeto geográfico que marca la diplomacia, es decir, gozan de inviolabilidad y son un rezago de soberanía en sus respectivos países, como es el caso de todas las embajadas del mundo.

Ambas embajadas (es decir, “secciones de intereses”), pertenecen a sus respectivos países, no a Suiza, como mucha gente cree. Ambas naciones han estado conviviendo de esa forma eufemística “sin relaciones diplomáticas”, nombrando embajadores (que no se llaman embajadores en el papel frío), realizando trámites consulares cotidianos (sí, se llaman “consulados”), cobrando en dólares o en pesos cubanos a los respectivos nacionales de uno u otro país, emitiendo visas de viaje de todo tipo, y un largo etcétera de cotidianeidad.

Es decir, gerenciando de forma más o menos expedita todo lo que implica una frontera compartida (en este caso, marítima y aérea, a un paso de distancia entre ambas costas). El anuncio de Obama de “iniciar conversaciones para reanudar las relaciones diplomáticas y establecer embajadas mutuas” es, en ese sentido, simplemente el anuncio público de una dinámica de facto que ha matizado por décadas las relaciones entre ambos países.

Obama también anunció la eliminación de Cuba de la lista de países que apoyan el terrorismo.En este punto no hay casi nada que comentar, pues la integración a esa lista de forma unilateral de parte de Estados Unidos es un completo absurdo político, con un criterio puramente ideológico.

Ya lo sabe el propio gobierno de Estados Unidos, que puso al Iraq de Sadam Hussein en la lista en los setenta, para sacarlo luego en los ochenta cuando el mismo Iraq fue útil contra la revolución iraní.

O cuando puso a la Libia de Kadafi en la lista para sacarla posteriormente bajo el gobierno de Bush cuando se convirtió en “aliado” de Estados Unidos. Asimismo, Obama ha ampliado los viajes de cubano-estadounidenses a la isla, y estrechó la mano de uno de los pocos presidentes a nivel mundial que estuvieron invitados al funeral de Mandela: Raúl Castro.

Cuesta pensar que Obama quiera ampliar los viajes de cubano-estadounidenses a una isla “que apoya el terrorismo”, o que la presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños,CELAC, sea transferida desde el derechista Piñera a Raúl Castro, presidente de Cuba, “país que apoya el terrorismo” según Estados Unidos.

O que EEUU apoye las históricas conversaciones de paz entre Colombia y las FARC en suelo cubano, que sirve de anfitrión y veedor del proceso de reconciliación junto a Noruega, Chile y Venezuela. Incluir a Cuba en esa lista unilateral que confecciona Estados Unidos era claramente una aberración de diplomacia internacional que Obama simplemente cumple con resolver definitivamente.

Obama le habló al pueblo estadounidense

Otro factor para el análisis. Obama pareció en su discurso marcar una nueva apertura de Cuba hacia el mundo. Pero esto es solo ilusorio, el embargo ha sido condenado de forma casi unánime por todo el planeta (solo el propio EEUU e Israel votaron a favor este 2014, es decir, 2 votos contra 188 países en contra) y Cuba ha mantenido relaciones normales, comerciales, turísticas, deportivas, médicas, políticas,  de forma normal con el orbe, excepto en lo concerniente a los efectos del embargo contra empresas que tienen intereses estadounidenses.

En ese sentido, el discurso del presidente de EEUU debe entenderse como un discurso interno, dirigido a la sociedad estadounidense. En varios pasajes le habló directamente al anticastrismo, y de forma más amplia, al pueblo estadounidense. O más exactamente a un tercio de la población.

En efecto, según un gran abanico de sondeos, aproximadamente 3 de 4 estadounidenses considera el embargo ineficiente y una política fracasada, y una cifra similar está de acuerdo con iniciar relaciones diplomáticas formales con la isla.

Incluso en Florida, bastión fundamental del anticastrismo, donde se ha refugiado con completa impunidad el connotado terrorista internacional Luis Posada Carriles, hay una clara división generacional y de posiciones respecto al embargo y la política general de EEUU hacia Cuba.

La Universidad Internacional de Florida ha hecho varias investigaciones respecto a este tema, y la conclusión es clara: pese a que el porcentaje de cubanos que salieron de Cuba como efecto directo del triunfo revolucionario de 1959 aún mantiene sus posiciones inclaudicables, las nuevas generaciones de forma mayoritaria están de acuerdo con cambiar la política hacia la isla.

En 1991, un 87% de los cubano-estadounidenses de Miami-Dade apoyaba el embargo. En 1997, ese respaldo bajó al 78%. Luego, en 2004 a 66%. En 2011, ya iba en 56% y este 2014 llegó por primera vez por debajo de la cifra de apoyo. Es decir, 48% apoya el embargo, 52% lo rechaza.

