La DC: humildad en la autocrítica y claridad para el futuro

Quienes participamos activamente en la vida política del país, con una visión progresista que busca mayor justicia social en una sociedad más inclusiva y comunitaria, no podemos dejar de considerar la gravedad del resultado de la elección presidencial para nuestro proyecto de transformaciones y reconocimiento de derechos. En efecto, con un contundente resultado electoral, se ha impuesto José Antonio Kast, el abanderado de la extrema derecha, que terminó siendo el candidato de todas las derechas.

La estrategia global de la ultraderecha que se ha concertado con Trump, Orban, Meloni, Bolsonaro y Milei, con la activa participación de Kast, se ha focalizado con éxito en desacreditar a la democracia como forma de gobierno que no es capaz de entregar soluciones concretas a muchas necesidades humanas urgentes; en hacer de la primacía de la libertad de las personas un instrumento para mantener la llamada "meritocracia" -que, como sabemos, excluye de oportunidades y derechos a las grandes mayorías- desacreditando el rol, e incluso la necesidad, del Estado como garante de derechos asequibles para todas y todos; y difundiendo por redes sociales y medios de comunicación serviles, con el concurso activo de los grandes empresarios, la sensación de una inseguridad creciente ante los problemas de la delincuencia y del crimen organizado y ante un proceso migratorio que, en todas partes, se presenta como descontrolado.

Siguiendo estrictamente el estilo impuesto por Trump, todo lo anterior disfrazado de un discurso de firmeza, pero principalmente de insolencia y de odio contra el gobierno en ejercicio. En el caso norteamericano con el presidente Biden, y, en el caso chileno, desde el primer día que asumió el gobierno del Presidente Boric, complementado con una férrea oposición parlamentaria que ha buscado permanentemente desestabilizar al actual gobierno.

Siempre dejando como telón de fondo, allá y acá, que usted vive en un país "que se cae a pedazos". Para nada importan los informes de organismos internacionales y del propio Banco Central que desmienten aquello y el crecimiento explosivo de la inversión extranjera, así como reformas concretas que, a pesar de sus limitaciones, son reconocidas como un tremendo avance, por ejemplo, la reforma de pensiones.

Las chilenas y chilenos saben esto y conocen estas realidades y, sin embargo, han votado para presidente por un político que admira a Pinochet; que tiene dudas de si mantener o no el Plan Nacional de Búsqueda; que no ha podido ocultar su intención de indultar, por supuestas razones humanitarias, a violadores de derechos humanos, puesto que él duda de las investigaciones y decisiones del Poder Judicial en esta materia; y, finalmente, y no es menor, permitiendo que otro candidato aliado y hoy partidario suyo, junto a sus partidarios canten desembozadamente la Canción Nacional, como la impuso la dictadura, incluyendo una estrofa que rinde homenaje a "nuestros valientes soldados". Se trata de una clara derrota política y cultural de la centroizquierda y del progresismo chileno.

Es además, lamentablemente, el triunfo rotundo del neoliberalismo y el regreso desembozado de la histórica "tesis del chorreo", (o teoría del goteo, del inglés trickle-down theory) que postula que las políticas que benefician a los ricos y a las grandes empresas (como rebajas de impuestos) eventualmente se "derraman" hacia abajo, beneficiando a los pobres y a la clase media a través de la inversión, creación de empleo y crecimiento económico general. Sin embargo, en la práctica esto a menudo resulta en mayor desigualdad, con los beneficios concentrándose en la cima sin llegar a la base de la pirámide. El caso chileno es citado frecuentemente para respaldar las críticas a esta tesis, ya que, a pesar de los avances logrados por la Concertación contra la pobreza, Chile es consistentemente señalado por la OCDE como el país miembro con la mayor desigualdad de ingresos y oportunidades, destacándose por la enorme brecha entre ricos y pobres y una alta persistencia intergeneracional. El programa presidencial del Presidente electo es un claro ejemplo del regreso de esta tesis. Críticas a las 40 horas, al alza del salario mínimo o a la gratuidad en la educación superior surgen desde esta perspectiva ignorando la advertencia papal de que "los pobres no pueden esperar".

