Covid-19, es urgente encontrar una nueva manera de vivir

En estos días, no se habla más que de pandemia y coronavirus, y no es para menos, la mayor parte de los que habitamos el planeta nos encontramos confinados, mientras otros lo han estado o prontamente lo estarán.

Esta situación - al menos extraña - en el contexto del Siglo XXI, nos ha demostrado que esta crisis nos ha tomado por sorpresa. Todo parece nuevo y desconcertante, pero en realidad no debería ser tan así, lo que hoy en día le ocurre a nuestra especie, está vinculado directamente con la forma en que los seres humanos nos hemos relacionado con la naturaleza, y esta perspectiva nos da algunas luces de cómo guiar las soluciones posibles.

Precisamente, al inicio de este siglo, se dio a conocer el documento “Guía de Recursos Mundiales 2000-2001, la gente y los ecosistemas: se deteriora el tejido de la vida”[1] , el cual daba cuenta de la estrecha relación que existe entre seres humanos y naturaleza y alertaba sobre cómo la destrucción de los ecosistemas naturales incide en nuestra vida.

En los años siguientes, y cada vez con más frecuencia, se publicaron informes científicos y de organismos multilaterales que relacionaron el deterioro ambiental con la intensidad de las actividades humanas, y muchas de estas investigaciones nos advirtieron que debemos cambiar la forma de relacionarnos con el planeta,  de lo contrario,  esto terminará por afectar nuestra existencia. 

Hoy, en medio de esta pandemia, nos preguntamos ¿cómo llegamos a esta situación? Y la respuesta todavía no es clara, pero podemos hacer algunas aproximaciones.

Por una parte, se conocía de la existencia de los coronavirus y que estos han pasado de animales a humanos y, por otro lado, que el planeta está siendo afectado por una serie de crisis que se relacionan con la naturaleza: sequías o inundaciones,  colapso mundial de las pesquerías, pérdida de biodiversidad, entre otras.

Todo esto nos indica que se han roto ciertos equilibrios de funcionamiento de los ecosistemas y, por ende, la sanidad de ellos no es la misma que hace 20, 40 ó 100 años atrás. También debemos considerar que la población mundial ha crecido de manera desmesurada y, junto con ello, nuestras aspiraciones de bienestar, que se traducen en poder acceder a la mayor cantidad de bienes y servicios, generando una gran presión sobre los ecosistemas y las especies, configurando así un escenario complejo y peligroso a la vez, ya que estamos jugando con lo más valioso que tenemos para sobrevivir.

Muchas de las situaciones que actualmente afectan a la humanidad y a la naturaleza están estrechamente relacionadas con decisiones políticas erradas, en las cuales no se ha considerado la información científica o las recomendaciones de agencias de Naciones Unidas.

Los motivos para no tomar medidas adecuadas a tiempo, obedecen a razones diversas, pero tienen un denominador común, la “economía”.

Hoy en día, ya no es un misterio que el motor para la toma decisiones en la mayor parte del orbe, ha sido sistemáticamente generar ganancias económicas en el más breve plazo. Sin embargo, el COVID-19 nos ha mostrado la fragilidad del sistema económico y financiero, de nuestra especie y de los sistemas sanitarios en la mayor parte del mundo.

Esta crisis política, social y económica, nos devela que los modelos imperantes solo han servido para garantizar la comodidad y la holgura de algunos países, y la pobreza en otros, pero que al momento de afrontar esta pandemia, dichas  formas de hacer economía poco valen, ya que actualmente la mayor precaución que debemos tener, es poder garantizar la continuidad de nuestra salud.

Vale la pena, entonces, plantearse individual y colectivamente, hasta dónde llegan las ambiciones humanas por sostener formas agresivas de destruir la única fuente de vida que tenemos porque quizás llegó el  momento de pensar nuevas maneras vivir, buscando caminos más simples y pragmáticos, donde convivan el justo equilibrio de la naturaleza y la forma en que usamos sus recursos.

[1] Elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente(PNUMA); el Banco Mundial y el World Resources Institute (WRI).


 

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