La energía es el elemento clave, sin cuya presencia la totalidad del sistema económico quedaría en una virtual paralización, ya que es motor de todas las economías tanto desarrolladas como subdesarrolladas, como es el caso de nuestro país. Es por esto que muchos creemos que la energía es la que determina el carácter de las sociedades y no a la inversa.
Gran parte de los países del Cono Sur disponen de combustibles fósiles, no así nuestro país que carece de petróleo y de gas, y dispone sólo de discretas reservas de carbón sub-bituminoso, es decir de baja calidad calórica y lo que es más peligroso, de un alto nivel contaminante.
Por tanto, el anuncio del Gobierno en su última cuenta pública, respecto a potenciar la eléctromobilidad, efectuar un plan de descarbonización y de una ley sobre cambio climático se lee con gran expectativa como titular. Sin embargo, ese rimbombante anuncio hay que analizarlo con mucha cautela y con precisión en virtud de que en diciembre próximo nuestro país será organizador de la COP 25, que albergará a 195 países del mundo con 20 mil participantes entre las delegaciones y que será una buena prueba para Chile cuando sea sacado a la pizarra para que explique en forma concreta cuáles son los reales avances en la materia más allá de los titulares.
Es por esto que el reciente anuncio del plan de descarbonización al año 2040, que contempla en una primera etapa el cierre de 8 de las 28 centrales termoeléctricas generadoras de energía a carbón existentes en Chile, no es suficiente en función de los plazos y metas, puesto que dichas plantas no se cierran en forma inmediata y seguirán provocando costos ambientales y sociales para la población que vive en las zonas llamadas de sacrificio, como Quintero, Puchuncaví, Lota, Huasco, Mejillones, Coronel, etc.
Por otra parte, esto obedece a un acuerdo voluntario entre las empresas generadoras y el Gobierno situación bastante cuestionable desde el punto de vista de que en nuestro país lamentablemente es negocio contaminar y cuando los índices bursátiles no cuadren este acuerdo sólo puede quedar en buenas intenciones, posponiendo una solución definitiva que implique seguridad e independencia energética y una economía más limpia a través de centrales de energías renovables no convencionales.
El movimiento hacia senderos de crecimiento bajos en carbono no se producirá sin un paquete de inversiones complementarias, un gran impulso (big push) ambiental, en que cada inversión debe coordinarse con otras paralelas -en otros sectores- para que cada una de ellas sea rentable y viable, la que debe ser implementada en torno a un nuevo estilo de desarrollo sostenible para dar respuesta a los problemas de escasez de demanda agregada que sufre la economía mundial.
Es de esperar que nuestro país supere de manera efectiva las insuficiencias de las medidas para enfrentar el cambio climático y enfrente los crecientes costos de mitigación y, sobre todo, de adaptación con propuestas de inversión novedosas que impulsen el crecimiento de manera sustentable, ya que el gran impulso ambiental es el complemento natural a un keynesianismo ambiental global.
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