"No me pregunten más"
Este lunes, la Corte de Apelaciones ratificó la inocencia de Juan Manuel Romeo Gómez por el delito de abuso sexual en el denominado Caso Hijitus.
El titular, emitido en gran parte de los medios de comunicación, sintetiza el fin de más de dos años de investigaciones y procesos judiciales, iniciadas el 10 de junio con la formalización del imputado por parte del Ministerio Público, y cuyo objetivo fue esclarecer las supuestas violaciones y abusos sexuales impropios cometidos, entre 2010 y 2012, por el profesor de computación del Jardín Infantil Hijitus de la Aurora, de Vitacura, en contra de cuatro de sus alumnos y alumnas.
El Tribunal de Mayoría determinó que las pruebas de los cuatro casos llevados a juicio eran insuficientes; luego que el pasado 24 de junio, la justicia declarara inocente a Romeo Gómez, argumentando que las evidencias entregadas por la fiscalía se componían de testimonios ambiguos, imprecisos y contradictorios, se rechazó el recurso de nulidad del juicio interpuesto tanto por los querellantes particulares, como por el Ministerio Público y el Servicio Nacional de Menores.
Lo anterior, deja en claro y a vista de todos varias conclusiones que al parecer son irrefutables: se resuelve la absolución del acusado, lo que corrobora su inocencia y termina con la alarmante expectación que el caso ha generado;
en la vereda opuesta, los padres querellantes, que habrán de afrontar la amargura de un fallo injusto (para ellos) y padecer el trauma de saber que sus hijos/as fueron, supuestamente, víctimas de abusos sexuales, sin que nadie pague jamás por ello.
Visible también es la herida, seguramente imborrable, que queda en quien acaba de ser exculpado (pasó 1 año y medio en prisión preventiva) y a pesar de ser declarado inocente, tendrá que cargar con el peso de la estigmatización por siempre.
En el caso Hijitus nadie gana, todos perdemos, Chile pierde.
Quiero ser optimista y pensar que este juicio servirá para sentar un precedente, que nos permita aspirar desde ya, como país, a una preparación consumada de los actores judiciales en temas de infancia, sólo así se podrán abordar exhaustivamente acusaciones tan graves como las aquí expuestas, que dividen a la opinión pública y devastan familias de por vida.
Insisto, sólo una especialización integral sobre delitos sexuales, especialmente donde las supuestas víctimas son niños o niñas, permitirá la probidad y diligencia necesarias en la materia.
La misma especialización que ayudará a tener plena conciencia, en futuros casos, de que el testimonio de cualquier niño/a será siempre, de forma inherente, ambiguo, impreciso y contradictorio, pero no por ello carente de verosimilitud.
Antes de terminar, todo mi reconocimiento a la fundación Amparo y Justicia, cuya asistencia psicológica y jurídica a las familias enfrentadas a procesos de este tipo alivia, en parte, el difícil camino que han de recorrer para tratar de obtener la verdad.
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