Nos duele. Nos duele profundamente cada vida perdida, cada familia destruida, cada niño que crece en medio del miedo. Lo que vivimos hoy es una guerra terrible, pero lo que muchos no ven, o no quieren ver, es que existe una narrativa cuidadosamente construida por Hamás que ha logrado tergiversar todo, colocando todo el peso y la responsabilidad exclusivamente en Israel. Con esto no estamos diciendo que Israel sea perfecto ni que no cometa errores, pero reducir todo el conflicto a culpar a un solo actor es ignorar la complejidad del conflicto y, sobre todo, la raíz del problema.
Los hechos importan. Y aquí, los hechos son que Israel no comenzó esta guerra. El 7 de octubre de 2023, Hamás, gobierno de Gaza, territorio que no ha tenido elecciones en 19 años, perpetró la masacre más brutal contra civiles judíos desde el Holocausto. Es cierto que en Israel ha habido menos civiles muertos, pero eso ha sido únicamente porque el país ha invertido miles de millones en defender a su población. Y si lo ha hecho, es porque desde el primer día de su existencia no ha dejado de ser atacado ni un solo día.
Aun así, durante estos dos años de guerra, más de 900 soldados israelíes han perdido la vida y la población entera vive bajo un impacto psicológico y social devastador. Por su parte, Hamás, sabiendo que no podría enfrentarse militarmente a Israel, de todas formas y sin ningún reparo, decidió atacarlo, a expensas del sufrimiento de su propia población. Desde entonces, ha rechazado en múltiples ocasiones las propuestas de cese al fuego que incluían la liberación de los secuestrados. Mientras tanto, el dolor no distingue fronteras: lo viven tanto los civiles israelíes como los civiles gazatíes.
Esta es, quizá, la guerra más difícil de nuestro tiempo. Y la pregunta que debemos hacernos es incómoda pero inevitable: ¿Qué hacer para que esta guerra termine y se logre la paz, si Hamás, gobierno dictatorial, corrupto y sangriento, la contraparte con la que se debe negociar, no quiere devolver a los rehenes ni desarmarse? Honestamente, no lo sé.
Vivimos en una época en la que abundan los datos falsos o muchas veces tergiversados, donde la redes sociales, con una escasa regulación, amplifican impunemente versiones sin sustento, lo que ha traído como consecuencia que muchos elijan creer ciegamente la narrativa de Hamás, y descartar sin miramientos la información proveniente de una sociedad democrática. Es comprensible que, si las personas ven la información publicada en medios serios, piensen que es 100% real. Pero la verdad es que, en estos dos años, el 90% de la información proviene directamente de los distintos ministerios de Hamás. ¿En qué mundo la palabra de un terrorista se considera verdad absoluta e irrefutable? ¿No debería siquiera existir la duda o buscar fuentes alternativas e imparciales para contrastar la información?
Quienes realmente queremos luchar por la paz y el bienestar de los civiles palestinos e israelíes, debemos reconocer algo esencial: el verdadero responsable de esta tragedia, incluso antes del 7 de octubre de 2023, es Hamás, un gobierno que ha condenado a su propio pueblo a vivir sin libertad, sin desarrollo, sin esperanza, mientras invierte millones en túneles y armamento en lugar de escuelas y hospitales. Hasta que esa realidad no se enfrente con honestidad, la paz seguirá siendo un espejismo.
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