A nadie le resulta cómodo que un delincuente salga de la cárcel, nos cuesta creer que no volverá a cometer delito. Pero, hay una realidad que hay que asumir, nos guste o no nos guste: este delincuente más tarde que temprano cumplirá su pena y saldrá en libertad, sí o sí. No nos hagamos los lesos, sólo es cuestión de tiempo.
Así, la problemática de la libertad condicional hay que abordarla en términos más amplios, y no desde el miedo, sino desde un punto de vista utilitario.¿Realmente es la libertad condicional algo bueno para la sociedad? Esa es la pregunta que hay que responder.
Sabemos que el delincuente cumplirá su pena y obtendrá su libertad, y por ello, todo intento por lograr que una persona abandone la cárcel con la real gana de no volver a delinquir resulta meritorio. Y es aquí donde juega un papel importante la libertad condicional, la que no es un beneficio, sino que un derecho que el condenado debe ganarse.
Para poder postular a este régimen de libertad condicional y “ser puesto a prueba”, debe existir un esfuerzo de buen comportamiento –muy difícil en nuestras cárceles- y luego de cumplir gran parte de la pena, a veces hasta un 66 %, y de haber aprendido un oficio, se convierte en un derecho. Este derecho consiste en tener la posibilidad de intentar rehabilitarse en el medio libre, pero muy vigilado y con condiciones muy estrictas.
Por ello, por mucho que el condenado deba cumplir la pena, hay que pensar que lo que realmente pretendemos es recibir a un sujeto que nunca más vuelva a cometer delito, y es nuestra responsabilidad que así sea, y para ello debemos darle la posibilidad que sea puesto a prueba, y no cualquiera, solo a quien se lo haya ganado.
Nos conviene, de todos modos. Las cifras así lo han demostrado: más de un 50 % de los presos que no han obtenido la libertad condicional y que cumplen su pena vuelven a delinquir. En cambio, de los que sí obtuvieron la libertad condicional, solo un 28 % volvió a delinquir.
Por ello, no hay que tener miedo en relación con este problema, tengamos miedo si no hacemos nada y tratamos de tapar el sol con un dedo, y nunca nos olvidemos que tarde o temprano va a salir este preso.
Pero si nada hacemos, nunca sabremos si esta persona va a poder rehabilitarse, y cuando obtenga su libertad, la obtendrá de forma repentina (aunque predeterminada), pero por razones obvias de temor y seguridad le cerraremos todas las puertas, y por cierto, el incentivo de volver a cometer delito va a ser muy grande, por las escasas posibilidades de subsistir.
Veamos la libertad condicional como un sistema para protegernos como sociedad, frente a un sistema carcelario que no está cumpliendo con sus objetivos de rehabilitación. Si la libertad condicional no funciona, esta libertad se puede revocar, y peor aún, si el sujeto comete un delito encontrándose bajo libertad condicional le afectará además una agravante especial dispuesta por el mismo Decreto Ley que la regula.
El que la justicia intervenga en este proceso, o que la opinión de Gendarmería sea decisiva o no, es otro tema que podremos abordar más adelante.
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