Es necesario leer bien lo que ha ocurrido en Venezuela estos últimos días. Guaidó libera de su detención domiciliaria a Leopoldo López y anuncia, desde la Base AéreaLa Carlota, rodeado de un grupo de integrantes de la Guardia Nacional, de oficiales y personal de inteligencia de la Fuerza Aérea, un levantamiento militar en contra del régimen de Maduro que con el pasar de las horas no se produce.
Mientras ocurría este intento, Maduro se refugió en su Bunker, rodeado de los comandos de élites rusos que llegaron para protegerlo, y no salió a enfrentar personalmente el presunto levantamiento militar.
Quienes sí lo hicieron fueron Diosdado Cabello, que no llamaba a los militares a aplastar el conato, sino a los Comités paramilitares por él creados y que reúnen a 40 mil efectivos armados y con autorización para reprimir y asesinar sin comprometer a las fuerzas oficiales, y el general Vladimir Padrino, ministro de Defensa y Jefe del Ejército Bolivariano quien rodeado sólo de 6 de los más de 2.000 generales de que dispone esta fuerza, descalificaba a Guaidó y a los conspiradores militares e intentaba asegurar la normalidad en el funcionamiento del país.
Ninguno de los dos, en sus largas alocuciones televisivas, exaltó a Maduro y más bien aparecieron buscando ante la opinión pública validar sus respectivas posiciones de poder. Quedó claro que el hombre fuerte del momento es el General Padrino y que por sus manos pasan y pasarán seguramente algunas de las claves de lo que pueda suceder en Venezuela en el próximo período.
¿Que ocurrió realmente para que Guaidó, que preparaba, según su convocatoria hecha con semanas de anticipación, la “más grande movilización ciudadana de la historia “ para el 2 de Mayo, decidiera poner en marcha una estrategia de alzamiento militar, que calificó de definitiva, de manera repentina ?
Todos los antecedentes que circulan indican que el líder de la oposición venezolana tenía el compromiso de una parte de la cúpula militar de descolgarse del régimen y que quiso forzar ese hecho con el amotinamiento en la Base Aérea.Esto no se produjo y Guaidó apareció nuevamente, después de Cúcuta, anunciando un hecho que no ocurrió, levantando expectativas que no correspondieron a la realidad y dando la impresión de que sus anuncios son parte de un valiente voluntarismo más que de una acumulación de fuerzas especialmente en el ámbito militar.
Todo el mundo sabe que, especialmente cuando se enfrenta a una dictadura que lleva 20 años en el poder, que tiene el respaldo aún mayoritario de las FFAA controladas por miles de agentes cubanos que las “asesoran”, que dispone de una fuerza civil militarizada organizada y de una parte importante de la población aún a su favor, que un levantamiento militar se hace y no se anuncia previamente y, por tanto, es evidente que lo hecho por Gauidó no correspondía a una estrategia militar planificada por la propia oficialidad comprometida sino a una decisión política de intentar adelantar los hechos a toda costa, sin esperar siquiera la gran movilización social anunciada para esos días.
El fracaso de la anunciada revuelta militar que iniciaría con la deposición del régimen de Maduro, deja en evidencia que la oposición venezolana carece de una conducción política sólida, colegiada, capaz de determinar los tiempos y las prioridades de cada acción, que hay un excesiva centralización de las decisiones en Guaidó y que no se prioriza, porque hay una total desconfianza en cualquier diálogo después de 20 años de engaños del régimen, el hecho de que la movilización social pueda lograr elecciones libres, democráticas, controladas por la comunidad internacional, que es lo que la mayoría de los países del mundo que apoyan a la oposición desean como salida a la crisis.
El fracaso del levantamiento militar anunciado por Guaidó implica, sin duda, un fracaso de la oposición y una creación de expectativas excesivas que puede desmovilizar a la ciudadanía contraria al régimen y crear la sensación de que no hay nada más que hacer.
