Venezuela es hoy, en todo el mundo, motivo de encontrados comentarios, mayoritariamente desfavorables para su actual gobierno. En particular, en nuestro país cuesta encontrar algo a favor. El 80% de la opinión pública chilena comparte la afirmación de que en ese país impera una dictadura, casi como la de Pinochet, lo cual está influenciado por todo lo que ve, lee, y escucha todos los días sin profundizar que es lo que realmente está en juego en la patria de Bolívar.
No se puede ignorar lo ocurrido recientemente, en que la oposición pudo celebrar un plebiscito en rechazo a la asamblea constituyente, afirmando que votaron 7 millones aunque sin existencia de padrones electorales y posteriormente votaron 8 millones con respaldo de padrones electorales, aprobando dicha institución y que para el 15 de octubre próximo habrán elecciones de gobernadores habiendo ya inscrito sus candidatos más del 50% de la oposición
Nada importa que más del 70 % de los muertos en las protestas hayan sido chavistas y que los quemados vivos sean víctimas de la oposición, incluso una chilena partidaria del régimen fue degollada por una de sus alambradas. En el primer semestre del presente año, en México, han sido asesinadas 12.555 personas y no tiene ni de lejos la cobertura periodística internacional, que se dedica a Venezuela y la explicación es que estos masivos asesinatos no amenazan al poder político y económico establecido.
Una revolución no es otra cosa, en términos simples, que la lucha de los de abajo o dominados dan contra los sectores dominantes en un esfuerzo para arrebatarles el poder político y que, en una primera etapa, no tienen claro de qué se trata una revolución, más bien la adhieren por la expectativas de un cambio que los saque de un estado que consideran injusto.
Los sectores dominantes, que siempre controlan la riqueza, y desde allí el real poder político, combatirán por todos los medios a su alcance, sin importarles la naturaleza de éstos, para evitar dejar de ser los dueños del país, y es de toda lógica que así lo hagan.
Por lo tanto, lo que marca a toda revolución será el enfrentamiento a todo nivel, porque nunca, los que por siglos han detentado posiciones de poder dentro de la sociedad, van a cederlos por su propia voluntad, sin importar si la revolución llegó por elecciones democráticas.
La humanidad solo conocía de revoluciones triunfantes producto de crueles guerras internas, ya sean civiles o de guerrilla en las que podemos citar como las más relevantes, las de Rusia, China, Cuba y Vietnam, todas ellas en base a la teoría de la lucha de clases y de la dictadura del proletariado; ellas no contemplaron una democracia como la nuestra, ya que postulaban que la dictadura del proletariado era concebida como la liberación de los trabajadores, con el fin de terminar con la explotación del hombre por el hombre representando un sistema social, político y económico superior.
Las revoluciones rusa y cubana abrazan el principio del internacionalismo proletario y, por lo tanto, ayudan a los procesos revolucionarios que van brotando en diferentes países. A diferencia de China, que no lo incorpora y establece que los pueblos que tomen este camino lo deberán hacer con sus propios esfuerzos y pagar su costo para que aprendan a valorizarlo.
Chile, en 1970, asombró al mundo cuando la Unidad Popular planteó que la revolución también podía tomar caminos pacíficos y es posible construirla sin la dictadura del proletariado. En la década del 60, del siglo pasado, se había instalado en Chile un pensamiento de izquierda o progresista mayoritario, que no nacía de la noche a la mañana, sino como producto de largas luchas populares conducidas por fuerzas que iban desde el Partido Comunista hasta la Democracia Cristiana, independiente de sus diferencias políticas y enfrentamientos.
Ello hizo posible la reforma agraria, la sindicalización campesina, el avance de las organizaciones urbanas, de juntas de vecinos, estudiantes, la sindicalización única cuya máxima expresión fue la CUT, sigla que significaba Central Única de Trabajadores, emergió la reforma universitaria, etc.
Fue todo esto lo que hizo posible el triunfo del Presidente Salvador Allende con el 36 % de los sufragios. Otra de las características de las revoluciones es que sus líderes llegan a aprender a gobernar por mucho que hayan pensado como hacerlo, ya que deberán actuar en un escenario totalmente distinto al tradicional. Una de las primeras advertencias, que Fidel Castro hizo a los cubanos, es si iban a tener la paciencia para tolerar los errores que cometerían en su aprendizaje de gobernar. Sabemos por experiencia propia que no es posible la consolidación de una revolución, sin una mayoría - no sólo electoral - sino que se necesitan mayorías conscientes del proceso de futuro incierto que se inicia.
El General Velasco Alvarado, Comandante en Jefe del ejército peruano, da un golpe de estado revolucionario en 1968 y agrega un nuevo elemento, los militares pueden dejar de ser la garantía del poder de las clases dominantes, pero al mismo tiempo demuestra que, sin una ciudadanía que participe en el proceso, su camino será la derrota. El general Velasco se basa en el mando jerárquico, porque de cada cuatro oficiales peruanos sólo uno sigue su ideario. Cabe destacar que uno de los más importantes representantes de la teología de la liberación es el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, hoy de 88 años.
