En la Declaración de Panmunjom resultante de la Cumbre Intercoreana del pasado 27 de abril, uno de los puntos clave fue acordar la celebración de reuniones multilaterales bajo dos esquemas innovadores para declarar el fin de la Guerra de Corea y firmar el esperado Tratado de Paz en la península, el trilateral que agrupa a las dos Coreas y Estados, y el cuadriteral o de “cuatro bandas” sumando a China.
Hasta el momento, China había optado por la mantención del esquema bilateral con Corea del Norte tras las sucesivas visitas entre Xi Jinping y Kim Jong-un, de allí que, aparentemente, lo “trilateral” fue adquiriendo cada vez más fuerza.
No obstante, los actores más consistentes y hábiles han demostrado ser los líderes de la península coreana, Moon Jae-in y Kim Jong-un, manteniendo las reuniones sistemáticas de alto nivel (incluyendo la Segunda Cumbre en lo que va del año, el 26 de mayo), presentándose juntos bajo la bandera de la unificación coreana en la ceremonia de apertura y participando de forma conjunta en los equipos de baloncesto femenino, remo y canotaje, la apertura de la oficina de enlace conjunta en la ciudad fronteriza norcoreana de Kaesong programada para el 14 de septiembre y anunciando que el Presidente Moon será el que cruzará la fronteza hasta Pyongyang para participar en la tercera Cumbre Intercoreana entre los días 18 y 20 de septiembre.
Kim Jong-un hábilmente se ha mostrado como líder capaz de cumplir los compromisos, llamando a la comunidad internacional a reconocer los avances significativos como el desmantelamiento del recinto nuclear en Punggye-ri, la repatriación de los soldados estadounidenses fallecidos en la Guerra de Corea y reafirmando su compromiso por tomar medidas más activas para la desnuclearización y por normalizar las relaciones con Estados Unidos antes del término del primer mandato de Trump en enero del 2021, obviamente a cambio de recompensas o condiciones, como la baja de las sanciones económicas y retiro del personal estadounidense de las bases militares instaladas en Corea del Sur.
Por su parte, el presidente estadounidense Donald Trump ha dado, como es su estilo característico, señales mixtas de cuáles son sus intereses y percepciones sobre los avances de este esquema, acudiendo como siempre a la red social Twitter para expresarse.
En primer lugar, suspendió la visita programada de su Secretario de Estado, Mike Pompeo, a Corea del Norte por considerar que el proceso de desnuclarización del Norte no ha progresado a la velocidad que desearía, para luego del mensaje de Kim a través del asesor jefe de seguridad presidencial de Corea del Sur, Chung Eui-yong, cambiar su señal de advertencia para elogiar a su contraparte norcoreana, agradeciéndole por por tener una “fe inquebrantable en él”.
Posteriormente, el Departamento de Estado anunció que el Representante Especial para el tema de la República Popular Democrática de Corea, Stephen Biegun, viajará a Corea, China y Japón entre los días 10 y 15 de septiembre para discutir la “desnuclearización final y declarada” de Corea del Norte, días antes de la nueva Cumbre Intercoreana.
Ese es un problema para Trump, el tiempo, el cual los coreanos saben manejar a la perfección, pues culturalmente dan un mayor valor a la creación de confianza, vínculos y poco a poco avanzar estratégicamente hacia el objetivo. Donald Trump no tiene este tiempo o mas bien no quiere asumir que debe tratar con paciencia y mesura su relación con Kim Jong-un.
El objetivo del presidente estadounidense es usar la relación bilateral para recuperar en lo posible el prestigio perdido por su pobre manejo de la política exterior desde su llegada a la Casa Blanca, sumando puntos para las próximas elecciones de 2021 y, de paso, pasar a la historia como el presidente que logró alcanzar la paz y finalizar uno de los conflictos más complejos y extensos de las relaciones internacionales contemporáneas.
Para ello, tira y floja la presión hacia Kim Jong-un, mientras que las Coreas siguen avanzando en una relación mucho más estable y con buenos pronósticos debido al gradualismo y un plan de acción mucho más preciso y con viabilidad a largo plazo que la vaga declaración conjunta tras la Cumbre de Singapur el pasado 12 de junio.
Claramente, el viaje de Biegun da cuenta de que Estados Unidos no puede solo, que la aparente amistad y admiración mutuas entre Trump y Kim no son suficientes y el esquema trilateral podría convertirse en cuatriteral, oportunidad que China aprovecharía a su favor y del cual ambas Coreas se verían más beneficiadas para seguir construyendo un esquema de diálogo favorable para la pacificación de la península.
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