La actual invasión de la Federación rusa al pueblo ucraniano, liderada por Vladimir Putin, no solo nos muestra nuevamente el carácter imperial de aquel Estado, sino también el lamentable apoyo y silencio de buena parte de las izquierdas europeas y latinoamericanas.
Lo señalo, ya que cuesta entender que sectores que han denunciado las acciones imperiales de Estados Unidos por décadas en distintos lugares en el mundo, utilicen los mismos argumentos del gobierno ruso para justificar o relativizar la invasión a Ucrania.
De ahí que la idea de Putin de que su intervención militar no sería una invasión, sino una liberación al pueblo ucraniano de sectores fanáticos fascistas y nazis de Lugansk y Donetsk, es el guión calcado de lo que dijo George W. Bush para invadir Irak en el año 2003.
Por eso que resulta bastante burdo que no solo distintos gobiernos apoyen a Putin, sino también organizaciones de la sociedad civil y movimientos de izquierda europeos y latinoamericanos, usen la idea de que lo que se intenta hacer en Ucrania es de desnazificarlo.
Al parecer, aún no se enteran lo profundamente capitalista, conservador, patriarcal, homofóbico, nacionalista y autoritario que es el partido político de Putin, Rusia Unida, que es mucho más cercano a la Rusia zarista que a la Rusia que pensó alguna vez Lenin durante la revolución.
Se podrá argumentar del nefasto rol de la OTAN y su historia criminal en distintos países en el mundo, lo que es cierto, pero de ahí a justificar una invasión por otra, no tiene ningún sentido para los pueblos que sufren bombardeos y ven destruidas sus vidas.
Por lo demás, quienes critican la intervención militar de la OTAN, se les olvida el Pacto de Varsovia, liderado por la Unión Soviética, el cual invadió países, como es el caso de Checoslovaquia en 1968, mientras buena parte de la izquierda mundial miraba también para otro lado y no tomaba posición al respecto.
Esta vez con Ucrania pasa exactamente lo mismo, en nombre de un antiimperialismo de los idiotas, como bien escribió Leila Al-Shamien, luego del apoyo de buena parte de la izquierda occidentalizada al régimen de Asad en Siria, mientras no solo Estados Unidos, sino también Rusia, bombardeaban y destruían ese país, sin ningún tipo de respeto por los derechos humanos.
En consecuencia, se podrá estar en contra de un determinado gobierno, por su carácter conservador, nacionalista, religioso, autoritario, o por tener vínculos con organizaciones fanáticas, pero de ahí a invadirlo, como ocurrió en Irak, Afganistán, Vietnam o en Ucrania, es completamente inaceptable y debe ser condenado siempre.
En otras palabras, con ese argumento se debería invadir una larga lista de países, entre esos la misma Federación rusa, por ser un régimen que ha concentrado brutalmente el poder y ha perseguido, encarcelado y asesinado a cualquier tipo de disidencia que aparezca en el camino.
Por lo mismo, a veces es bueno conocer lo que pasa con la disidencia interna en los países, y tomar distancia de la propaganda oficial de los gobiernos para justificar crímenes, ya que se terminan repitiendo argumentos imperiales, completamente opuestos a los de los pueblos.
El caso del historiador de izquierda ruso Ylya Budraitkis es un buen ejemplo de ello, al plantear que finalmente lo que está detrás de la invasión de Putin a Ucrania, es revisar todas las fronteras postsoviéticas, las cuales para él son solo artificiales, negando así la existencia de esos países y su autodeterminación.
Frente a este escenario de guerra imperial que nos encontramos, urge una refundación de Naciones Unidas, la cual desde su creación en 1945, ha sido un lugar de refugio para grandes imperios, los cuales se han dedicado a vetar cualquier condena de la Asamblea General, por tener privilegios en el Consejo de Seguridad, luego de haber triunfado en la Segunda Guerra Mundial (China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos).
Por último, se hace cada vez más urgente impulsar una nueva institucionalidad regional y plurinacional latinoamericana y caribeña, que ponga en el centro el cuidado de la vida, tanto humana como no humana, ya que la amenaza militar, económica y socioambiental para la región, sobre todo de potencias como Estados Unidos y China, nos debería unir más que nunca para aportar en un nuevo proceso de desimperialización del mundo.
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