Cuesta imaginarse la tragedia de este país hermano. Los relatos de sufrimiento y desgarro de los venezolanos en todo el mundo quiebran el alma. Y es que la de Venezuela es lejos la mayor crisis económica, social y política de nuestro continente en décadas.
Las cifras dejan mudo. La inflación del 2018 llegó a 1.7 millones % y el FMI la estima en 10 millones % para el 2019 (récord mundial). La ONU estima que 3.2 millones de venezolanos ya han emigrado, llegando a 5 millones este año (16% de la población).
La producción de petróleo cayó de 3.5 millones de barriles diarios a 700 mil, a pesar de tener las principales reservas del mundo. La falta de inversiones ha significado masivos cortes eléctricos, algunos por más de 4 días.
Faltan profesionales de la salud y medicinas, y la desnutrición infantil llegó a 15.5% en menores de 5 años (Unicef).
Según su Fiscalía el 2016 hubo 21.700 muertes violentas (21% ejecuciones extrajudiciales de la policía) y Amnistía Internacional lo considera el país más violento del mundo (62 homicidios x 100.000 hab).
A lo anterior se suma la crisis política. La mezcla explosiva de militarización y autoritarismo, han llevado al país a una situación límite. La decisión de Maduro de anular a la elegida Asamblea Nacional (Congreso), gobernando en paralelo con una Asamblea Constituyente inconstitucional, de encarcelar arbitrariamente a sus principales opositores, de purgar al Ejército, de controlar los distintos poderes del Estado, de eliminar a la prensa disidente, y de realizar elecciones (2018) sin garantías mínimas de transparencia e independencia, han llevado a más de 50 países (entre ellos Alemania, Francia, Suecia, Canadá, España) a desconocer su legitimidad.
¿Cómo salir de este empate trágico? ¿Haciendo más de lo mismo? Independiente del juicio que uno tenga sobre la historia reciente venezolana, no hay observador independiente que no considere esta como la más grave crisis de la historia del país. ¿Son las visiones radicales la única alternativa: invasión o statu quo?
Un grupo de profesionales e intelectuales venezolanos de todos los colores políticos han alzado su voz para un acuerdo nacional.
Su manifiesto es sencillo. 1) Realización de una nueva elección transparente y confiable; 2) rechazar cualquier solución armada y la intervención indebida de cualquier país; 3) Promoción de mecanismos pacíficos y apoyo internacional a la negociación; 4) Promover la alternancia democrática. Por decir algo tan sensato se han expuesto tanto a la calificación de “traidores” y “colaboracionistas” por parte de algunos opositores radicales como de “golpistas” por parte de quienes gobiernan.
No puedo sino pensar en ese acuerdo nacional del año 1985 firmado en plena dictadura de Pinochet por personalidades opositoras y otras cercanas al régimen. Las críticas no se dejaron esperar.
Mientras algunos desde la extrema izquierda lo consideraron una claudicación a la causa otros de extrema derecha, lo calificaron de un esfuerzo del Departamento de Estado de EEUU para desestabilizar a Pinochet.
En una situación extrema como la de Venezuela, no existe la posibilidad del todo o nada. Cualquier salida pacífica o será negociada o simplemente no será pacífica.
Si a éste esfuerzo transversal se suma la presión internacional y la movilización social, quizás pueda surgir un acuerdo nacional como alternativa a la tentación militar y violenta que hoy predomina en los extremos.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado