Michelle Bachelet, en su calidad de Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, visita Venezuela en estos días. Los partidarios del régimen chavista lo presentan como una suerte de acto de cortesía y buscan que esta sirva para legitimar las autoridades de hecho del país.
La realidad, sin embargo, es diferente: Los encargados de la vigilancia del respeto a los derechos humanos de Naciones Unidas no realizan visitas turísticas, sino que se desplazan a aquellos lugares en que hay una comprobada violación sistemática de los derechos humanos.
En Venezuela, aparte de las gravísimas consecuencias de la crisis humanitaria que ha empujado a casi 3 millones de personas al exilio y ha traído la muerte a un número indeterminado de niños y ancianos por la falta de medicinas y alimento, existe un ejercicio permanente de la violencia, las detenciones arbitrarias y la tortura practicadas por agentes del Estado o por bandas armadas amparadas por la policía.
Ejemplos de lo anterior sobran: Al diputado Gilber Castro lo detuvieron el 26 de abril y después de 35 días de desaparición se le encarceló. La escena no es diferente a las que conocimos en el Chile de Pinochet o la Argentina de Videla. Lo mismo ocurre con el diputado Edgar Zambrano, detenido hace más de 25 días y que hasta la fecha se encuentra desaparecido.
Al igual que ocurría entre nosotros, ni la policía, ni el Ministerio del Interior, ni los tribunales bolivarianos se sienten en la obligación de explicar o investigar su suerte.
Más grave aún fue el caso del concejal opositor Fernando Albán, cuyo cuerpo fue lanzado al vacío desde el décimo piso del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), órgano que emula a la siniestra DINA del general Contreras.
Ninguno de estos son casos aislados. Por el contrario, se han extendido las medidas represivas contra estudiantes y dirigentes opositores que en un número de varios centenares se encuentran en calidad de presos políticos y a merced de las mafias que controlan las cárceles. Como dice el escritor Alberto Barrera Tyszka, de la mano de Maduro, la denominada Revolución Bolivariana se ha convertido en una maquinaria asesina.
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