Biodiversidad de Chile con falta de fondos: el alto costo de no proteger lo irremplazable

La brecha de financiamiento para la biodiversidad en Chile no es solo una cifra: por ejemplo, en áreas protegidas, se traduce en una deficitaria gestión, falta de personal, escasa infraestructura y monitoreo de efectividad casi inexistente, siendo el caso de las áreas marinas aún más crítico. A ello se agrega una creciente dificultad para enfrentar amenazas como incendios, pesca ilegal o especies invasoras.

Lo anterior representa un riesgo directo para el bienestar de las personas y el crecimiento económico a nivel local y nacional. Los incendios están destruyendo los suelos, los bosques y la fauna polinizadora, favoreciendo plagas y afectando hogares, redes eléctricas y caminos, con graves pérdidas económicas y riesgo vital para comunidades rurales. La pesca ilegal deteriora ecosistemas marinos, reduce especies clave y afecta la seguridad alimentaria de comunidades costeras y del país en general, así como los ingresos de pescadores artesanales e industriales y toda la cadena productiva de la pesca. Las especies invasoras, por su parte, desplazan flora y fauna nativa y alteran hábitats, generando erosión y minando nuestro patrimonio fitosanitario, lo que puede provocar mermas inestimables a la economía nacional.

Actualmente, el país cuenta con un guardaparque por cada 36 mil hectáreas, cuando el estándar internacional recomienda uno por cada 2.600 ha. Asimismo, apenas el 28% de las áreas terrestres protegidas ha sido evaluado en su efectividad de manejo, y solo el 0,1% de las áreas marinas. Chile invierte apenas el 0,09% del PIB en conservación de su naturaleza. Una paradoja peligrosa, considerando que el 17% del PIB y más de la mitad de nuestras exportaciones dependen directamente del capital natural. Sin ser alarmistas, los datos muestran una situación crítica. Y empeorará si no se actúa ahora.

Según estimaciones de Cepal, el costo de la inacción frente a la pérdida de biodiversidad alcanzaría los 1.300 millones de dólares anuales hacia 2050, cinco veces más de lo que se invierte hoy en su protección. Mientras tanto, el gasto público en biodiversidad creció solo 16% en la última década, muy por debajo del aumento del gasto general del Estado (28%).

Más allá de las áreas protegidas, existen otras acciones urgentes para la biodiversidad que siguen sin financiamiento claro: restauración de ecosistemas degradados, control de especies exóticas invasoras y recuperación de especies amenazadas. Todo ello, a pesar de que Chile ya se ha comprometido a reducir al menos en 30% la brecha de financiamiento para la biodiversidad hacia 2030.

Frente a este panorama, WWF Chile ha realizado diversas acciones y propuestas. Lo más reciente es la identificación de siete mecanismos financieros clave que pueden contribuir significativamente al cierre de esta brecha, que apunta a movilizar al menos 375 millones de dólares en los próximos 10 años. Desarrolladas junto a expertos legales y financieros, se trata de soluciones que van más allá del financiamiento filantrópico y buscan combinar la inversión pública y privada, incorporando incentivos fiscales, alianzas público-privadas, nuevos instrumentos del mercado de capitales y fuentes fiscales innovadoras.

Este enfoque -alineado con las directrices y expertos de WWF Internacional- plantea una estrategia dual: por un lado, movilizar recursos para conservar paisajes clave ("financiación verde"); por otro, transformar el sistema financiero para alinearlo con los objetivos globales de biodiversidad y cambio climático ("reverdecimiento de las finanzas"). Chile posee una biodiversidad única, con ecosistemas que van desde desiertos costeros hasta bosques lluviosos templados, pasando por una vasta red de áreas marinas protegidas. Esta riqueza biológica no solo es patrimonio natural, sino la base de la economía y no puede seguir esperando. Sin una inversión decidida, las consecuencias ecológicas, sociales y económicas serán irreversibles.

La oportunidad es ahora: avanzar en la implementación de una estrategia financiera que reconozca que proteger la naturaleza no es un gasto, sino una inversión que incide directamente en el crecimiento económico y en un desarrollo sustentable que perdure hacia el futuro. También es un llamado al sector privado y financiero para buscar soluciones que transformen su relación con la naturaleza y así reducir los riesgos para sus operaciones futuras. Nunca será tan barato invertir en la naturaleza como lo es hoy.

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