Asimismo, como claramente mostró la prensa, ante el anuncio de apertura de Obama, un pequeño grupo de cubanos de mayor edad se reunió en el restaurante Versailles, antiguo enclave de protestas multitudinarias, para expresar su desazón con las medidas. Claramente, Obama simplemente ha representado la realidad concreta del cambio de opinión de los estadounidenses en este tema.

Cuba, a la Cumbre de las Américas

Cuba está integrada al mundo. Como lo señaló el propio Obama, colocándose el parche antes de la herida, Cuba y Estados unidos se sentarán en la mesa continental de presidentes en la Cumbre de las Américas en Panamá en 2015. El país anfitrión recibió presiones de todo tipo para retirar la invitación a la isla.

Pero desde antes de que la OEA en 2009 cancelara la suspensión que sufrió Cuba desde 1962 en esa organización, la isla ha participado activamente en todas las instancias de integración latinoamericana creadas a partir del bolivarianismo venezolano, incluido el Grupo de Río, UNASUR, y ahora la más consolidada CELAC, en la que el presidente Raúl Castro ocupó recientemente la Presidencia como señalamos con anterioridad.

Cuba nunca ha dejado de pertenecer al alma e ideario latinoamericano, pese al embargo. Lo mismo ocurre con Puerto Rico, que pese a su carácter de protectorado de Estados Unidos, nunca ha dejado de ser parte de la familia latinoamericana cuando se le mira desde el sur.

En ese sentido, EEUU se ha visto obligado a reconocer esa integración plena, y a escuchar a decenas de asesores “latinoamericanistas” que insistían en que la mejor forma de acercarse al continente luego de varios años de desinterés por reforzar lazos, era dar gestos concretos de eliminación del embargo. De ahí la gran celebración que se dio a la medida en boca de todos los gobiernos latinoamericanos, la ONU, el Vaticano y otras organizaciones relevantes.

Fin del embargo: el interés comercial

La neutralización a través de medidas ejecutivas del embargo también refleja la presión que en EEUU ejerce hace años la clase financiera, bancaria, petrolera, agropecuaria y de servicios contra el gobierno estadounidense.

La Cámara de Comercio ha organizado visitas a la isla, como también el Consejo de las Américas (Council of the Americas), que representa los intereses de cientos de empresas de todo el continente, organización con sede central en Estados Unidos. El Council of the Americas fue quien organizó hace pocos meses la firma de una carta pública de decenas de personalidades políticas, de derecha y progresistas, contra el embargo, y ha escrito varios artículos contra el bloqueo estadounidense a la isla.

Por supuesto, es obvio que las empresas estadounidenses no apoyan terminar el embargo necesariamente para aliviar el efecto nefasto en el pueblo cubano o enmarcarse dentro de la justicia del derecho internacional, sino en el más puro interés comercial. Muchas empresas estadounidenses no entienden por qué el gobierno que lucha por la “libertad” en todas sus formas, incluso a través de la acción militar en terceras naciones, no deja que sus inversiones sean libres de traspasar unas pocas millas del Mar Caribe.

Cuba y sus reformas económicas profundas

La pregunta clave antes del anuncio de Obama fue ¿qué da más ventaja política para quienes desean cambios políticos en Cuba? La balanza a favor del embargo para estos fines, tuvo siempre una fuerza mayor hasta que, ya consabidas hace años la ineficacia de esas medidas, surgen ahora a raíz del proceso de apertura económica de la isla.

Esa oportunidad, que no había existido en el pasado, provocó una avalancha de análisis en las unidades internas del gobierno, los think tanks y el Congreso, aunque en público la administración de Obama continuó calificando las profundas reformas como “insuficientes”. Sin embargo, en los pasillos de Washington uno podía escuchar directamente a quienes tuvieran contacto directo con la Presidencia reconocer que el embargo ya no tenía ningún sentido.

Luego vino Hillary Clinton a revelar en su autobiografía su recomendación directa a Obama sobre el fin del embargo, saliendo ya de su puesto de canciller.

En ese sentido, suavizar el embargo tiene un doble filo: permite reforzar y acelerar los cambios económicos en la isla para a) potenciar el área de iniciativa privada e inversión extranjera que viene implementando el liderazgo de Raúl Castro desde noviembre de 2010 cuando dio a conocer su “Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social”, y b) al mismo tiempo deja expuesta a la isla a la influencia desbordante que puede tener la economía capitalista más grande del planeta, a vuelo de pájaro de cientos de miles de contenedores llenos de manufacturas, cientos de miles de turistas estadounidenses, cientos de millones de dólares.

Por ello, durante la primera etapa de reformas decididas en Cuba para agilizar la economía y aumentar el papel de la iniciativa privada para los cubanos que viven en la isla, el embargo fue muy funcional al crear una barrera a la influencia desequilibrante que puede implicar Estados Unidos en la economía interna.

En ese sentido, el timing es perfecto para Cuba, considerando que las medidas por decreto para suavizar el embargo tomarán incluso más meses, y la eliminación por acción legislativa seguramente años (Obama enfrenta un Congreso hostil controlado completamente por el Partido Republicano), el país podrá aún mantener control de las reformas a un paso más moderado que permita ir haciendo ajustes que no provoquen externalidades indeseables.

