Los desafios de la COP 25

La próxima Cumbre sobre Cambio Climático importa para Chile un desafío monumental y lo es también para toda la humanidad, la que deberá definir cursos de acción que nos permitan preservar nuestro medio ambiente natural, libre de contaminación para alcanzar el pleno desarrollo de nuestras sociedades, contribuyendo al fin de la pobreza y la promoción de la prosperidad, el desarrollo y el bienestar para todos.

Existe la convicción que los desafíos ambientales que enfrentamos no tienen precedentes en la historia reciente en términos de urgencia y que sus posibles efectos pueden resultar devastadores. Bajo el lema "el planeta tierra en la encrucijada" se celebró el último congreso mundial de la naturaleza en Hawai.

Como lo expresara la Declaración de Río de Janeiro de 1992, "la Tierra es el hogar de la Humanidad".

Por su parte, el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si advierte que "nuestra responsabilidad es con la naturaleza, que es la casa donde todos vivimos. La casa común, la madre tierra y pone de manifiesto la violación de los Derechos Humanos por la acción depredadora del hombre y que se requiere una solución comprensiva y responsable ante el carácter multidimensional de la pobreza".

Enfrentamos así una amenaza planetaria mayor y para algunos el advenimiento de una oscura noche en el alma de la Humanidad que la interpela en su conciencia moral para luchar sin descanso por la preservación de un medio ambiente limpio, sin riesgos, saludable y sostenible lo que implica una alta responsabilidad con las generaciones presentes y futuras.

Los nuevos desarrollos del Derecho Internacional del Medio Ambiente contemporáneo impulsan las normas internacionales que tienen por objeto la debida protección del medio ambiente, asumiendo que los Estados tienen derechos soberanos para disponer de sus recursos naturales, pero deben evitar causar daños al medio ambiente, bajo el nuevo concepto que hoy la soberanía no es absoluta y están sujetos a una obligación general de evitar daños medioambientales de otros países o zonas más allá de la jurisdicción nacional, como lo recoge la Declaración de Río de Janeiro de 1992.

Pero agrega, además, un nuevo principio que ha sido recogido por la jurisprudencia internacional "el que contamina paga", lo que obliga al Estado infractor asumir su propia responsabilidad ambiental por los perjuicios causados, especialmente en los casos de la contaminación transfronteriza.

Estamos ante el surgimiento de una nueva agenda multilateral que busca una mayor humanización de la normativa ambiental del Derecho Internacional permeado por la preocupación sobre el desarrollo sostenible y el respeto al medio ambiente que incluye los objetivos del milenio de las Naciones Unidas, los que en su mayoría se vinculan al Derecho Ambiental, el cambio climático, la preservación de los océanos y la búsqueda de una justicia climática que evite la multiplicación de nuevas amenazas como son las migraciones que no sólo erosionan la seguridad internacional, sino que dejan a millones de seres humanos en situación de extrema vulnerabilidad y violentados en su dignidad y Derechos Humanos fundamentales.

Sin duda la comunidad internacional muestra hoy una nueva conciencia ambiental que comparten los países miembros de ONU y que culmina con el Acuerdo de Paris, que reconoce que el cambio climático afecta a toda la Humanidad y asume compromisos vinculantes con la exigencia de reducir los gases contaminantes de efecto invernadero en una revisión permanente y en plazos predeterminados.

Es imperativo que los países respeten dichos acuerdos, asumiendo sus propias obligaciones con los Derechos Humanos, el derecho a la salud, los derechos de los pueblos indígenas, los migrantes, los niños, las personas con discapacidad y en situaciones vulnerables, el derecho al desarrollo, la igualdad de género, la equidad intergeneracional, el deber de cooperar y la práctica de la solidaridad internacional.

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