La muerte de Camilo Catrillanca, que ha conmocionado al país, ha vuelto a poner en tela de juicio la política del Gobierno en la zona de conflicto y la credibilidad de Carabineros. La imagen del Presidente Piñera anunciando el Comando Jungla con vigorosos funcionarios de carabineros bien equipados y entrenados en Colombia, resurge con renovado vigor.
Una imagen lamentable, sobre todo porque aquí alguien no aprende. O el Gobierno o Carabineros.
La experiencia de la Operación Huracán debiera haber motivado al ministerio del Interior y al Alto Mando de Carabineros a utilizar denominaciones más sobrias y menos estridentes para unidades u operaciones especiales.
Debieran saber que harto mal que les hace la hiperinflación de expectativas, como lo demuestran las diarias explicaciones del equipo económico del gobierno justificando lo que iba a ser, con lo que es en realidad.
Pero esto no sólo es una disputatio de nomine - una discusión de nombres - sino que se trata de una forma de gobernar. Debiera darle vergüenza a Carabineros tener un grupo entrenado que se las da de Rambo y un gobierno que avala o que instruye tales formatos. Sobre todo, cuando se trata de un tema tan profundo y tan complejo como el conflicto mapuche.
A mi me van a perdonar, pero yo no le creo ni al Gobierno ni a Carabineros. Hasta aquí no más llegó mi fe en las instituciones porque ya nos han engañado más de alguna vez. De la Fiscalía, dios nos ampare, y que ojalá los fiscales hayan abandonado la fama farandulera para pasar al bando de la justicia. Y de paso, a la sobriedad.
Si le cae la noche al Gobierno, merecido lo tiene. El ministro del Interior tiene responsabilidad política y Carabineros deberá responder por el profesionalismo de sus procedimientos. La muerte de Camilo Catrillanca debe ser investigada y aclarada, y la justicia debe castigar a los culpables.
De todos modos, hay pocas expectativas respecto de lo que pueda ocurrir. El Presidente Piñera ya ha dejado claro que prefiere la estridencia y el bombo, frente al trabajo serio y silencioso. Toma partido, evidentemente, por lo que dicen las encuestas de opinión pública.
Ya lo hizo una vez, con Aula Segura, y por unas pequeñas modificaciones sometió al país a un debate dramático cuyo resultado tan solo justifica una mínima parte del mismo. Yo, al menos, debo decirlo porque en tanto ciudadano no me haré cómplice de tanta frivolidad.
Parafraseando a Foucault, el Gobierno debiera pensar en transitar del poder represivo al poder productivo. Quizás, le irían las cosas mejor.
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