La elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, nuevamente quiebra todos los pronósticos electorales y la opinión de gran parte de los analistas políticos. Pero ¿qué está pasando? También ocurrió lo mismo con el Brexit, con el plebiscito de Colombia, con nuestras elecciones municipales en Valparaíso. El fenómeno parece repetirse.
Es difícil sacar conclusiones que expliquen el fenómeno en toda su complejidad. Sin embargo creo que hay señales que se están manifestando y que merecen un serio análisis.
Por una parte, son los altos porcentajes de abstención que hacen imposible predecir resultados. Nadie sabe cómo se comportará ese electorado, que no siempre sabemos cómo piensa y no podemos encasillarlos en un sector determinado. Por eso en éste y los otros casos señalados, han fracasado las encuestas. Son realidades impredecibles porque se genera muchas veces trasvasijes de votos.
Algunos que no votaban, ahora lo hacen motivados, incluso por lo inesperado, como una manifestación de su descontento o por propuestas populistas que le seducen. Una causa de ello son los nacionalismos, de distinta graduación, que es lo que se manifestó en el Brexit y en Trump. Otros molestos por la política se restan de la votación o definitivamente castigan a su sector.
En tales circunstancias no hay encuesta ni analista político que valga.
El segundo factor, que creo que genera esta imprevisibilidad es la clara disociación entre los dirigentes políticos y la comunidad. Ella se manifiesta, por una parte, en que no son capaces de interpretar realmente su sentir e intereses y por otra que están optando por alternativas más ciudadanas ya que no creen en quienes han hecho de la política una profesión.
Tampoco es válido escuchar a los que más gritan en las calles, porque no representan necesariamente el sentir de la población en su conjunto. Muchos de esos mismos no van a votar y quienes votan no salen a gritar.
Por lo tanto, ese termómetro tampoco es muy efectivo. Hay casos excepcionales, como cuando la ciudadanía se convoca por propios intereses que pueden quizás ser más representativas de su sentir, como el caso de la crítica a las AFP. Sin embargo, no hay que equivocarse, el objetivo por el que se lucha no es siempre coincidente con las consignas que se proclaman.
Tampoco al parecer afectan las grandes campañas desarrolladas desde el propio gobierno, con oposiciones algo más débil, como el caso de Colombia o del Brexit en el Reino Unido, lo que, si bien genera condiciones de una atmósfera de triunfo, muchas veces en su propio exitismo está la base de su derrota ya que no saben leer lo que la comunidad en realidad está pensando y sintiendo.
Otro aspecto a analizar, es que las confianzas políticas son personales y no se transfieren. Cosa que ha quedado en evidencia en el caso de la gran popularidad de Barak Obama que supera el 50% y deberá entregar el gobierno a un republicano a pesar de toda la campaña que hizo por Hillary Clinton. Esto es exactamente lo mismo que sucedió en el caso de Michelle Bachelet, que concluyó su anterior mandato con una muy alta popularidad y debió entregarle la banda presidencial a Sebastian Piñera.
Es hora de revisar seria y profundamente la política.
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