Algunos sectores "anti-izquierdistas" y "antiwoke" han visto en la elección de Donald Trump una posibilidad de recuperación, aún más de salvación terrenal. Sin embargo, aquello es sólo una ilusión. No sólo por el estado precario en que se encuentra la potencia norteamericana, cuyo régimen de corporaciones no será capaz de modificar radicalmente la actual situación, sino que seguirá agravándola en el mediano y largo plazo, incluso en el corto si se animan más.
Trump es un actor más en el entramado de poder de EE.UU., ya que el Estado profundo no será despojado de su status actual. Trump podrá mostrar la apariencia de combatirlo, pero al final lo necesita para no sucumbir y ser eliminado como lo fue John F. Kennedy. Por lo tanto, no hay solución política por ahora al problema global.
Hay varios presidentes mundiales que coinciden en sus sentimientos antiizquierdistas y antiwoke, pero ideológicamente son muy distintos. Trump es un hombre patriota que cree en el Estado, Milei es un anarcocapitalista que no cree en el Estado, muy ajeno a cualquier sentimiento patriótico. Orban puede coincidir con Trump en las críticas a la izquierda woke, pero se relaciona perfectamente bien con el presidente socialista de Eslovaquia, en tanto no es woke y también antiglobalista. Por lo tanto, el dilema no es "izquierda versus derecha", ya que ese dilema está disuelto y despojado de todo sentido. Además de la disputa entre soberanismo y globalismo, la disputa "sentido común versus alienación ideológica" es la más importante de todas las disputas, por cuanto, es transversal a los viejos dilemas.
El sentido común defiende y promueve la coherencia con la naturaleza humana, así como la justicia de la ley natural, reconociendo lo que es malo y lo que es bueno. Entonces, por ejemplo, algunos podrán tener luces en su crítica "woke", pero son alienados por su ceguera ante el genocidio palestino en manos del sionismo. Finalmente, no son solución. Otros, al revés, se muestran sensibles ante las masacres de la población de Gaza, pero son totalitarios en materia de ideología de género. Tampoco, son solución. Son pocos, los que reconocen el sentido común de modo sincero y verdadero, pero esos, la mayoría de las veces, no son queridos ni tampoco elegidos. Por lo tanto, se deberá cumplir lo que se tiene que cumplir.
Del mismo modo, Chile también puede caer en la trampa si se cree en un falso dilema que nos aleje del bien común.
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