Imagínate de viaje, cruzando países, incluso continentes. Imagina que posees la libertad de hacer este viaje sin pagar y sin usar un pasaporte, un viaje que te permitirá recorrer hasta 15.000 kilómetros en pocas semanas. Esto es, de manera muy resumida, lo que hacen miles de aves migratorias cada año.
Este impresionante viaje ha cautivado al hombre por siglos, dado que no está exento de peligros naturales. Sin embargo, el peor escenario para un ave migratoria es encontrar su sitio de descanso y alimentación transformado o desaparecido.
En nuestro país, la migración de aves playeras ocurre en su mayoría por la costa, por lo que las playas constituyen uno de los tipos de humedales más importantes para estos migrantes. Considerando la importancia de este fenómeno, es imposible no reflexionar sobre la importancia de conservar las playas y costas de nuestro país.
Los humedales costeros se componen de diversos tipos de sistemas como albuferas (o lagunas costeras saladas), estuarios, desembocaduras de ríos y por supuesto, nuestras apreciadas playas.
En su conjunto, los humedales son probablemente los ecosistemas más valiosos en términos de los servicios que nos brindan. Se estima que todos los humedales del planeta abarcan menos del 2% de la superficie terrestre; sin embargo, nos aportan con el 40% de los servicios ecosistémicos a nivel global y, en particular, los humedales costeros son claves para la crianza de recursos pesqueros, protección contra desastres naturales (tsunamis y marejadas), turismo y por supuesto, como sitios de descanso y alimentación de las aves playeras.
Las últimas semanas han estado muy movidas en torno a la conservación de los humedales. Primero, por la aprobación en general del proyecto de ley que busca la protección de los humedales urbanos, liderado por el senador Alfonso de Urresti.
Luego, el presidente de la República junto a la ministra del Medio Ambiente, lanzaron públicamente el Plan de Protección de Humedales 2018-2022. Sin embargo, los humedales costeros quedan fuera de estas iniciativas, por lo que el desafío será buscar la forma de incluirlos o bien generar una nueva propuesta para su protección y cuidado.
Por último, no es posible dejar de mencionar lo ocurrido en Quintero y Puchuncaví.
Esta denominada zona de sacrificio está inserta en un paisaje que contiene humedales costeros y nos ha mostrado la peor cara de nuestro sistema, ya que es un deplorable ejemplo de la pérdida de los servicios ecosistémicos debido a la contaminación química.
La bahía entre estas localidades posee un sistema de humedales costeros compuesto por la playa, lagunas costeras y el estero Puchuncaví. Debido a la presión humana, han perdido la capacidad de entregarnos sus beneficios como la crianza de recursos pesqueros y recreación (turismo), por nombrar algunos.
Nuestro sistema de protección ambiental ha fallado rotundamente y no podemos esperar otra cosa que una intervención decidida e inmediata para comenzar a restaurar el medio ambiente de la zona y por ende, la salud de sus habitantes.
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