Los sótanos de las familias, del Estado y de la Iglesia se conectan. Por sus túneles circulan criminales arrastrando infancias. Agarran niñas, niños, adolescentes que bajan por trampillas desde SENAME, colegios y parroquias de todo estrato social. Pero siempre se ensañan con los más vulnerables. Los criminales pagan entrada con silencios, complicidades y también dinero, mucho dinero.
Los crímenes compartidos refuerzan también los lazos entre cierta política partidaria, tribunales, pastores, curas y consagrados. Así Cox muere en la impunidad y sus víctimas repartidas por todo Chile quedan sin acceso a la justicia. ¿Y sus encubridores? ¿Y sus redes de protección?
Pero ninguna bóveda es tan profunda, ningún subterráneo tan oscuro, ni hormigón o metal que resista cuando el grito de las víctimas llega hasta una conciencia, a una sola, que rompa el pacto y haga justicia.
Paul Schäfer lo sabe: sus bunkers pudieron ser abiertos porque alguien señaló por dónde entrar, contó lo que allí pasaba y la justicia alemana escuchó, atendió y reparó a los sobrevivientes.
El Estado alemán reconoció su responsabilidad por no atender a tiempo un pedido de ayuda desesperado. Mientras, el Estado chileno sigue violando derechos, convenciones, pactos y hasta sus propias leyes con tal de sostener la impunidad de personeros de la época: civiles, militares y eclesiásticos.
Los gritos se filtran desde el interior de las familias. Qué pasa a puertas cerradas, lo sabe muy bien el patriarca de esa casa, más todavía si es él quien perpetra los actos. Por eso se resiste a la mirada atenta de la sociedad y declama “con mis hijos no te metas”. No sea que la Educación Sexual Integral le ayude a esa niña, a ese niño, a develar los abusos que lo pondrían en evidencia.
En cuanto a violencia intrafamiliar, los hogares de SENAME replican a las “familias modelo”. El 100% ha sido escenario de abusos según informe de la PDI conocido en diciembre de 2018.
A puertas cerradas se violenta a las infancias en todo Chile. Se les grita, se les golpea, se les viola, se les mata. Ámbar nos muestra una realidad mucho más común de lo que toleramos aceptar.
A puertas cerradas le enseñaré a ser bien hombrecito. A puertas cerradas le enseñaré a ser toda una señorita, declama el patriarca.
Tan pero tan peligroso es cerrar las puertas de las casas, de los colegios, de las iglesias, de los hogares de SENAME, y encerrar a las infancias, fuera de la mirada del Estado, de la aldea atenta.
Los gritos se filtran desde el interior de las Iglesias. El Mapa chileno del abuso en entornos eclesiásticos consigna para agosto de 2020 más de 360 marcas, recordando que sólo entre el 4 y 6 % de estos delitos se denuncia, que 4 de cada 12 víctimas logrará hablar con alguien de confianza, y que las otras 8 nunca le dirán a nadie, y arrastrarán las secuelas del ataque hasta morir en silencio.
Por eso no quieren leyes integrales que defiendan a las infancias, no quieren Educación Sexual Integral, no quieren al Estado mirando realmente qué pasa en el SENAME, qué pasa en los colegios, en las parroquias, en los grupos scouts. La trampa de los espacios públicos que no lo son ni tantito.
La gran mentira de la libertad puertas adentro: nadie, en ningún entorno privado, puede estar sobre los derechos humanos, ni autorizado por ley a ser dueño de otres, sobre todo de infancias.
Los gritos se filtran desde el interior de SENAME. “Niños, niñas y adolescentes no sólo mueren en hogares de Sename (11 residencias), mueren en hogares privados (a cargo de iglesias, fundaciones, etc) OCAS (847) que son el 96,18% de toda la red”.
Cristobal Yessen, sobreviviente de dichos espacios y hoy activista por los DDHH, subraya esta distinción clave porque hace rato los privados que más abusan, que más piden dinero, se las llevan peladas y mantendrán su impunidad en el nuevo servicio avalados por el veto presidencial de Piñera.
Los gritos se filtran por todo Chile y si no hay quien los escuche no pasará nada. Me incomoda mucho que además de naturalizar el abuso aceptemos y normalicemos que hay que ser valiente para denunciar los abusos sufridos en la infancia.
¿Y quienes no pueden denunciar?
¿Y quienes mueren por abusos de sustancias o conductas de riesgo y nunca hablaron?
¿Y quienes callan por miedo al estigma, a las represalias, al juicio social?
No necesitamos más valientes, no necesitamos más héroes, necesitamos un Estado que ante los gritos que se filtran haga su pega. Los tres poderes están al debe en materias de vulneración de las infancias y protección de sus derechos.
Desde la Red de Sobrevivientes venimos marcando la persistente responsabilidad del Estado en los crímenes contra las infancias en todo espacio, máxime si ocurren en instituciones que deben ser escudriñadas a fondo, como las relacionadas a colegios y hogares.
Responsabilidad que empieza en la falta de prevención, se confirma cuando los crímenes se cometen, la del Estado ausente. Luego viene la responsabilidad de no perseguir, de ser cómplice de la impunidad, de la continuidad de un contrato roto, de un derecho violado, de un deber pisoteado.
La evolución del cuidado implica la responsabilidad transferida al Estado (vía contrato social), el ethos de la democracia. La persistente responsabilidad del ESTADO es más evidente en infancias bajo su cuidado, tuteladas y, además, nunca tercerizadas (SENAME) pero también en otras instituciones claves que son igualmente responsabilidad del Estado, en el ámbito público y en el ámbito privado: colegios, escuelas.
Notable abandono de deberes del ministerio de Educación que ni se plantea la revisión del permiso otorgado a congregaciones y obispados para tener infancias a su cargo, sabiendo todo lo que sabemos sobre impunidad y abuso en sus filas.
No aguantamos otro día, otro mes, otro año más apagando los gritos que se filtran. Toda infancia es vulnerable. El Estado es responsable.
Link al Mapa chileno del abuso en entornos eclesiásticos: https://www.redsobrevivientes.org/post/mapa-abusos
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