Día internacional de la Madre Tierra

Cuando brote en mi vida una esperanza

que se parezca un poco a tu hoja verde. A. Machado.

En el año 2009, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó al 22 de  abril como el Día Internacional de la Madre Tierra, en virtud de la resolución A/RES/72/268.  Madre Tierra es una expresión común utilizada para referirse al planeta Tierra en diversos países y regiones, intentando demostrar así la interdependencia existente entre los seres humanos, las demás especies vivas y el planeta que todos habitamos .

Ese día 22 de  abril de este año, en una importante ceremonia presidida por el Secretario General de la ONU Ban Ki-moon, se firmará en Nueva York el Acuerdo  de París sobre cambio climático. Tras la firma, cada país entrará en un proceso cuyo resultado final será un instrumento de  ratificación, aceptación, aprobación o  adhesión.

Para marcar este evento  se ha organizado una  campaña de  plantación de árboles. El objetivo es movilizar la plantación de  más de 7 mil millones de árboles,  uno por cada hombre, mujer, niño, anciano que vivirán el 2020.

Los árboles  serán  los agentes de cambio llamados a restablecer  el equilibrio ecológico de la segunda mitad del siglo actual a través de  limpiar  y  enfriar el aire, reducir las emisiones de  carbono,  mantener los caudales  fluviales, sustentar los hábitat de vida silvestre  y reciclar los nutrientes  para la agricultura, entre otras vitales funciones.

Con ocasión de una fecha tan significativa, queremos  recordar la lúcida advertencia de Leonardo Boff acerca de la  preocupación ecológica que  anima  tantas iniciativas en pro de la protección de la Madre Tierra: que así como  la ecología se aboca a los grandes temas del equilibrio/ desequilibrio, atmósfera, hidrósfera, biósfera, etc., es de esperar que no olvidemos nuestra ecología interior, hecha de poderosas fuerzas de  solidaridad, compasión  y voluntad de actitud amorosa .

Esta ecología interior es expresión de la profunda espiritualidad  de la Tierra y  del universo y  permite que emerja del ser humano la intención hacia la búsqueda del equilibrio armonioso e íntimo entre todas las cosas.

Se trata de una fuerza interior, profunda, un texto íntimo en el cual  podemos leer el llamado a la  fraternidad entre hombre y universo. “Es allí donde comienza a  rehacerse  el eslabón perdido que reconstruye la cadena de lo seres y la inmensa comunidad cósmica”, exclama Boff.  Un eslabón anclado en lo sagrado y en Dios y donde “la dignidad de la Tierra descubre permanentemente sus motivos”.

Si logramos hacer consciente que no podemos  entendernos como seres separados de la Tierra y que la Tierra no contiene vida sino que es la vida, sólo  entonces podremos insuflar esperanza en esos 7 mil millones  de árboles que plantaremos. De lo contrario, vendrán otros  a repetir la vieja historia: ver un bosque como un gran productor de madera, “una sustentabilidad retórica e ilusoria” carente de una real conciencia ecológica. Visión carente de asombro y de trascendencia, plena de  vieja arrogancia.

Leña de oro en el invierno,

Sombra de plata en el verano

Y, lo que es más que todo junto,

Crea los vientos y los pájaros. (Defensa del Árbol, Nicanor Parra)

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