“I have a dream” fue el poderoso discurso de Martin Lutther King. Sobre 200.000 personas, escucharon con respeto y admiración, al pastor que levantó su poderosa voz en defensa de los derechos civiles de la gente de color en su país.
Los EEUU no tienen un sueño, viven una pesadilla, la que están sufriendo con las elecciones presidenciales. Obama así lo trasluce en sus apariciones en público. Comicios que por de pronto afectan a todo el mundo, sin excepción alguna.
Es sabido que cuando las grandes potencias, América del Norte y China estornudan, a las naciones en vías desarrollo, como Chile, les da gripe y cuesta mucho reponerse. Como será si los resultados fueren adversos.
Las cartas ya están sobre la mesa, la campaña ha sido una de las más intricadas, violentas y sucias que conozca el pueblo votante del Imperio. Se han dicho de todo y con todo, nada ha quedado al azar, utilizando acusaciones y contra acusaciones de lo más abyecto que se pueda uno imaginar.
Las grandes ideas-fuerza, que esperábamos de ambos candidatos, brillaron por su ausencia. Lo que ha significado incertidumbre y generalizada decepción en la clase política del país más poderoso del planeta, que no escapa a los escándalos de corrupción, desprestigiando el servicio público.
Los electores terminarán escogiendo entre un populista republicano adinerado y una ex primera dama, con una larga carrera política, llena de errores, como Secretaria de Estado, desaciertos que le han golpeado durante toda su larga travesía hacia la Casa Blanca.
Sin duda que existe inquietud mundial por estas particulares elecciones que son una gran incógnita porque lo que se juega, y que no es sólo la conducción de un país y su pueblo.
Las decisiones que tome él o la Mandataria, afectarán a la economía, al desarrollo intelectual y tecnológico, los acuerdos bilaterales, la ecología y el medio ambiente, el cambio climático, el trabajo de los inmigrantes, especialmente de los latinos, que con su esfuerzo han aportado en el crecimiento de esa nación, entre otras múltiples cosas.
Hay dos principios que están sobre la mesa, ambos estrechamente ligados entre sí, que deben preservarse a toda costa.
La democracia, como esencia de una sociedad civilizada, respetuosa de los grandes valores, que sus fundadores, desde la Independencia le dieron al pueblo estadunidense, con guerra civil de por medio, para liberar a los esclavos negros del que se refería el Dr.King, en ese multitudinario encuentro.
El otro valor fundamental que debe regir a todas las naciones del mundo civilizado, es la construcción y preservación de la Paz Universal. Esa que ha sido tan esquiva, con dos guerras mundiales en el siglo pasado, que dejaron dolorosas huellas imborrables en toda la humanidad.
Donald Trump, ha dado su sentencia, en sus discursos homofóbicos, ultra conservador, clasista, ególatra, machista, demencial, un candidato que abriga el morboso deseo de volver al pasado dominante.
Apelo al mal menor, a la Esperanza Blanca, a la primera candidata del partido demócrata, Dios mediante a la primera mujer que vuelva en gloria y majestad a la casa donde tanto se sufre, como bien dijera un Presidente chileno.
Apelo al buen juicio de los y las votantes del país del Norte, para que en el secreto de la cámara secreta, voten en consecuencia con lo que dicen y quieren hacer por su país y el resto del mudo.
Apelo que la abstención no gane, concurran a votar, como nunca; los errores, después se transforman en horrores, sin que se puedan enmendar.
Apelo que el afamado director de cine, Michael Moore, documentalista de la masacre en la Escuela Secundaria de Columbine, se equivoque en sus fatales predicciones, y el próximo martes ocho en el país del Norte “vuelva a brillar el sol”, con olor a perfume femenino.
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