El miércoles 7 de junio se inauguró el sistema de energía fotovoltaica en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, un proyecto que iniciamos con el entonces Ministro de Energía Máximo Pacheco y que ha sido concluido exitosamente por las actuales autoridades del museo y del ministerio. El proyecto permitirá un enorme ahorro de recursos al museo y contribuirá al esfuerzo del gobierno por el ahorro y la eficiencia energética. El Directorio del museo se comunicó conmigo para invitarme a ser parte de la ceremonia en un gesto que leí como de desagravio, es decir de compensación simbólica al perjuicio a mi persona causado por las características de mi salida de la institución en marzo 2016.
Agradecí el gesto y la deferencia que mostraron tanto los miembros de la dirección de la institución como su personal y las autoridades gubernamentales y no gubernamentales presentes en la ceremonia. Fui objeto de una operación mediática provocada por un diario digital que publicó insistentemente en portada una supuesta relación mía con SQM. Esa campaña impactó fuertemente a los miembros del directorio del museo, ante lo cual presenté mi renuncia a esa institución que aprecio y que dirigí por cinco años.
Ha pasado un año y medio desde entonces. El hecho de que nunca me he relacionado ni conozco a nadie de SQM ni de ninguna de sus filiales, ni que jamás he emitido una boleta de honorarios a esas empresas, ni que he solicitado la emisión de las facturas indagadas, ni que he intervenido para el pago de las mismas, ni que me he puesto a disposición de la fiscalía para aclarar suficientemente mi participación en los hechos investigados, han sido suficientes para dar por terminado este asunto y salir del lugar sospechoso en que se me puso.
Supongo que debería esperar pacientemente que se cierre la investigación del mega caso SQM para quedar exonerado. También podría pedir la suspensión permanente de la imputación, pero si lo hiciera la fiscalía tendría que formalizarme, lo que sin perjuicio del resultado de ese trámite, daría nuevamente pasto a los que quisieran verme juzgado para alimentar sus titulares.
Estos procesos penales son muy paradojales dadas sus características intrínsecas y el interés mediático de estos casos. Las personas incluidas en la “arista” en que se me imputó ya fueron formalizadas y juzgadas en un tribunal. Yo en cambio, quedo en el limbo. Para mí, creo yo, se aplica la reflexión de un filósofo italiano en el sentido que si el derecho se reduce a lo procesal, poco importan la verdad o hacer justicia, sino simplemente llevar adelante el proceso, y así el proceso se convierte en el castigo que liquida la presunción de inocencia.
Agradezco el gesto del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos que no tuvo que esperar un dictamen judicial para reconocerme como una persona cuya vida pública ha sido siempre movilizada por ideas y convicciones, no por apetitos de poder, dinero o figuración.
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