El estremecedor documental emitido el pasado domingo por National Geografic sobre el cambio climático, no debiera dejar indiferente a nadie. Espero, que esta pieza audiovisual sea un aliciente para quienes aún se mantienen incrédulos frente a este fenómeno, y cesen una oposición ciega a que se tomen medidas para frenar la acumulación de Gases de Efecto Invernadero en nuestra atmósfera y océanos o, al menos, para mitigar sus efectos.
Los datos entregados por la Organización Meteorológica Mundial, en el año 2015, demuestran que la cantidad de dióxido de carbono acumulado en la atmósfera, ha superado las 400 partes por millón, cantidad que, muy probablemente, generará un aumento relevante en la temperatura global del planeta y desencadenará una cadena de eventos que modificarán dramáticamente el clima de la Tierra.
Para Chile, en particular, el daño será gigantesco y, eventualmente, modificará estructuralmente todo nuestro sistema social y económico. Fenómenos como sequías, marea roja, incendios forestales y aluviones, se harán comunes y recurrentes. El desierto avanzará hacia Santiago y el “granero” de Chile, de Rancagua al sur, probablemente, ya no podrá abastecer las necesidades de la ciudadanía.
Es necesario tomar decisiones hoy para enfrentar el Cambio Climático. Por eso, junto a un grupo transversal de parlamentarios, académicos, y organizaciones ambientalistas, nos hemos encomendado la tarea de elaborar una propuesta que Ley Marco de Cambio Climático.
Estamos trabajando en esta propuesta legal, que integre toda nuestra institucionalidad bajo un premisa clara de precaución, cautela y justicia, porque quienes pugnan por un crecimiento a cualquier costo, olvidan que el paradigma del desarrollo sustentable en nuestro país está elevado al rango de deber constitucional.
El Estado tiene la obligación y el deber de preservar las especies y ecosistemas que aún resisten el embate del extractivismo primario que en este país llamamos economía; este mandato es ineludible para los órganos del Estado, tal como lo ha entendido la Corte Suprema.
La amenaza, real e inminente, de un daño irrecuperable al patrimonio de la nación, debe ser enfrentada y el Estado debe poner freno a los embates que día a día sufre nuestra flora, fauna, mares, glaciares, cuencas, cordilleras, culturas, territorios y otros bienes comunes y preciosos.
En las próximas semanas se debatirá en el Congreso, si el Gobierno honra su palabra y su programa, tres proyectos de los cuales penden los destinos del país: la reforma al Código de Aguas, el proyecto de Ley de Glaciares y la creación de un Servicio de Biodiversidad.
Estas iniciativas permitirán sincerar el compromiso de todos los actores con la cruzada mundial que nos plantea Leonardo Di Caprio, y el pueblo de Chile podrá juzgar e identificar a quiénes hablan por la Tierra y a quiénes parecen hacerlo sólo por el dinero.
Es esta una hora histórica e invito a aunar y sumar voluntades, en la Cámara de Diputados, en el Senado y de ser preciso, en el Tribunal Constitucional y las Cortes Internacionales.
Defenderemos, en toda instancia que el derecho nos otorgue, que todos los glaciares que aún subsisten sean protegidos y amparados; que el Estado tome control en la asignación y administración del agua priorizando su uso para la subsistencia de los ecosistemas y las comunidades y que se cree, 50 años tarde, por cierto, un sistema estatal de protección y resguardo de nuestras áreas protegidas.
La ofensiva empresarial, de los medios de comunicación e inexplicablemente de personas que se precian de enseñar Derecho, se ha desatado virulenta, cínica e irresponsablemente. Sin embargo, estoy seguro que el Parlamento, al igual que la Corte Suprema, dará pruebas de su fortaleza y responsabilidad con los deberes que la nación le ha encomendado.
Aún es tiempo. Por eso, hago un llamado a todas las personas e instituciones de buena voluntad a que nos apoyen, que escriban cartas, posteen en las redes sociales, que vayan al Congreso o que, simplemente vean la sesiones por televisión.
Que hagan sentir su voluntad, que se escuchen las voces de las organizaciones sociales, de la academia, de la cultura, los científicos, las comunidades y los activistas, de nuestros pueblos originarios y de los estudiantes. Los necesitamos a todos.
Nunca nada será más importante que lo que se debatirá y votará en noviembre y diciembre en Valparaíso.
Aún es tiempo, mañana puede ser muy tarde.
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