Una autocrítica necesaria

Sostenemos que los hechos que presentamos hacen imposible continuar con responsabilidad en la vida política activa sin una clara autocrítica realizada de frente y con la ciudadanía. El progresismo carece de un relato que no sólo de respuesta concreta a angustias y necesidades urgentes de los ciudadanos, sino que sea capaz de movilizar hacia un futuro de paz y esperanza a los millones de jóvenes que se incorporan todos los días a la vida ciudadana no así a los partidos políticos.

Por supuesto, hay un gran y doloroso fracaso de la joven izquierda que llegó con Boric al gobierno y que contó con nuestros votos. No es el simple hecho de la alternancia de visiones distintas en el gobierno como ocurrió con Bachelet-Piñera, es que ahora se entrega el gobierno a una corriente ideológica extrema que pone en duda convicciones democráticas y derechos fundamentales para una convivencia en paz y seguridad con foco en la justicia social y las grandes transformaciones que todavía reclama el bien común.

El país espera del gobierno actual y sus partidarios la necesaria autocrítica sobre lo obrado, y el camino que proyectan y hacia qué futuro.

Esta autocrítica corresponde no sólo al gobierno, sino que a todos los partidos y movimientos políticos que se identifican con el progresismo y las grandes transformaciones. Sus resultados electorales son, en todos los casos, preocupantes y amenazan a corto plazo la subsistencia legal de varios de ellos.

Tanto el Partido Comunista -partido de la candidata presidencial- como el Frente Amplio y los partidos del Socialismo Democrático deben hacer su legítima reflexión acerca del rol cumplido, la mayoría formando parte del gobierno, pero además como partidos tradicionales de la izquierda chilena, incluyendo a los jóvenes que llegaron bajo una supuesta primacía moral que resultó imposible de sostener.

Esta reflexión autocrítica debe tomar un tiempo para ser hecha con claridad y autenticidad y para definir la vocación sincera con la que se aspira a una "unidad social y política del pueblo", respetuosa de la diversidad y en condiciones de ofrecer un camino y una fórmula concreta de trabajo, motivadora y esperanzadora para recuperar la mayoría ciudadana.

No tiene sentido discutir hoy de los supuestos liderazgos que encabezarán este proceso, sería "poner la carreta delante de los bueyes".

Humildad en la autocrítica

Creer que, porque los demócratas cristianos no hemos participado del gobierno actual, estamos excluidos de responsabilidades en la consolidación del nuevo gobierno de las derechas sería un grave error. Siempre fuimos un partido político que se definió como vanguardia de los cambios y vale para ello constatar la maciza labor realizada por el gobierno del presidente Eduardo Frei Montalva.

Con motivo del golpe militar, y a pesar de errores graves de nuestra dirigencia partidaria de la época, es un hecho indesmentible que rápidamente el partido asumió como su posición más coherente la que reflejó la Carta de los 13 y participó activamente en la oposición frontal a la dictadura cívico-militar, con señalado liderazgo en la defensa de los derechos humanos, es decir de las víctimas concretas de sus violaciones, y en el resurgimiento del movimiento sindical y universitario. Formamos parte, y en muchos casos lideramos, las distintas iniciativas políticas destinadas a avanzar hacia el fin de la dictadura y al retorno de la democracia.

En la transición democrática encabezamos y formamos parte de los gobiernos de la Concertación culminando con la Nueva Mayoría. Hoy se reconoce por todos como un periodo y como gobiernos de grandes avances. Luego vendría Piñera 2, el estallido social, el gobierno de Boric y dos procesos constitucionales abortados por decisión mayoritaria de la ciudadanía.

