Luis Almagro, Secretario General de la Organización de los Estados Americanos, no garantiza el objetivo por la cual fue creada en 1948 y que hoy reúne a 35 naciones: "lograr en sus Estados Miembros, como lo estipula el Artículo 1 de la Carta, un orden de paz y de justicia, fomentar su solidaridad, robustecer su colaboración y defender su soberanía, su integridad territorial y su independencia".
Al revisar la página de la entidad, se puede observar que en días claves para la democracia latinoamericana por la situación del Impeachment contra la Presidenta Rousseff, la OEA no difundió ningún comunicado ni tweet, medio que utiliza habitualmente el Secretario General.
Fue la presentación antela Comisión Interamericana de Derechos Humanos por parte de legisladores brasileños a fin de solicitar la suspensión del proceso de destitución, la única acción que provocó una reacción por parte de la OEA, solicitándose al gobierno interino de Michel Temer un informe al respecto.
De esta forma, el silencio cómplice de la OEA con el golpe parlamentario a Dilma Rousseff, ha sido reconocido por varias naciones integrantes de esta institución interamericana, generando efectos inmediatos en las relaciones bilaterales y multilaterales.
Sin embargo, en los mismos días, el Secretario General de la OEA volvió a posicionarse en su apoyo acérrimo a la oposición venezolana, haciendo un seguimiento de la actividad y atacando al gobierno democráticamente establecido en Venezuela, colocando el tema como prioridad con el Centro Carter, entre otras acciones de alta significancia para la política regional.
Obsesionado en conseguir el referéndum revocatorio en Venezuela, Almagro se olvidó de la mitad del continente.
Tan evidente resulta la imparcialidad del Secretario General, que su desprestigio va en aumento fuera de la Región. Se le ha acusado de usar la “tuiplomacia”, en sustitución de las formas y protocolos de quien debería ejercer la ciencia y arte de la diplomacia.
En un reportaje dado a la televisión alemana, TV Deustche Welle, en junio pasado y posteriormente a su fracaso de activar la carta democrática en la nación bolivariana, Almagro reconoce que se trata de un plan que consta de 4 pasos, y que busca habilitar la aplicación de la Carta Democrática.
Plantea que se ha llegado al punto 3 de los 4 y discrepa con una periodista muy capacitada e incisiva, quien le pregunta, “¿Qué intereses defiende usted?, ¿Por qué Venezuela sí y Brasil no?, ¿Está ahora más solo o más acompañado?, ¿Está usted en el lado correcto de la historia?” Almagro mostraba entonces una ansiedad desmesurada y planificada para la activación del referéndum revocatorio.
Quizás Luis Almagro se encuentre en un tiempo no lejano, sometido al Artículo 116 de la Carta, que plantea, "la Asamblea General, con el voto de los dos tercios de los Estados miembros, puede remover al Secretario General o al Secretario General Adjunto, o a ambos, cuando así lo exija el buen funcionamiento de la Organización".
Sin mayores expectativas sobre un cambio de enfoque de Luis Almagro, quien decepcionó definitivamente a su mentor José Pepe Mujica, y es considerado auto excluído de su fuerza política en Uruguay, este Secretario no parece ser consciente del daño que va cultivando en el sistema interamericano.
Un día, probablemente quienes lo utilizan, le den vuelta la cara, pues no hay nada peor que un hombre que traiciona sus propios ideales.
A ese tipo de hombre, no lo aprecian en ningún lado de la trinchera. Ejemplos, hay demasiados.
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