Conservar la biodiversidad, el desafío del Parque Metropolitano de Santiago

En los últimos años, la discusión sobre la biodiversidad urbana ha ido ganando fuerza en Chile. Las ciudades ya no se conciben solo como centros de actividad económica y social, sino también como espacios donde la naturaleza debe tener un lugar protagónico. En este marco, los parques urbanos han adquirido una importancia inédita: son refugios de biodiversidad, pulmones verdes para mitigar el cambio climático y espacios de encuentro para las personas. Sin embargo, la planificación urbana y territorial chilena todavía arrastra vacíos importantes para proteger efectivamente esa biodiversidad, ya que los parques se reconocen principalmente como áreas de recreación y no como áreas de conservación.

El caso del Parque Metropolitano de Santiago (Parquemet) es ejemplar. Con más de 700 hectáreas, es hoy el principal pulmón verde de la capital y el más extenso de América Latina. En sus más de 700 hectáreas alberga una biodiversidad única, con especies vegetales y animales endémicas de la zona central de Chile. Entre las especies vegetales más representativas se encuentran el quillay, el litre, el boldo, el espino y diversas variedades de cactus y suculentas adaptadas a la sequía. En cuanto a la fauna, destacan aves como el tiuque, el zorzal y el chincol; mamíferos como el degú y varias especies de murciélagos; además de reptiles como la lagartija esbelta y la culebra de cola larga.

Esta riqueza natural no está exenta de amenazas. La expansión urbana, la sequía, la presión de usos recreativos masivos, la contaminación, las especies invasoras y los efectos del cambio climático ponen en riesgo la conservación de este patrimonio. Frente a este escenario, Parquemet ha iniciado un proceso de zonificación territorial que busca compatibilizar la recreación con la conservación efectiva de su ecosistema. Se trata de un paso trascendental: definir áreas internas con distintos grados de uso y protección, fortalecer programas de conservación de especies amenazadas y promover la restauración de zonas degradadas.

Hoy, Parquemet está en un momento clave al proponer una zonificación única para conservar su patrimonio natural pero el desafío de fondo es claro: ¿Cómo conservar la biodiversidad en un parque urbano que está regulado por los mismos instrumentos de planificación territorial que zonifican calles, viviendas o usos de suelo? La Ley General de Urbanismo y Construcciones (LGUC) reconoce áreas verdes como espacios de utilidad pública, pero no entrega herramientas específicas para proteger ecosistemas complejos dentro de la ciudad. Así, los parques terminan siendo más una figura recreativa que una de conservación.

En este contexto, a mi juicio, Parquemet en la práctica opera como una figura intermedia entre un parque urbano y un santuario de la naturaleza. Por tanto, su valor ecológico exige mecanismos de protección más robustos que los que actualmente entrega la normativa urbana. La reciente Ley 21.600 que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP) abre una oportunidad en este sentido, ya que incorpora figuras más flexibles y apropiadas como los Paisajes de Conservación.

Un Paisaje de Conservación permite reconocer y gestionar, de manera colaborativa, territorios con alto valor natural, incluso dentro de ciudades. Aplicado a Parquemet, esta figura permitiría dotarlo de un plan de manejo integral, con zonificación interna clara, financiamiento específico y articulación con otros cerros isla y corredores ecológicos metropolitanos. Sería una forma de consolidar su doble función: espacio de recreación y, al mismo tiempo, laboratorio de biodiversidad y adaptación al cambio climático.

El futuro de la conservación de la biodioversidad urbana en las ciudades chilenas pasa por reconocer que los parques no son solo lugares de esparcimiento aislados, sino verdaderas infraestructuras socio-ecológicas. En ese sentido, la zonificación de Parquemet representa un hito para consolidarse como un referente de cómo una ciudad pueden proteger su biodiversidad. El Parque Metropolitano en un Paisaje de Conservación y bajo la ley SBAP podría asegurar que, hacia el 2030, Santiago no solo sea una ciudad más verde, sino también una ciudad más justa y biodiversa.

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