La autocrítica DC necesita también ser hecha con humildad y de cara a la ciudadanía. Somos también responsables del desastre electoral de la centroizquierda, como también hay responsables del desplome electoral del partido en la última década y de su irrelevancia en el acontecer nacional, así como del descrédito de nuestras opiniones:

  • En el gobierno de la Nueva Mayoría tuvimos un presidente nacional del partido que para justificar diferencias simplemente señaló "que no había leído el programa de gobierno"
  • Respecto del estallido social, fuimos poco claros en defender que la mayoría de los militantes fuimos parte activa de este movimiento de protesta y rápidamente dejamos que el rechazo a los hechos de violencia descontrolada y que nunca compartimos, se tomara el foco de la discusión y deslegitimara el valor social de la protesta
  • Dejamos de dialogar con la base social en las ciudades y el campo y, en cambio, tuvimos directivas que se dedicaron a defender intereses particulares sin respeto por las grandes definiciones del partido que quedaron sepultadas y olvidadas en los trabajos de nuestro V Congreso, todo agravado por una desastrosa gestión administrativa que lesionó gravemente el patrimonio del partido
  • Ello generó la participación de los parlamentarios, principalmente diputados, en la gestión del partido lo que se tradujo en una militancia movilizada más como "clientelismo" político al servicio de los intereses particulares del caso, que como fuerza consciente inspirada en los valores del humanismo cristiano y en acuerdos políticos sólidos. De hecho, en los últimos años, la bancada de diputados actuó, más allá de sus responsabilidades legítimas en el Congreso Nacional, muchas veces como vocera del partido, cuestión que no está reconocida en nuestros estatutos y excede las competencias para las que fueron elegidos por la ciudadanía
  • El colmo resultó ser que, en el primer proceso constituyente 2020-2022, sólo pudimos elegir 1 representante, casualmente quien era presidente del partido hasta un poco antes
  • En el segundo proceso constituyente de 2023, el presidente nacional de ese entonces impuso la tesis de ir en acuerdo con una coalición chica del progresismo que se tradujo en un resultado electoral preocupante para la existencia legal del partido
  • En ambos procesos constituyentes, destacados personeros del partido que ocuparon cargos de relevancia en el pasado, pero a los que nuestros estatutos no reconocen ningún privilegio especial, se dedicaron a desconocer la institucionalidad partidaria y los acuerdos políticos adoptados en conformidad a ella, contribuyendo públicamente a las contradicciones permanentes y a la ambigüedad que han caracterizado la percepción ciudadana acerca de nuestro mensaje
  • Lo más grave, nuestra dirigencia abandonó en estos años la opción preferencial por los pobres y cometió el error de asumir el neoliberalismo, modelo capitalista para el crecimiento, como si fuera un modelo de desarrollo que permitiera avanzar en justicia social. Salvo el esfuerzo de la camarada Yasna Provoste en su programa presidencial, las críticas al neoliberalismo dejaron de ser elemento central del planteamiento de la Democracia Cristiana
  • Recientemente tuvimos un presidente nacional que se caracterizó por imponer una agenda propia, por retomar un discurso frontal anticomunista impropio de la DC, por impedir que participáramos en una primaria con todo el progresismo y por pretender llegar con su candidatura presidencial a primera vuelta

Como es sabido, prácticamente 3 años atrás, numerosos camaradas planteamos la necesidad de la unidad social y política del pueblo para detener a la ultraderecha. Esta tesis que encontró resistencias internas también encontró en nuestros aliados naturales, reticencias para comprender a tiempo que necesitábamos unidad estratégica y no solamente táctica.

La historia reciente es más conocida. La Junta Nacional de la DC, recién en julio de este año, aprobó por una gran mayoría la necesidad de un acuerdo parlamentario amplio con toda la centroizquierda y por clara mayoría el respaldo a la candidatura presidencial de Jeannette Jara. Los resultados demuestran lo acertado de esa decisión de la Junta Nacional: 8 diputados y la reelección de nuestros 2 senadores, un resultado destacable -para la situación electoral que representamos hoy- producto de una acertada negociación y de buenos candidatos.

