"En sociedades destrozadas por la guerra, frecuentemente son las mujeres las que mantienen a la sociedad en marcha... usualmente son las principales defensoras de la paz".
La frase de Kofi Annan, ex secretario general de la ONU, refleja muy bien el ambiente que dominaba este organismo internacional hacia fines de 2000, cuando el Consejo de Seguridad aprobó la Resolución 1325, que proporcionó un marco para incorporar una agenda de género en la resolución de conflictos y en el mantenimiento de la paz.
Dicha resolución insta a los Estados miembros de la ONU a velar porque aumente la representación de la mujer en todos los niveles de adopción de decisiones de las instituciones y mecanismos nacionales, regionales e internacionales para la prevención, la gestión y la solución de conflictos.
También pide a todas y todos los que participen en la negociación y aplicación de acuerdos de paz que adopten una perspectiva de género, en que se tengan en cuenta y se incluyan, entre otras cosas: las necesidades especiales de las mujeres después de los conflictos; medidas para apoyar los procesos autóctonos de solución de conflictos y para hacer participar a las mujeres en todos los mecanismos de aplicación de los acuerdos de paz.
A más de 20 años de esta resolución, los nuevos escenarios geopolíticos de Medio Oriente han abierto una ruta para trabajar en forma colaborativa el rol de las mujeres en procesos políticos, incluso más allá de los conflictos bélicos.
En este contexto, cabe destacar el protagonismo de Aviva Raz Shechter, la enviada especial israelí para la implementación de la Resolución 1325, cargo que fue creado el año pasado por el canciller Yair Lapid y que se ha fortalecido en el contexto de los Acuerdos de Abraham.
En efecto, con motivo de la Expo Dubai, Israel, Emiratos Árabes Unidos y Bahrein organizaron en forma conjunta una serie de actividades para promover la paz y la seguridad, a partir de las acciones que emprenden las mujeres en ámbitos como ciencias, tecnología, innovación y otros.
El concepto central de esta cooperación trilateral fue mostrar cómo las nuevas amenazas sanitarias, medioambientales y sociales impactan de manera más intensa a las mujeres, pero a su vez son las mujeres quienes están realizando los mayores esfuerzos para aportar soluciones desde sus propios contextos.
Así, en el ámbito de las relaciones internacionales, comienza a asentarse el concepto de diplomacia feminista, como una fórmula para capturar los avances de equidad de género logrados localmente, y proyectarlos globalmente a través de la política exterior de los países.
Parte de este enfoque está abordado en el número 5 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, relativo a la igualdad de género y el empoderamiento de mujeres y niñas.
Así, la equidad de género se define no solo como un derecho humano básico, sino que es uno de los fundamentos esenciales para construir un mundo pacífico, próspero y sostenible.
Según la ONU se han conseguido algunos avances durante las últimas décadas: más niñas están escolarizadas, menos niñas son obligadas al matrimonio precoz; más mujeres ostentan cargos en parlamentos y en posiciones de liderazgo, y las leyes se están reformando para fomentar la igualdad de género.
Pero a pesar de estos logros, todavía existen muchos desafíos: las leyes y las normas sociales discriminatorias continúan siendo generalizadas, las mujeres siguen estando sub-representadas en todos los niveles de liderazgo político, y 1 de cada 5 mujeres y niñas de entre 15 y 49 años afirma haber sufrido violencia sexual o física a manos de una pareja íntima durante los últimos 12 meses.
En este escenario, resulta especialmente interesante el sello feminista que se ha planteado para la nueva política exterior de Chile, a partir de la asunción del gobierno del Presidente Gabriel Boric, ya que se abre un espacio de cooperación y diálogo, para avanzar en un mejoramiento del status de la mujer a través de las herramientas que ofrecen los mecanismos de la diplomacia.
Porque, obviamente, una política exterior feminista va mucho más allá de la paridad en la asignación de cargos, y se vincula fuertemente con decisiones de fondo, que consideran el status de la mujer en los países que forman parte de la comunidad internacional.
Sin duda, la diplomacia se enfrenta a un camino largo y ancho que se abre en el horizonte, donde la perspectiva de género ya no será un simple check en la lista de deberes, sino un eje fundamental para la paz, el respeto de los derechos humanos, la equidad y el desarrollo sostenible.
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