Agosto fue un mes emblemático durante la Primer Guerra Mundial (1914-1918), como atestigua la historiadora Barbara Tuchman en su obra magistral "Los Cañones de Agosto", que la hizo merecedora del Premio Pulitzer.
Agosto sinceró lo que sería una guerra que se presumía duraría unas semanas y con mala suerte unos meses. Sin embargo, fueron cuatro años de empantanamiento en las trincheras, en el Frente Occidental, sin que ninguno de los bandos consiguiera avanzar más que unos metros, conquistados pagando el precio del exterminio de la "flor de su juventud". Cabe hacerse la pregunta ¿cuantos futuros investigadores, científicos, escritores, poetas, empresarios -que pudieron haber cambiado este mundo-, perecieron en el barro de esas trincheras?
Precisamente, el comentarista Fernando Villegas recordó en uno de sus programas al escritor francés Alain Fournier, autor de "El Gran Maulnes", quien murió junto a su compañía de soldados, en el mes septiembre de 1914, a los 27 años de edad. Como Fournier, millones de jóvenes perecerían en este conflicto bélico, tanto de las potencias de la Entente (Francia, Reino Unida, Rusia Imperial y Serbia) como de las Centrales (Alemania, Imperio Austro Húngaro y el Imperio Otomano).
Casi al final de esos cuatro años, el ejército alemán consiguió triunfos y se acercó a 72 kilómetros de París y en ese momento ocurrió una hermosísima anécdota, narrada por el historiador militar inglés Cyril Falls: el encuentro entre un campesino francés y las primeras divisiones de soldados norteamericanos, que reunían a Marines y estudiantes universitarios que se habían enrolado voluntariamente.
Al verlos pasar, el campesino les advirtió "la guerre est finie!" y un estudiante de Harvard le respondió "Pas finie!". Durante cinco días los norteamericanos mantuvieron 8 kilómetros, oponiéndose a las columnas alemanas que avanzaban por los campos de trigo. Tras eso, contratacaron, haciendo retroceder a cinco divisiones alemanas hacia un bosque conocido como Belleau Wood. Sólo uno de cada cuatro salvó indemne y más de 100 fueron condecorados por heroísmo. Los franceses renombrarían el bosque: Bois de la Brigada des Marines (Bosque de la Brigada de Marines) en honor a la tenacidad de los Marines.
Posteriormente, en seis días, los doughboys (apodo que recibió la infantería norteamericana) recapturaron la villa de Vaux y así se inició el comienzo de la derrota alemana a mediados de 1918, siendo éste uno de los puntos de inflexión de la Gran Guerra. Cómo me advirtiera mi amigo Pedro Suckel en la columna anterior, la derrota alemana en gran parte se debió al ingreso de los Estados Unidos en 1917, de lo contrario, habría sido un empate.
Son tantos los momentos de la historia en que creemos que hemos llegado a una pared infranqueable y sin embargo, de repente, casi por arte de magia, el muro se desvanece y podemos avanzar, especialmente si surgen valientes como los de Pas Finie. Estos hechos históricos debieran hacernos meditar, como seguramente diría mi querido profesor Jorge Santín (Q.E.P.D.)
Mención aparte merece la escritora Barbara Tuchman, quien tenía por costumbre encerrarse a escribir al fondo de su jardín, entre 9 AM y 5 PM, combinando su trabajo literario con sus deberes familiares. Tuchman, cuenta su hija, fue siempre una persona discreta y sobria y cuando la actriz Jane Fonda pidió conocerla, respondió que "no tenía tiempo para esas cosas", dejando claro que lo de ella era la historia y no las luces. Otra lección, en especial en estos días, donde el afán desbordado por figurar, por obtener un like o ser un influencer nos hacen olvidar el sentido del deber, del trabajo y de la importancia que reviste la historia, en el ámbito personal como profesional.
Por último, la Primera Guerra Mundial es sumamente relevante, ya que dibujó el mundo tal cual hoy lo conocemos; terminó con los grandes imperios y dividió los países, muchas veces creando conflictos, que hasta hoy perduran. Sin embargo, también dejó enseñanzas, una de las cuales es que pese a la adversidad, no todo está perdido: Pas Finie.
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