Aunque los esfuerzos de nuestra candidata presidencial fueron relevantes no resultaron suficientes. Vencer en esta elección era muy difícil, considerando además el anticomunismo profesado por las derechas que penetró en la mente de muchos chilenos y que fue también alimentado por destacados militantes que se pronunciaron en contra de los acuerdos de la JN y de una candidatura comunista. Muchos no movieron un dedo por la candidata presidencial, al contrario del trabajo en terreno de nuestra militancia que merece ser reconocido. Curiosamente algunos de ellos son los mismos que se atreven a reclamar porque "tenemos un partido que no es ni la sombra de lo que fue" sin, por supuesto, atribuirse ninguna responsabilidad en este descalabro que ha vivido el partido. Afortunadamente, la militancia sabe quiénes "atornillaron al revés".

Claridad para el futuro

Hechos los procesos de autocrítica que señalamos al comienzo, incluida la nuestra para lo cual acabamos de proponer algunas pistas, viene la necesidad de mirar al futuro de frente y con la ciudadanía. Claramente necesitamos reconstruir una DC que tenga coherencia y actué sin ambigüedades para ofrecer caminos, inspirados en la vigencia y la fuerza del humanismo cristiano, ante el futuro que debemos saber auscultar.

A este debate histórico para enfrentar probablemente una última oportunidad de reconstruir una DC consecuente con los valores y principios del humanismo cristiano estamos llamados a partir del proceso de elecciones internas que estamos enfrentando.

Nuestra obligación militante es mirar más lejos y fortalecer el trabajo para recuperar "una auténtica DC" al servicio del pueblo de Chile:

  • Realizar el VI Congreso Ideológico-Político, entendido como un proceso de encuentro con la diversidad de la sociedad chilena, abriendo nuestras sedes partidarias y redes digitales a las comunidades locales; los pueblos originarios; las organizaciones sociales, sindicales y gremiales; los colegios profesionales; las iglesias; el mundo universitario; el mundo rural; los inmigrantes y las minorías, de modo que nuestro partido esté en permanente sintonía y escucha de las aspiraciones y demandas de la sociedad civil, en especial de quienes no son actualmente escuchadas/os por una élite política encerrada en sí misma
  • Una reforma estatutaria habrá de dar forma permanente a la participación de la sociedad civil en nuestros debates y discusiones políticas
  • Proponemos recuperar la dignidad y el trabajo de nuestros profesionales para servir a Chile y al partido con propuestas que enfrenten los desafíos del mundo actual
  • Implementar un sistema de capacitación y de formación. Nuestro partido debe ser siempre una escuela de servicio y no una agencia de empleo. Rescatar la vigencia del humanismo cristiano no sólo a partir de las encíclicas papales ni de nuestros siempre presentes Jacques Maritain y Jaime Castillo, sino que abiertos a nuevos aportes de pensadores contemporáneos que nos hablan con propiedad de la vigencia de nuestra inspiración fundamental. La formación política del militante debe ser tarea central con foco en la juventud y sociedad chilenas. Una formación no encerrada entre 4 paredes, sino que dispuestas a dialogar y a permear a todos los estamentos de nuestra sociedad.

Nuestra tesis orientadora de nuestras decisiones en el Chile de hoy y en el que resulta después de las elecciones recientes, debe ser la "unidad social y política" del pueblo, reconociendo siempre el valor de la diversidad.

La forma concreta que ella adopte deberá ser discutida por el conjunto de la centroizquierda y el progresismo chileno. Sólo si hacemos esta tarea, abriremos un camino de renovación y esperanza para nuestro partido y nuestros liderazgos, porque no, estarán en condiciones de ser creíbles y de encabezar este proceso.

La nueva política requerirá siempre de propuestas concretas y viables que hagan sentido a las mayorías, pero en el mundo global y cambiante que nos desafía, proponer una visión del Chile y el mundo que queremos es nuestro mayor reto. Esta es la única tarea viable para la Democracia Cristiana en el Chile de hoy.

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