Es sabido que la relación entre la delincuencia y medios de comunicación es compleja y multifacética. Los medios, como reflejo de la sociedad, informan sobre hechos delictivos, pero también influyen en la percepción pública de la inseguridad.
El periodismo televisivo ha caído en un gran sensacionalismo frente al tema. Es posible ver al inicio de cada noticiero que las primeras tres o más informaciones que se transmiten son temas de delincuencia. Mostrando hechos que son muy reales pero no todos de alta significación. Sin entrar a justificarlo, algunos no difieren de país en país, incluso desarrollados, generando una sensación de inseguridad, más allá de lo real.
Por lo general hay noticias más importantes en el mundo o en el país, de mayor trascendencia, pero al final priorizan la cobertura de hechos delictivos. moldeando así la opinión pública. Por lo general estos hechos son en la capital y el resto del país parece que no existe.
Sin querer con ello negar que hay graves problemas delictuales, la tendencia es a golpear y amplificar hasta los habituales robos normales o ajustes de cuenta que han existido siempre. Esto queda en mayor evidencia cuando, en el mismo ámbito, la disminución en 55,8% de los atentados incendiarios y actos delincuenciales en la zona de Arauco pasa casi desapercibido y es de bajo interés para los mismos medios informar y analizar.
A lo anterior se agrega la filtración de información secreta que afecta muy significativamente el proceso investigativo y que en sí mismo es ilegal, pero al final poco se investiga a los responsables. Ahora, para llenar el espacio televisivo se hacen coberturas tediosas e insistentes sobre hechos particulares que no necesariamente pueden tener una significación en lo central, transformándose en otros investigadores e influenciadores del debate. Con vergüenza vemos como abogados son atacados y agobiados, que a pesar que piden a los periodistas "clemencia", que esperen para ser entrevistados y que en el momento no dirán nada, lo siguen presionando imprudentemente, incluso en contra la dignidad del propio profesional, que no puede haber estudiado 5 años para actuar sin respeto alguno por la posible fuente.
Es grave constatar también que al entrar en tantos pormenores, en ciertos delitos, sin duda están provocando un efecto de demostración que invita a otros a reproducirlo. Un caso evidente es el de los robos millonarios, que gracias a la televisión están enseñando al país que son tremendamente lucrativos ya que se captura solo a algunos y la recuperación de lo robado es mínima. Con ello queda claro que si alguien quiere asegurarle el futuro a su familia, por varias generaciones, incluso sacrificándose él, este es el mejor y más seguro camino.
Todo esto se agrava aún más con la politización de la seguridad. La cobertura mediática de la delincuencia puede ser utilizada con fines políticos, generando debates polarizados que hacen más difícil la búsqueda de soluciones. Nadie puede discutir el valor y la importancia de la labor periodística, pero dado lo sensible de su rol, debe ser muy responsable. Los medios deben informar de manera objetiva y veraz, evitando el sensacionalismo y promoviendo el análisis crítico de los hechos. Es también importante enseñar a la población a interpretar de manera crítica la información que reciben de los medios.
En resumen, la relación entre la delincuencia y los medios de comunicación, y en particular la TV, es un tema complejo que requiere un análisis cuidadoso. Estos medios tienen un papel fundamental en la construcción de la realidad social, pero también pueden contribuir a generar un clima algo más distorsionado de esta realidad. Necesitamos que los canales revisen sus políticas periodísticas por el bien del país y su futuro. Es necesario promover un periodismo responsable y una educación mediática que permita a la ciudadanía tomar decisiones informadas.
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