La nueva administración del Presidente electo Gabriel Boric abre un camino de esperanza para lograr un Chile más justo, humano y solidario.
El país emerge como un actor regional relevante que busca recuperar su rol en el concierto internacional en medio de una difícil coyuntura mundial, agravada por los rebrotes de la pandemia que ha exacerbado las desigualdades, el enfrentamiento de las grandes potencias, los nuevos autoritarismos, la crisis del orden internacional liberal, el agravamiento del movimiento migratorio, los efectos del cambio climático, la vulneración multidimensional de los Derechos Humanos y la negación de las libertades de las minorías.
El objetivo central del nuevo gobierno será la consecución de una sociedad internacional más igualitaria, en la era post globalización que permita a los países en desarrollo acceder a los frutos del desarrollo y el progreso en paz y seguridad, con desarrollo humano, a partir de la asociación cooperativa, la integración regional y la economía verde. Conforme a los ejes conductores de la Política Exterior, se deberá propender al fortalecimiento de la democracia, la protección universal de los Derechos Humanos, la adhesión al Derecho Internacional, la diplomacia multilateral, promover la solución pacífica de las controversias, el respeto a los tratados internacionales, la preservación del medio ambiente, la protección de los océanos y las áreas marinas protegidas, los derechos soberanos de Chile en la Antártica y el Mar Austral, asegurar una migración segura y regulada, respetar la diversidad y en especial los derechos de la mujer.
El nuevo gobierno deberá ratificar el Acuerdo de Escazú, el principal pacto regional sobre protección del Medio Ambiente en América Latina y el Pacto Mundial sobre Migraciones de Marrakech, y actuar con una Política Exterior soberana y con independencia activa de las grandes potencias.
Las relaciones vecinales constituyen una prioridad de la Política Exterior y corresponde profundizar el diálogo intrarregional para lograr que la región se exprese con una sola voz para que sea oída y respetada en la comunidad de las naciones. Urge que nuestra América Latina, fragmentada y dividida, recupere su peso y gravitación internacional y consolide su unidad con respeto a la diversidad, más allá de las diferencias ideológicas y fortalezca la cooperación regional contra pandemia, impulsando la solidaridad latinoamericana, potenciando la Alianza del Pacífico, referente exitoso de integración y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), como principal instancia de coordinación y concertación política en la región y promover la convergencia con el Mercosur y otros procesos de integración regional, considerando los diversos estados de avance a velocidades diferenciadas.
El proceso integracionista demanda concretar "La Zona de Paz Sudamericana", con la construcción de medidas de confianza recíprocas a nivel vecinal y regional.
Se deben incorporar los diversos segmentos de la sociedad civil, universidades, pymes, gobiernos regionales y territorios locales, los pueblos originarios, promoviendo el desarrollo de las zonas de integración fronteriza, implementando la retrasada iniciativa para la infraestructura regional de América del Sur (IIRSA) a través de los corredores bioceánicos, la integración física, energética y la conectividad digital.
Se hace imperativo profundizar la vocación integracionista de Chile con el Asia Pacífico y desempeñar un rol pivotal, sirviendo de puente para vincular ambas orillas del Océano Pacífico y acrecentar la articulación con los países de ASEAN y participar activamente en un espacio de libre comercio que incluya a China, como potencia regional y global relevante y principal mercado de nuestras exportaciones. Será necesario, además, optimizar los beneficios del TLC con Estados Unidos, implementar el reciente acuerdo de modernización del diálogo político, económico y de cooperación con la Unión Europea, ampliar el acuerdo parcial con la India y promover en su oportunidad un debate técnico sobre las ventajas que puede reportar para Chile y su inserción plena en el comercio global la ratificación del TPP11.
El cambio de siglo obliga a impulsar una diplomacia científica con una robusta agenda en ciencia, tecnología e innovación para enfrentar los desafíos del cambio climático, las migraciones y promover el desarrollo productivo, incorporando valor agregado a las exportaciones nacionales y poner término al ciclo extractivista. En suma, Chile deberá impulsar en todos los ámbitos del Estado y el sector privado el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sustentable conforme a la Agenda 2030 de Naciones Unidas, como una iniciativa civilizatoria que pone a las personas y a los pueblos en el centro de la cooperación y el desarrollo humano.
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