En 1978 es asesinado Aldo Moro, demócrata cristiano, primer ministro italiano. Este crimen tuvo por objetivo impedir un acuerdo de gobierno con el partido comunista, dirigido por Enrico Berlinguer, quién criticaba duramente el sistema soviético. Este pacto político habría cambiado la política mundial y su formulación tenía como antecedente lo sucedido en Chile en 1973.
Ellos pensaron que habrían sido posibles los cambios estructurales en Chile, pero a condición de una unidad de la UP con la Democracia Cristiana y postulaban que un gobierno basado en el humanismo cristiano y el humanismo socialista era factible. El secretario de Estado de EEUU, Henry Kissinger había advertido a Moro el rechazo de su gobierno a esta alianza. Berlinguer diría posteriormente que habían sido demasiados ingenuos.
La revolución venezolana, no sólo es producto de un triunfo electoral, sino que compromete a las Fuerzas Armadas de ese país, en algo inédito, ya que a diferencia del General Alvarado aquí es la mayoría de las Fuerzas Armadas la que la respaldan.
El pueblo aporta sus votos, pero la base es el elemento militar y, desde allí, se empieza a construir un proceso que siempre en una revolución busca satisfacer las necesidades de los más pobres, que se confunde con populismo, que muy luego tendrá que enfrentar el que las necesidades o aspiraciones son mayores que los recursos y la oposición será cada vez más férrea y dura buscando implacablemente su derrota.
Hacer conciencia revolucionaria es una tarea épica, posiblemente la mayor que pueda emprender un pueblo, se trata de superar el Estado individualista, para algunos propio de la especie humana, que busca la igualdad respetando las diferencias de las capacidades de cada cual, pero poniendo como elemento central el bien colectivo buscando el reemplazo del sistema capitalista tal como lo conocemos. No sabemos si su resultado será un capitalismo humano, un socialismo democrático, de mercado u otra forma de organización de la sociedad.
No podemos ignorar los cambios que producirán los avances tecnológicos que avanzan a una velocidad imposible de seguir. En 2050, o antes, el 50% de la producción mundial será producida por los robots. El cambio que esto provocará en todas las esferas de la sociedad a nivel planetario no es aún medible, pero es indiscutible que traerá alteraciones sociales que incluso pueden pulverizar las relaciones de todo tipo como hoy las conocemos y esto está a la vuelta de la esquina.
Las Naciones Unidas, desde 1993, vienen levantando como política mundial el Desarrollo Sostenible, en que el crecimiento debe respetar la naturaleza, no se puede extraer de ella más recursos renovables que la capacidad de reposición. El desequilibrio atenta contra de permanencia de la especie humana en el planeta. Se hace muy difícil pensar que esto sea posible con un sistema, en el cual la codicia es uno de sus principales factores. En Chile, se pueden citar dos ejemplos, dentro de muchos. La depredación de los recursos marinos y la del bosque nativo que, en términos proporcionales, es mayor que la deforestación que se produce en la selva amazónica.
Las revoluciones no fracasan, sólo son derrotadas, son experiencias sociales que van haciendo camino. Francia celebra su día nacional el 14 de Julio, día de la toma de la Fortaleza de La Bastilla con la que se inicia la revolución que proclama Libertad, Fraternidad e Igualdad y que, al ser derrotada, ve ejecutados a sus líderes. ¿Puede desde una perspectiva histórica considerarse su fin como un fracaso, cuando son los valores que levantaba los que hoy se reconocen como universales?
Ninguna revolución tiene hoy día, en un mundo dominado por las fuerzas del capital,asegurado su éxito, ni siquiera las que aparecen triunfantes, hasta que el balance de las fuerzas en pugna se incline a favor de las que buscan cambios estructurales del sistema imperante.
El mayor riesgo, para cualquier sistema político es envejecer, que tal como pasa con nosotros en términos naturales es la antesala a la muerte. Fue lo que le pasó a la Unión Soviética, a diferencia del capitalismo que ha sido capaz de renovarse a través de su existencia. Es lo que llevó a Francis Fukuyama a proclamar el fin de la historia en 1992.
En el caso del socialismo, China marca una experiencia nueva en lo económico manteniendo su rígida estructura política. Como decía, en el inicio, Chile lo interpreta de manera distinto y su ejemplo está en pleno desarrollo, particularmente en América Latina y Venezuela es parte de este proceso.
Lo que sí es seguro que, a pesar de las derrotas que puedan sufrir, los pueblos seguirán produciendo revoluciones y que cada una de ellas irá haciendo los aportes para que finalmente de esas experiencias, crueles, generosas, participativas, excluyentes, religiosas, ateas, con todas las contradicciones imaginables, surja un sistema que reconozca que todos nacemos iguales y nos formemos con una cultura solidaria para vivir en paz entre nosotros, con la naturaleza, con el planeta Tierra, nuestra única casa, que hasta ahora no hemos sabido cuidar.
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