Además, es evidente que el régimen de Maduro, que en medio de los hechos ha reemplazado nada menos que al Director del Servicio Bolivariano General Cristofher Figuera que apoyó la “Operación Libertad” - diciendo que en un país tan rico no se puede continuar viviendo en la miseria - , iniciará una caza de brujas dentro de la Guardia Nacional y de las FFAA bolivarianas que terminará reprimiendo y expulsando del ejército a los altos oficiales que se hubieran comprometidos con una actitud de rebeldía al régimen.
Sin embargo, al leer en profundidad lo ocurrido, surgen muchos hilos por atar y que muestran que el cuadro político - militar se encuentra aún en ebullición y en desarrollo. Lo primero es que Maduro temió, por primera vez, ser derrocado por las propias FFAA que cree controlar en términos absolutos.
Que el llamado de Guaidó y de la oposición a que las FFAA contribuyan a terminar con la dictadura encuentra acogida en sectores militares y que estas mismas comienzan a estar en disputa entre el régimen y la oposición.
Incluso, el hecho de que el gobierno no haya recurrido a una acción directa de los militares en aplastar la insurgencia y provocar muertes masivas, demuestra que Maduro y sobre todo la cúpula militar entiende que no pueden hacer hoy lo que quieran, que todo tiene una repercusión y una respuesta y, sobre todo, que no saben con cuanta fuerza contarían efectivamente después de una masacre civil promovida por la cúpula de las FFAA leales al régimen.
El general Padrino más bien intentó redimensionar el supuesto alzamiento y mostrar normalidad, porque en los militares puede haber ya conciencia de que son ellos los que en un momento determinado pueden jugar un rol en una transición que hoy o mañana debe encaminarse a una superación de la crisis. Su propia madre, en un video muy difundido en el país, le pide que “abandone un proyecto fracasado y se ponga al lado del pueblo”, a demostración de la profundidad de la división de la sociedad venezolana.
Es evidente que en las FFAA Bolivarianas no se quiere cargar con el costo histórico de una masacre civil y que hay comprensión, de una parte, de la dimensión de la crisis económica y social que vive Venezuela y, de otra, que el régimen ya no está en condiciones políticas y también militar de responder con medidas policiales extremas para frenar el descontento masivo y creciente de la sociedad.
El hecho mismo que López no haya sido detenido antes de entrar con su familia a una embajada y que Guaidó siga libre encabezando a la oposición después de anunciar nada menos que una asonada militar fracasada, muestra la debilidad y los límites de un régimen que dejó de controlar todo. Esto, casi siempre, con regímenes dictatoriales de diverso carácter y signo ideológico, es el preludio de una debacle.
Por tanto, en Venezuela todo está en movimiento, la oposición no ha sido derrotada y el régimen, con más debilidades que antes, sigue en pie.
El espacio para una salida política se va estrechando y hay que multiplicar los esfuerzos y la presión de la comunidad internacional para que se convoque a elecciones democráticas que entreguen al pueblo venezolano la resolución de su futuro.
De no ser así, el cuadro de enfrentamiento civil y militar puede agudizarse ya que el telón de fondo, completamente ineludible, es la crisis profunda y dramática de un país en bancarrota, paralizado económicamente, con una inflación inigualable, con carencia de alimentos y medicamentos, con una crisis humanitaria que se profundiza cada día y un gobierno que no está siquiera en condiciones de asegurar en Venezuela, es decir en un país con enormes recursos que han sido dilapidados por el descontrol y la corrupción, de garantizar el suministro de agua y electricidad a la población.
El tiempo se agota y hay que actuar para dar una salida pacífica y democrática a una situación que puede terminar, si no es así, en una intervención de las propias FFAAA Bolivarianas o en una guerra cívico militar y, por ende, en una gran tragedia para Venezuela y para todo el continente.
España puede jugar un rol relevante para enhebrar un diálogo con todos los sectores internos y con los países de Europa y América Latina que ha adoptado posiciones sobre la crisis venezolana y Leopoldo López, alojado en su Embajada, puede ser un interlocutor válido en este esfuerzo.
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