Entre ellos una diferencia abismante del ingreso entre los cubanos, distorsiones en el proceso de cambio gradual a una moneda única (en este momento, existen dos monedas paralelas con distinto poder de compra), inflación por una hipotética invasión de dólares ante la aún baja oferta de productos manufacturados, la “invasión” instantánea de cientos de miles de turistas estadounidenses ansiosos de visitar la “exótica Cuba revolucionaria” y disfrutar playas, ron y habanos, etc.

Por consiguiente, los republicanos anti-castristas y su embargo le han hecho en rigor un favor a las reformas económicas cubanas, al crear un manto protector que bloqueó a sí mismo a Estados Unidos y su influencia potencialmente desbordante en el ritmo de esos cambios en los últimos cuatro años.

La presión, sin embargo, existe. La Habana bulle de actividad, los negocios privados de pequeña y mediana empresa se multiplican, los cubano-estadounidenses hacen fila en el aeropuerto de Miami con sus carros cargados de electrodomésticos día a día para transportarlos a Cuba, las remesas en dólares llegan a cientos de miles de cubanos cada mes.

La gran cubanía (los periodistas, los intelectuales, los artistas, las enfermeras y doctores, los estudiantes y los viejos funcionarios, el pueblo todo) celebra las reformas, e incluso las querrían a un ritmo aún más acelerado. Pero es una presión interna, de cubano a cubano, no inyectada a presión desde Estados Unidos.

El desafío principal para Cuba, no cabe duda, es cómo generar un mercado más dinámico interno que permita extraer parte del peso subsidiario que soporta el Estado y traspasarlo al sector privado, abrirse más a la inversión extranjera, e incluso permitir la operación comercial de compañías estadounidenses, como han anunciado las medidas de apertura de Obama.

Todo esto, sin afectar las bases morales y políticas de la Revolución Cubana. De especial preocupación son los 3 pilares fundamentales que han mantenido inquebrantable el contrato social entre el pueblo cubano y los líderes históricos de la revolución: el sistema de salud, el sistema educativo (ambos gratuitos y universales), y la soberanía política, moral y geopolítica de Cuba frente a Estados Unidos.

El cómo mantener este equilibrio de fuerzas en esta coyuntura histórica pondrá a prueba a Cuba y sus líderes, nuevos y veteranos, en los próximos años. Si estas reformas económicas repercuten en reformas políticas, no cabe duda que será una decisión que emane de la propia institucionalidad y pueblo cubanos, no desde la presión de Estados Unidos.

Libertad para los Cinco de Cuba y Alan Gross

No hay que olvidar, en toda esta historia, un factor humano importantísimo. Comenzar el fin de la guerra fría (a 20 años de la caída del Muro de Berlín ya esa afirmación es increíblemente extemporánea), los anuncios conjuntos entre Obama y el presidente Raúl Castro dejan un gusto amable dentro del cinismo que puede caracterizar a las relaciones políticas entre países.

Los presidentes acordaron intercambiar prisioneros, liberando Estados Unidos a los agentes cubanos Gerardo Hernández (condenado a dos cadenas perpetuas),  a Antonio Guerrero, sentenciado a 22 años de reclusión, y Ramón Labañino Salazar, a 30 años. Ellos se unieron en Cuba a los ya liberados René González y Fernando González, que ya habían cumplido sus condenas.

A su vez, Cuba otorgó la libertad al agente de USAID Alan Gross, condenado a 15 años por trabajo encubierto de esa agencia estadounidense en la isla, y a otro espía estadounidense, cuya identidad sería la de Rolando Sarraff Trujillo, según varias informaciones de prensa.

Pese a estos gestos de buena voluntad, el proceso no será fácil. El alcalde de Miami ya anunció que se negará a abrir un consulado cubano en esa ciudad, donde vive una gran parte de los 2 millones de cubanos que residen en Estados Unidos.

Además, los republicanos más conservadores del Congreso, entre ellos el derechista Marco Rubio, amenazan con no financiar la embajada anunciada por Obama en La Habana, o a mantener congelado el nombramiento del futuro embajador.

Todas estas medidas serán, sin embargo, solo un gesto político que no logrará frenar lo ya desencadenado a ambos lados de la frontera marítima tras los discursos de Obama y Castro. No hay duda que un gran porcentaje de la cubanía, la castrista y anticastrista, tanto en la isla como en Florida, celebraron con una gran emoción la reanudación de las relaciones diplomáticas y las medidas contra el embargo anunciadas por Obama.

En ese sentido, el futuro disfrute libre y caribeño en Varadero de los funcionarios estadounidenses desde su enclave en pleno malecón de La Habana será un pequeño detalle, aunque placentero, en esta larga historia de sinsentido de pueblos vecinos, unidos (y ya no separados), por solo 90 millas de transparente océano.

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