La paradoja de gobernar

La política es imprevisible.No se reduce a esquemas ideológicos ni a diagnósticos supuestamente científicos.Depende del comportamiento libre de diversos actores cuyas reacciones nunca se pueden prever y de factores imponderables, especialmente en un mundo global donde se entrecruzan las relaciones en todos los niveles.

De paso por EE.UU., pienso en la paradoja del Presidente Obama. Su imagen en televisión aparece un tanto gastada: el pelo blanco da cuenta del peso que ha debido llevar todos estos años. Pese a la evidente reactivación de la economía, se advierte en el ambiente un cierto estupor frente a los últimos acontecimientos y a la incapacidad evidente de la política – y por tanto del gobierno – de dominarlos o al menos de controlar sus efectos negativos.El gobierno aparece a remolque de los hechos.

El polvorín del Medio Oriente demuestra que los EE.UU. no pueden poner orden como en el pasado. La invasión de Irak del 2003 ha terminado en un total fracaso. Busch pensaba hacer de Irak una democracia modelo para la región, y hoy tenemos un país sumido en profundos conflictos étnicos y religiosos que amenazan con su subsistencia.

Obama prometió poner fin a la intervención en Irak y mandó llamar un alto porcentaje del contingente militar, pero ahora frente al avance inesperado del extremismo islamista sunita, ha vuelto a ordenar bombardeos y enviar 300 oficiales de refuerzo.

La decapitación inhumana del periodista norteamericano J. Foley secuestrado en Libia, ha estremecido a la sociedad norteamericana. Su verdugo, con rostro cubierto, se expresaba en un correcto inglés británico. Del seno de las sociedades occidentales salen los combatientes fanáticos. Muchos musulmanes que viven en EE.UU. y Europa no esconden su simpatía por el islamismo combatiente.

Mas allá del conflicto entre Israel y Hamas, de la involución autoritaria de la primavera árabe y del fracaso de algunos Estados como Libia y Siria, la región aparece atravesada por un conflicto frontal entre sunitas y chiítas que pone en cuestión la configuración de las fronteras surgidas luego de la caída del imperio otomano. Tan profunda es la envergadura de los acontecimientos en curso.

A eso se suma el deterioro de las relaciones con Rusia y la crisis ucraniana que no parece terminar. En el corazón de Europa ha estallado un grave conflicto cuyo desarrollo violento ha afectado la recuperación económica de la UE y la economía rusa.

¿Cómo se configurará el nuevo equilibrio europeo, luego del fin de la guerra fría, la disolución de la URSS y de Yugoslavia?

¿Alguien pudo prever el enfrentamiento entre Kiev y Moscú, el retorno de Crimea a Rusia y la guerra en el oriente de Ucrania que ha dejado a cientos de miles de desplazados?

Pero los dolores de cabeza de Obama no terminan en la esfera internacional, que ha provocado las criticas de H. Clinton.

El recrudecimiento de los conflictos raciales en Missouri era lo que menos podía esperar un Presidente que simboliza la reivindicación de los derechos de las minorías raciales, especialmente de los afrodescendientes. La policía, en su mayoría blanca, actúa con mano dura y ha matado a dos jóvenes negros, encendiendo la protesta racial.

Las autoridades han declarado el estado de emergencia y durante un tiempo el toque de queda. El hecho que un afro decendiente llegara a la presidencia es un dato importante para la igualdad racial, pero por si sola no alcanza a cambiar los fuertes estereotipos discriminatorios que priman en el sur de los EE.UU.

Además está el problema migratorio. Obama prometió enfrentar el tema, pero no ha podido por el rechazo de los republicano en el Congreso. Para colmo ha venido la avalancha de niños hondureños, salvadoreños y guatemaltecos pasando ilegalmente las fronteras. Son decenas de miles, que la policía lleva a albergues a la espera de una decisión judicial que puede tardar meses. El Congreso le niega a Obama fondos especiales para enfrentar este desafío humanitario.

Es verdad que Obama logró aprobar la reforma a la salud que permite entregar cobertura médica a millones de personas que carecían de ella. Pero su implementación no ha sido del todo fácil, generando más de algún problema social y político.

Los gobiernos llegan con planes, programas e intenciones transformadoras y muchas veces se encuentran con una realidad social y económica adversa, que tal vez no tomaron en consideración al definir su línea de acción.

¿Qué hacer entonces? ¿Cómo gobernar sociedades complejas que algunos definen como líquidas, donde el comportamiento de los agentes sociales no es estable?

Me viene a la mente la tesis de Naim de que en la actualidad el poder ha tendido a diluirse, afectando sobre todo a las grandes instituciones, entre ellas los sistemas de gobierno.

¿Será que la solidez pétrea de los grandes edificios del centro cívico de Washington no logran esconder la debilidad nueva de las decisiones de quienes los habitan, incapaces de determinar el curso de los acontecimientos en un mundo global?

Brezinski, buen conocedor de la política internacional, ha declarado que desde hace tiempo los presidentes de EE.UU. no cuentan con la capacidad de imponer orden, pero que la diferencia es que ahora Obama lo sabe.

Maquiavelo hablaba de la fortuna, es decir, el azar, como un factor decisivo en el éxito o el fracaso de la acción política. ¿Qué hacer cuando un programa de gobierno queda superado por los desafíos de la realidad? ¿Persistir en el o aceptar el nuevo escenario?Ha sido la gran duda de Obama.

Maquiavelo también señalaba que para introducir cambios profundos y duraderos en las repúblicas, es conveniente hacerlo en forma gradual y sin alardear de esas transformaciones, a fin de evitar reacciones adversas. Los ciudadanos deben acostumbrarse a los cambios y llegar a considerarlos normales y convenientes.

La pitonisa del oráculo de Delfos que los gobernantes griegos consultaban, vaticinaba sentada en un trípode y envuelta en los vapores que surgían de las rocas, dictando sentencias esencialmente equívocas.

Nadie tiene la llave del futuro. Menos en política. Por eso ella fue definida justamente como un arte, donde se conjugan la ciencia, la intuición y el acaso.

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